Encierro, soledad, tristeza, ansiedad. La cuarentena por la pandemia del COVID-19 afectó de diferentes maneras a las personas, tanto en lo psiquiátrico como en lo emocional. Por eso Pamela David aprovechó una nueva edición de PamLive para entrevistar al médico y neurólogo Enrique De Rosa para hablar sobre las distintas formas que se pueden encontrar para sentirnos mejor.
—Ya llevamos un tiempo en esta “nueva normalidad” ¿Creés que volveremos a la antigua normalidad?
—Recuerdo que le preguntaban a Atahualpa Yupanqui, cuándo iba a volver a la Argentina y él decía “uno nunca vuelve, uno siempre va”. Si uno toma la postura de que “siempre está yendo” creo que no hay que pensar en volver. Yo creo que tenemos que repensar la frase: ¿Queremos volver a la normalidad? ¿Qué sería “normalidad”? Hay que repreguntarse lo que uno realmente desea. Quizás deseamos cosas que nos hacían daño.
—Antes uno vivía a un ritmo acelerado, en una rueda sin estar consientes, sin disfrute. Este tiempo nos invitó a interiorizarnos. Esto va a tener una repercusión en la salud, y en el cuerpo
—Lo está teniendo hace muchos meses. Desde el punto de vista psiquiátrico pasan cosas uy tristes y desagradables. El malestar emocional y social se traslada a lo físico. La gente somatiza. Hay gente enferma, no solo de covid. Hay un incremento de enfermedades mentales.
—¿Podemos ponerle nombre a esas enfermedades?
—Cuando la gente altera sus horarios, los ritmos alterados se trasladan a problemas hormonales, obesidad, hipertensión, ansiedad. Nadie conoce haber vivido el encierro, el aislamiento. Para el ciudadano común, esto es nuevo.
—Perder la liberad. Cuando esto comenzó pensamos que esto era una decisión acertada. Yo creo que se trata de hacer lo mejor, pero ¿Cuáles son las consecuencias? ¿Qué podemos hacer para estar mejor? ¿Cómo evitamos que estos síntomas aparezcan en el futuro?
—Cuando uno piensa en volver al pasado, es utópico. Uno nunca vuelve a un estadío previo. Cuando empezamos a obtener esperanza, esta puede funcionar de manera positiva y negativa. Negativa porque nos frustra al no conseguir lo que esperamos. Debemos replantearnos: Qué perdí y qué oportunidades puedo tener. El primer planteo es qué quiero recuperar. Quizás esto tuvo su lado positivo. Esto es una oportunidad única para replantearse qué es lo importante. Realmente, ¿qué es lo que quiero conseguir? Algunas cosas se develaron como más importantes que otras, y algunas otras las estábamos magnificando y nos estaban haciendo mal. Quizás no tenemos que volver, sino replantear. Debemos hacernos cargo de nuestros propios deseos.
—Cuando uno no está bien, o está triste, ¿Cómo se hace para poner el foco en el deseo positivo, y no hundirse más?
—Vivimos muy apegados a lo que se dice de nosotros, de imágenes de nosotros mismos. ¿Alguna vez nos preguntamos cual es la imagen que a nosotros nos deja contentos? Seguro encontraste aspectos de tu vida que te dejaron contenta. Estamos constantemente adivinando qué es lo que esperan de nosotros. Perdemos mucho tiempo olvidándonos de nosotros mismos. Esta es una oportunidad para reconectarnos con nosotros. No hay una normalidad.
—¿Cuáles son las preguntas que me debo hacer para sentirme mejor?
—Encontrando lo que me hace bien Somos personas que nos pensamos y no que nos sentimos. Al estar encerrados, nos dimos cuenta que, la pérdida de la movilidad física nos faltó el contacto con nuestro cuerpo. La gente de la tercera edad sufre por la falta de contacto con el sol. Debemos observarnos en vez de pensar. ¿Qué es lo que noto que me hace bien? Tenemos una vocación en establecer conflictos, discutir…¿Eso nos hace bien? ¿Sirve para algo? ¿Me hace bien no moverme? La cuestión es que cada uno pueda probarlo en si mismo. En esta cuarentena se estableció una diferencia entre la salud mental y la física, como si fuéramos robots. No podemos quitarle importancia a nuestra salud psíquica y física. No son palabras. Cuando te conectas con vos mismo y experimentas algo, ya no lo abandonas. Estar en contacto con el sol, con el aire, alimentarte bien, moverte, te sentís bien. Entonces empezás a tomar esa normalidad, que quizás no era la de antes. Quizás la normalidad de antes era trabajar, tomar tres litros de cerveza, volver a casa, usar las redes sociales, pelearte con alguien, tomar algo para dormir, y al otro día ir a trabajar. Esa era la normalidad, ¿queremos volver a ella?
—Algunos hasta han dejado de fumar...
—El contacto primario, el de tocarnos, sonreír. Los barbijos nos tapan la sonrisa. Perdimos la gestualidad. Ver cómo mueve la boca, como se expresa. Eso era importante. Esas cosas hay que instaurarlas. Empezar a darnos espacios que antes no teníamos
—No hay que enojarse con uno mismo. Quizás antes vivíamos con la mirada ajena…
—Cuando tuviste alguna cuestión en tu vida, grave de salud, te acordás de agradecer. Hoy hay que agradecer que estamos vivos. Vivirlo con autenticidad, ser sincero con uno mismo. Eso significa que en el fondo, lo que dicen no tiene valor. Agradecer le da otra dimensión a tu cuerpo. Antes estabas intentando ser complaciente.
