(Video: Unos escarpines, un vino y una propaganda que trascendió el tiempo / Youtube)
Hugo Arana murió este domingo 11 de octubre. Estaba internado por un accidente doméstico y había dado positivo de coronavirus. Era uno de los actores más familiares para los argentinos. La televisión lo tuvo como gran protagonista desde los años 70 y un spot que lo tenía como principal personaje pasó a la historia de la publicidad como uno de los de mayor impacto. Un mensaje tierno, familiar y cotidiano...
Desde que el mundo es mundo, los humanos se reproducen. Es un acto natural y gracias a la ciencia ya no implica misterios ni secretos. Pero ese hecho tan normal como corriente se transforma en un acontecimiento mágico, único e irrepetible cada vez que una pareja decide tener un hijo. Y ese fue el “milagro” que en la década del 70 captó una marca de vinos y una publicidad. Su impacto fue tan fuerte que, aunque pasaron los años y cambiamos de siglo, todavía permanece en la memoria emotiva no solo de los que la protagonizaron; también de los millones que la vieron.
Al observar hoy la publicidad llaman la atención ciertos elementos. Eran otros tiempos no tan lejanos y sin embargo, lejanísimos. No existían los test de embarazo y las mujeres debían esperar un análisis de sangre para confirmar la gestación. Confirmar el embarazo tenía mucho de misterio y rito, una abuela con buen ojo o una vecina entrenada podía descubrirlo antes que la misma embarazada. La mayoría de las familias cenaba en su casa y hablaba con el otro sin interactuar con pantallas. No había celulares ni redes sociales y las opciones eran conversar, aburrirse o aburrirse conversando. ¿Eran tiempos mejores? No hay una respuesta correcta.
En la década del 70 también existían otros hábitos de consumo. Ni vodka ni cerveza, tampoco gaseosas light ni jugo saborizado. En las mesas el vino reinaba. En esa Argentina se tomaba un promedio de 92 litros de vino por persona y por año, tres veces más que el consumo actual de 30 litros por habitante. En las casas se bebía vino rebajado con soda, incluso los mayores incentivaban a los chicos a beberlo sin problemas. A las embarazadas se les permitía fumar con moderación y tomar vino con cuidado. Algo impensado casi 50 años después.
Es en ese contexto de consumo y donde se imponía una familia tipo (y no se contemplaban otros tipos de familia) es que la empresa Crespi decidió filmar una serie de comerciales que asociara el vino con los mejores momentos de la vida cotidiana. Su objetivo era vender un vino económico, pero sin despreciar al producto ni a sus compradores.
La publicidad quedó a cargo de la agencia Portillo Olsen. Carlos Alberto Tomas fue el creador de la idea y quien contrató a Juan José Jusid como director de los comerciales. Una vez que estuvo delimitada la historia fue preciso encontrar a los actores. Para el protagonista varón se buscaba alguien con pinta de "laburante" y sobre todo, de buen tipo. En tiempos sin redes, las búsquedas laborales iban de boca en boca. Fue así que los estudiantes del taller de teatro de Augusto Fernández se enteraron, a través de una compañera, que había una prueba para un comercial de vino. En el grupo estaba un tal Hugo Arana. El joven hacía teatro desde el año 1966 y había tenido un pequeño papel en El Santo de la espada, por eso cuando supo de la convocatoria no estaba convencido de presentarse.
"Al principio me negaba, yo quería hacer teatro -cuenta a Teleshow minutos antes de salir a escena en La ratonera, la obra con la que está de gira-, pero recordé que Ulises Dumont protagonizaba un comercial de hojas de afeitar y Norman Brisky otro de calefones y acepté. Tranquilicé mi conciencia, en realidad la manipulé", dice y estalla en una carcajada que contagia.
Los comerciales estaban pensados como la historia de una pareja. Arana primero conocía a su novia en la ficción, la actriz Betty Galán, luego se casaba, y recién en el cuarto comercial venía el anuncio del bebé. Ese fue el que trascendió.
La historia era tan simple como bien contada. La mujer llama por teléfono ¡fijo! a su marido para avisarle que esa noche para cenar no serán dos sino tres. El hombre llega a su casa pero no ve a nadie. Hasta que en la mesa observa un par de escarpines. Sin mediar palabras comprende todo. Su cara refleja asombro, emoción, miedo, ternura, felicidad… En menos de un minuto muestra todos y cada uno de los sentimientos que experimentan aquellas parejas que quieren dejar de ser dos para ser tres. Al final, abraza a su mujer y con sus dedos en los escarpines los hace caminar. La escena está tan lograda que aún hoy viéndola en blanco y negro emociona y llena el corazón de algo tan cursi pero tan imprescindible como la ternura.
