Siempre se lo ha visto bien acompañado por señoritas muy jóvenes. Sin embargo, en diálogo con Teleshow, Alejandro Huevo Müller confesó que su primer gran amor fue una mujer mucho más grande que él. Y que con ella aprendió que los hombres sí lloran cuando se les rompe el corazón. Algo que, según explica, le viene sucediendo hasta el día de hoy...
-¿La primera vez que te enamoraste?
-En el jardín de infantes me gustaba una chica que se llamaba Maya. ¿Podés creer el nombre? Yo tendría cuatro años, una cosa así. Pero mi gran amor fue cuando estaba en cuarto grado: me enamoré de la maestra.
-¡No me digas!
-Sí. Se llamaba Susana, me parece. Y fue una historia muy interesante porque yo estudiaba en el Colegio 3 de Merlo, la zona dónde nací, y cuando llegué al primer día de clase me encontré con esta señorita que yo no conocía, porque había llegado en reemplazo de la titular que no sé qué problema tenía. Era una chica jovencita y muy linda. Así que, apenas la vi, me enamoré.
-¿Fue amor a primera vista?
-¡Como siempre! Yo fui re enamoradizo desde que nací. Y hasta el día de hoy lo sigo siendo...El amor lo padecí desde chiquito. ¿Entendés? Siendo un niño, ya sufría porque estaba muy enamorado de ella.
-¿Y cómo lo demostrabas?
-Me sentaba en la primera fila y la miraba fascinado. Hacía todas las tareas. Y le llevaba frutas...Así fue durante un mes y pico. Pero un día, cuando llegué al colegio, vino la directora y nos informó que la señorita Susana no iba a venir más porque volvía la maestra titular.
-¡Qué momento!
-No te puedo explicar lo que fue para mí... Imaginate que eso pasó hace más de cincuenta años y todavía lo recuerdo. ¿Sabés qué hice en ese momento? Decidí terminar mi ciclo escolar.
-¿Cómo? ¿Dejaste el colegio porque cambió la maestra?
-Sí: me fui del colegio. Lo abandoné, aunque no definitivamente.
-¿Entonces?
-Aproveché el recreo y me escapé por la puerta de un patio lateral. Me fui. ¿Te acordás de ese maletincito de cuero con los dos bolsillitos?
-¿El portafolio?
-Sí, el viejo portafolio. Bueno, yo agarré el mío y me fui. Nunca había ido caminando solo hasta mi casa porque era chiquito, tendría unos ocho años. Y, encima, yo vivía a unas cuantas cuadras del colegio. Lo peor era que mi vieja era maestra ahí. ¡No sabés la revolución que se armó cuando se dieron cuenta de que me había ido!
-Puedo imaginarlo...
-Mi mamá me quería matar, literalmente.
-¿Le explicaste la situación?
-No quise decirle, me daba mucha vergüenza. Y no me acuerdo si después, en algún momento, se lo confesé.
-¿O sea que nadie se enteró de ese amor?
-Para mí, mi vieja se dio cuenta porque fue justo cuando cambió la maestra. Y supongo que alguno más lo debe haber notado. Pero yo en su momento no lo conté. Ahora sí, porque lo recuerdo como mi gran amor incondicional. Y platónico porque, obviamente, no estaba correspondido ya que ella era una chica mucho más grande que yo.
-Qué irónico que en la actualidad te enamores siempre de chicas más jóvenes, ¿no?
-Es que yo calculo que en ese momento la maestra tendría veintipico de años, así que la realidad es que mantuve el mismo target hasta el día de hoy (se ríe).
-¿Y cuál fue tu primera novia real?
-No me acuerdo...
-¿A quién le diste tu primer beso?
-¡Sí! A mi vecinita. Yo tendría trece años y ella, dos menos. El nombre no lo tengo porque pasó en la prehistoria eso...Y fue un beso, nada más, pero yo la consideraba mi novia. La iba a visitar y todo. ¿Pero te digo algo? Yo no me acuerdo mucho de mi pasado, tengo como una memoria a corto plazo.
-Eso es muy sano...
-Totalmente. ¿Viste que hay gente que se re acuerda y vive mucho del pasado? Yo no. Y no es porque la haya pasado mal, todo lo contrario: es porque no me quiero quedar enganchado con cosas que ya no están. Así que vivo el presente.
-¿Es decir que te quedó grabado un amor platónico pero al resto, a los que se concretaron, los soltaste?
-Sí, no me acuerdo ni loco...Aunque, ahora que pienso, hubo otra chica de Merlo a la que le pregunté si quería ser mi novia y me dijo que sí. Pero imaginate que, a los trece años y en esa época, era todo súper inocente. Así que a lo sumo nos daríamos algún piquito.
-Y sin que te viera el padre...
-¡Ni hablar! Lo peor es que ese problema lo sigo teniendo: siempre ando cuidándome de los padres (se ríe).
-¡De no creer!
-Pero yo soy un romántico de toda la vida. ¡Tremendo! Veía una chica y me enamoraba al instante, igual que ahora. Y a veces me daban bola y a veces no, cómo ahora.
-¿Qué pasaba cuando no te correspondían?
-Me iba a otro lado.
-¿Nunca lloraste con el corazón roto?
-Sí, pero aprendí a no quedarme enganchado. Una vez mi hermano, que vio que yo había quedado hecho pelota por una chica, me dijo: “Nunca llores por una mujer”. Bien machista. Yo tendría quince años y, él, veintipico. Él levantaba muchísimo, porque tenía mucha facha. Y yo era muy sufrido. Hasta que un día, una novia de la que estaba re enamorado, lo dejó. Cuando lo vi llorando dije: “Listo, es un boludo”.
-No hay nadie que no haya padecido el amor alguna vez...
-Obvio. Para amar hay que sufrir.
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