Aunque para muchos Nicole Kidman es una de las australianas más famosas, esta afirmación ya parte de un error. La bonita actriz no nació en Australia sino en la isla Ohau, en Hawai. Es cierto que su lugar de nacimiento fue más una circunstancia que una decisión. Su padre, Anthony Kidman un reconocido científico, decidió realizar un doctorado en la Universidad de Hawai y hacia allá se trasladó con su familia. Fue en ese lugar que nació Nicole, tres años después llegó Antonia y al año siguiente regresaron a Australia. De esa época Nicole conserva un vago recuerdo y un nombre. Sus padres la llamaron Hokulani que significa “estrella celestial”.
Nicole vivió una infancia entre atípica y rigurosa. No había cumplido los cinco que la mandaban a clases de ballet y además cada mañana realizaba con su papá una exigente rutina de ejercicios físicos. Su mamá era enfermera pero también una convencida feminista, por eso se negaba comprarle a sus hijas muñecas Barbie. En una visita a una juguetería, Nicole aprovechó un descuido y se robó una. Cuando la descubrieron, por un lado recibió un gran reto, pero por otro su madre, aceptó que su hija soñaba con una muñeca y luego de pagarla, le permitió quedársela.
Aunque ya famosa, Nicole integró varias veces la lista de “mujeres más bellas del mundo”, en su infancia y adolescencia se sentía un verdadero “patito feo”. Muy alta y flaca, solía padecer esas características. Pero aunque la apodaban “legs” (piernas) lo peor era su piel blanca blanquísima. Es que en un país donde la vida al aire libre es fundamental, ella debía evitar exponerse al sol por los problemas que le causaba. “Cuando era niña, quería encajar. Entonces no tenía la opción de ponerme morena, mi piel no se bronceaba”. Tampoco quería que le aparecieran pecas y comenzó a investigar qué productos usar para evitarlo. El protector solar se convirtió en su aliado.
Pese a sus cuidados, veía como sus amigos pasaban largas horas al sol haciendo deportes y ella debía permanecer a la sombra, lo que hizo que se convirtiera en una gran lectora. Cuando comenzó a estudiar teatro jamás podía ensayar al aire libre debido a la vulnerabilidad de su piel. Con el tiempo, lo que era debilidad lo convirtió en fortaleza. "A medida que crecí, empezó a gustarme tener la piel más clara porque era distinta. Creo que abrazar lo que te hace diferente es importante ". Y fue así. Su piel blanquísima se convertiría en uno de sus atractivos más fuertes y una marca de identidad personal.
Desde chica aprendió a evitar el sol algo que consolidó con el paso del tiempo. Jamás sale de su casa sin protector solar, pero además como contó su amiga, Naomi Watts nunca se la verá andar bajo el sol sin un sombrero puesto. “Lo usa hasta para cruzar la calle”, aseguró. “No creo que el sol sea malo, creo que es bueno; es vitamina D. El problema es la cantidad a la uno se expone. Hay que protegerse, tal como lo hacemos con todas las cosas médicas”, aconseja la protagonista de Las horas.
Reveló que no le interesa tanto la marca sino el factor de protección solar. “Uso de 100. Sé que suena como una exageración, pero no lo es. Lo uso en mis niños. Lo uso en mí. Siempre lo he tenido que hacer”, dijo y agregó “En la mañana me lleno de bloqueador. Estoy afuera mucho tiempo y me gusta mucho ejercitarme al aire libre, pero no me gusta el sol en mi piel porque es muy delicada”. Además cada dos o tres horas vuelve a esparcir protector solar sobre su cuerpo. “A muchas colegas le puede parecer exagerado, pero lo cierto es que mi piel no ha sufrido el daño que sí afecta a muchas otras pieles”,
La actriz no solo se cuida del sol, también de las abejas ya que es alérgica. Una simple picadura, le provoca una fuerte reacción en la piel que en ocasiones solo se resuelve con medicación. Cuidado del sol, alergia a las abejas, al combo hay que sumarle su lepidopterofobia. ¿Qué es eso? Un miedo irracional a las mariposas.
Como se sabe, las fobias son un tipo de trastorno de ansiedad que consiste en un temor fuerte a algo que en la vida real no representaría un gran peligro. Entre las más comunes figuran la aerofobia, que es el miedo a volar; la claustrofobia, el temor a los sitos cerrados y la brontofobia, el pánico a situaciones relacionadas con la naturaleza o los fenómenos atmosféricos.
En ese universo de fobias, Nicole Kidman desarrolló un extraño miedo a las mariposas. Comenzó durante su niñez australiana. “A veces, cuando volvía del colegio, solía encontrarme con la mariposa o la polilla más grande que hayas visto justo sobre la reja de entrada”, recordó la actriz. “Podía trepar por la parte trasera, gatear al costado de la casa, cualquier cosa con tal de evitar el encuentro con el insecto”.
La ganadora del Oscar aseguró que hizo todo lo posible para superar su miedo en la vida adulta: “Fui al Museo de Historia Natural pero tampoco funcionó”. Cuando le preguntan por su fobia es radical: “Pueden tirarme cucarachas encima, puedo saltar de un paracaídas y así muchas otras cosas, pero no puedo soportar sentirme cubierta de mariposas”.
Mientras protagonizaba Moulin Rouge, los productores se asustaron cuando grabando una escena, la actriz se fracturó dos costillas. Lejos de suspender la filmación pidió filmar las escenas siguientes en una silla de ruedas y que la tomaran de la cintura para arriba. Eso sí, no le pidan decir que al enamorarse siente “mariposas en el estómago”. Porque en el caso de Nicole eso más que un síntoma de amor es un signo de pánico.
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