"No hubo ensayo. Jusid me dijo: 'Tirate a hacer lo que quieras, te asustás, te reís, lo que venga'", cuenta Arana. Y así lo hizo. Ese actor que hasta ese momento no era papá juntó todo lo que algunas llaman oficio y otros consideramos talento, y en menos de 30 segundos sintetizó, en su rostro el miedo, la alegría, la sorpresa, la felicidad y todo lo todo que significa ser padre por primera vez.
El comercial estalló. "En 15 días lo vieron 15 millones de personas. Lo pasaban en cuatro canales. Me subía al colectivo y la gente me aplaudía. Andaba por la calle y hacían el gestito de caminar con los escarpines. Todavía algunas personas lo repiten al verme".
Arana cree que el exitazo se explica no por su talento sino por el momento. "Era un tiempo donde había mucha colita, pechito. Y de pronto aparece una escena tierna, familiera donde pasa algo amoroso".
¿Cómo logró interpretar a ese padre "creíble" alguien que hasta ese momento no era papá? "Bueno, también hice de asesino y nunca maté a nadie. –y vuelve a reír y hace reír- Es que todos anidamos y tenemos guardado todo".
La publicidad también se completaba con el tema "Pasan cosas lindas" interpretado por Alain Debray, responsable de las cortinas musicales de las novelas Alberto Migré y quizá por eso especialista en emocionar. El slogan fue "pasan cosas lindas en una familia".
Como la publicidad había sido un exitazo, la empresa decidió filmar una versión para el cine y ahí se encontraron con un problema. Es que las películas eran en color y el comercial se había grabado en blanco y negro. Así que le pidieron a Arana que repitiera exactamente las caras y expresiones, algo que era difícil ya que en ese momento había improvisado. "Como querían que fuera igual, me pasaban el comercial cuadro por cuadro para que repitiera la misma expresión. Pensar que los actores no quieren repetirse y yo pasé horas tratando de copiarme", recuerda.
El éxito de la publicidad permitió que las ventas del vino crecieran y el producto se impusiera por lejos a sus competidores. A Arana sin embargo, el comercial no le cambió la vida. Refugiado en el teatro, su gran pasión, logró "no creerse Gardel". Para él lo más importante de ese año fue recibir el premio revelación como mejor actor de teatro en una obra de Harold Pinter y dirigido por Sergio Renán. "Eso sí, pasé del 'pibe correte de esa escena' a 'señor Arana por favor córrase'", y vuelve a reír.
Pero si esos recuerdos lo hacen reír hay uno que todavía lo emociona. "Estaba en Mar del Plata, tomando un café con mi hermana en un bar y entra un vendedor ambulante. Al verme viene directo a saludar y me dice: 'Si estoy en la vida es gracias a usted'. Imaginate que yo no entendía nada, entonces me cuenta. Cuando mi mamá se enteró que estaba embarazada pensó en abortar. Imagínese éramos cuatro y muy pobres. Pero vio la publicidad, su cara, los escarpines y eligió tenerme. Y acá estoy. Así que gracias", relata el actor que conmovió y todavía se conmueve. Es que más allá de posiciones celestes o verdes muchas veces los otros deciden su vida gracias a otros.
Después de ese comercial, la historia de la pareja siguió. Vino otro hermanito y hasta un tío francés. En total se filmaron 12 entre los años 1970 a 1985. Arana siguió siendo una cara querida, reconocible y actualmente es uno de los actores más respetados por críticos y querido por público y pares. Betty Galán participó en algunas comedias, fue mamá de cuatro hijos y se retiró de la escena. Juan José Jusid se convirtió en un reconocido director de cine con películas como Asesinato en el Senado de la Nación, Made in Argentina y ¿Dónde estás amor de mi vida que no te puedo encontrar?
Hoy y en tiempos de internet, que un comercial dure más de un minuto veinte es impensado. Sin embargo, aunque transcurra el tiempo, cambien los teléfonos, el vino ya no se beba tanto y los escarpines ya no se usen, siguen “pasando cosas lindas en las familias” y está lindo poder contarlo.
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