—Las redes nos permiten seguir comunicándonos. Para mi es muy importante usar las redes como canal y ser puente para que la gente esté hablando con vos
—Yo pienso, qué esto me sirve a mi. ¿Por qué son más valioso estos 45 min. que otra cosa? Yo no hago cosas que no me den placer. Esto me debe dejar mas lleno que vacío. Esa valoración que no es racional, me sirve mucho.
—“Me dejo de importar lo que piensan de mi”, ¿eso te pasó antes o después de la pandemia?
—Es progresivo, me venía pasando hace unos años. La valoración de los otros es una pérdida de tiempo. Me ha tocado ver muchas personas de la tercera edad morir, y la verdad es que uno tiene que ser agradecido y no prestarle atención a otra cosa. Nuestra vida es extremadamente corta. El tiempo pasa, no lo podemos perder. También hay que desaprender. Hace muchos años que vengo sacándome cosas de encima. No me enojé, dejé de ponerle energía y comencé a olvidarme de algunas personas o situaciones porque no quiero recordar a quienes dijeron algo de mi. Eso me da mas libertad. Me aligera de grasa las emociones.
—Dejá de prestarle atención a lo que te afecta, a lo que no tiene importancia. Muchas veces todo eso lo sentimos en el cuerpo
—En un cuadro obsesivo, lo que tratamos de trabajar, es que no luche contra la idea, sino que la abandone. Cuando empezamos a quedarnos enganchados con la idea, no hay solución más que abandonarla. Eso se hace prestándole menos atención a eso y más atención a otras cosas. Redirigir nuestra atención y focalizar en menos cosas. Estar dispersos nos pierde del centro de nuestra vida. Decime la primera cosa que te hace bien
—Se me viene la imagen de un jugo de naranja…
—Perfecto. Las cosas son extremadamente simples. Puede ser una amiga, un amigo…
—Una videollamada por ejemplo…
—Releer un libro. Estoy leyendo libros que leí a los 13 años. Al que le guste los poemas, o los libros, o cuentos de Borges…construir el propio espacio no viene con una receta externa, sino con cuestiones de uno.
—Comencé a armar una cápsula aquí en el grupo que se llama “Tu momento”, a veces una ducha es un momento, ver una película, una llamada. Hacerte un espacio para vos, propio. Es tu derecho. Solo tenés que reconocerlo
—Cuando vos te concentrás en una experiencia muy básica y elemental, la mente funciona con mayor energía. Esa experiencia tiene el poder en si misma de todas las experiencias del mundo. Todo el misterio está dentro de nuestra mente. En los momentos en que estás sentada, mirando la montaña, tomando un jugo, y estás concentrada en eso, lográs un nivel de profundidad, y en nuestra mente, circulan ondas con otras características. Hay personas que han hecho viajes muy costosos, pero no han podido disfrutar.
—Quizás estaban distraídos con el celular, o atendiendo una llamada….
—Exacto. No es la experiencia. Es uno. Si convertís ese instante en mágico, lo será. Para que sea mágico tenés que tener conciencia máxima en eso.
—Si tenés la conciencia plena, en ese momento, la experiencia será más placentera. Para eso hay que desconectar otras cosas. Preparemos el ambiente, el espacio, el tiempo…
—Hay que concentrarse. ¿Por qué es tan emocionante una montaña? Porque nos supera como humanos. Te das cuenta de que somos absolutamente nada. No hay posibilidad de que en ese momento no estés concentrado en otra cosa. Y la caminata en la montaña se transforma en única. Si uno puede transformar esto, extractar ese estado mental que logré en esos momentos y llevarlo a la vida cotidiana, es tener en esa vasija propia el estado de ese momento. Es una práctica que hoy podemos hacer.
—En el pensamiento revivís la emoción, las cosas lindas. Es sentir otra vez
—El problema es que nos pensamos, y pensamos cualquier cosa.
—No hay que pensar sino sentir lo que nos hace bien
—Pensá en los momentos en que sentiste esa “felicidad inmotivada”. Extractá ese estado, como si sacaras el jugo del fruto, que sos vos mismo. Tomate ese jugo, imitalo. Eso se puede lograr
—¿Esto nos convierte en ser más individualista? ¿Contemplar lo que realmente quiero yo?
—Yo siento que puedo ser más empático. No puedo dar nada que no tenga. Si yo soy amargado y depresivo y negativo y busco que tiene de malo ese otro, pero trato de parecer bueno, lo que se va a sentir es esa vibración negativa. Pero si intento estar en un estado de felicidad, pleno, puedo dar…sino no puedo dar nada, porque no tengo nada.
—¿Pensás que podemos llegar a ser más individualistas después de esto?
—Poco importa lo que pienses, porque cuando uno cobra consciencia de si mismo, aparece lo social, no existís sin le otro. No existe la forma de estar aislado. La gente se aísla por un falso amor llamado egoísmo. Esa gente se equivoca. El proceso es a la inversa, uno puede recibir en la medida que da. No existe el ente separado, sin el otro. Cuando conectás con vos mismo, necesitás estar en contacto positivo con el otro. Y voy a sacar de lado a los otros que nos restan.
—Somos energía y no podemos desentendernos del otro.
—Hay que creer en hechos, no en información. Y en las emociones, solo lo que es positivo. La emoción que más tenemos hoy es el miedo. Hay que alejarse del miedo. El miedo paraliza, enfría, nos vuelve violentos. Hay que salir de esa situación. Hay que trabajar el miedo en cualquiera de sus formas.
—Por ejemplo el miedo al ridículo…
—Yo lo tengo incorporado. Hace muchos años que vivo del ridículo. Y me causa gracia.
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