Jennifer Lawrence es una de las actrices más interesantes de su generación. No solo es una cara bonita, también una artista talentosa como lo demuestran sus cuatro nominaciones al Oscar antes de cumplir los 30 y sus tres premios Golden Globe. Jennifer se distingue por mostrarse espontánea y natural en cada una de sus apariciones.
Hace dos años, en la gala de los Oscar, la protagonista de Los juegos del hambre protagonizó uno de los momentos más divertidos de la noche cuando enfundada en un vestido Dior fabuloso entró al Dolby Theatre de Los Ángeles con una copa de vino blanco. Se ubicó en un asiento y le indicaron que no era el lugar correcto. Sin problemas, pasó por encima de las butacas para llegar a la asignada. Al rato vio que estaba Meryl Streep y quiso saludarla. Otra vez lo hizo saltando entre las filas sin importarle elegancia, vestido ni tacos altísimos.
La escena lejos de condenarla fue aplaudida. Porque en vez de mostrarse como estrella que parece un robot, ella se dejó ver como un ser humano que reacciona como tal.
En 2013 protagonizó lo que podría haber sido un papelón histórico, pero otra vez lo superó con simpatía y una capacidad de reírse de sí misma envidiable e imitable.
En la premiación de los Oscar, escuchó su nombre que la consagraba ganadora al premio de mejor actriz por su rol en El lado luminoso de la vida. Emocionada, luciendo otro vestido soñado y con todas las cámaras siguiéndola, subió las escaleras del escenario y se dio tremendo porrazo. Lejos de desesperarse hizo lo único que se puede hacer en esos momentos: reírse, levantarse rápido y seguir como una dama.
Lo curioso vino después con la explicación que dio: “Estaba en la premiación, esperando a ver si decían mi nombre, y no paraba de pensar ‘cakewalk, cakewalk’ (en inglés, ‘cake’ significa ‘tarta’ y ‘walk’, ‘caminar’). Y me dije: ‘¿Por qué no paro de pensar en esto?’. Empecé a subir las escaleras y me pisé el vestido, recordé lo que me había dicho mi estilista: ‘Kick, walk, kick, walk’ (‘kick’ es golpear). Se supone que hay que dar un golpe al vestido hacia delante cuando vas caminando. ¡Se me olvidó por completo porque no paraba de pensar en tartas! Y por eso me caí”.
Ante su respuesta alguno se habrá preguntado ¿será cierto? Es que la muchacha tiene algunos antecedentes de ser bastante fantasiosa.
Viendo su presente exitoso resulta casi imposible imaginar a la nena triste que fue. Ella misma contó que no tiene recuerdos lindos de su infancia. “Mi niñez fue infeliz, yo vivía muy ansiosa. De hecho, hasta tuve que ir a un terapeuta porque mis papás ya no sabían qué hacer conmigo. Fue una etapa muy dura. No quiero dar a entender que fui infeliz siempre, pero en mi infancia no la pasé bonito”, reveló en la revista Vogue.
La pequeña Jennifer no paraba un minuto. A sus actividades escolares le sumaba las extras. Practicaba porrismo, softball, hockey y baloncesto. En este último deporte era la única integrante femenina en un equipo de varones porque su padre era el entrenador. Además de crear y protagonizar obras musicales que representaba en su casa, actuaba en el grupo de teatro de la iglesia.
Esta infancia inquieta no fue fácil. Sus hermanos mayores la apodaron “Nitro” abreviatura de nitroglicerina ya que no paraba de moverse. Sus padres la llamaban “plays with fire”. Es que según le contaron habían decidido no tener más hijos pero ella llegó y era porque “jugaron con fuego y se quemaron”. Un tanto extraño el humor de los Lawrence.
La actriz admitió que, en la primaria, la cambiaron varias veces de escuela porque sus compañeros solían burlarse de ella. Uno de los peores momentos ocurrió en la secundaria. Una compañera le pidió que repartiera las invitaciones de su cumpleaños en el aula. “Entregué una por una y al final no había ninguna para mí. Le pregunté y me contestó: es porque vos no estás invitada”.
Fue en la primaria, quizá por su deseo de encajar o de que sus compañeras fueran menos crueles que se convirtió en “una mentirosa patológica. Siempre mentía en todo”.
Las mentiras en general ocurrían cuando quería ganarle a alguien o conseguir mayor atención. “Si alguien me decía ´me duele la pierna´, yo le decía ´a mi me van a amputar la mía la semana que viene´”.
Nadie dudaba de su palabra demostrando que el talento de Jennifer para actuar era innato. Pero ya se sabe que “la mentira tiene patas cortas”. Fue así que Karen, su madre un día apareció por la escuela y se cruzó con una docente que con cara compungida y genuinamente preocupada le dijo: “qué pena lo de la pierna de Jennifer”.
Al volver a su casa, sus padres la confrontaron. Ella primero puso cara de “no sé de qué me hablan”. Pero la evidencia era abrumadora y el enojo de sus padres, también. "Me envolví en una manta debajo de mi cama y tuve que soltar todas mis mentiras. Empecé: ‘dije que papá tenía un bote, que éramos millonarios, que estabas embarazada, que me iban a amputar las piernas, que esterilizo a perros y a gatos el fin de semana...’.
Los padres tuvieron una larga charla con su hija y la convencieron para dejar de decir cosas que no eran ciertas. “Ahora ya no puedo mentir, me pongo ansiosa”. De hechos sus declaraciones impactan por su sinceridad. Dejó bien claro que no piensa pasar hambre por ser un personaje público y la imagen de varias marcas. Ama tanto comer Doritos que en el set de American Hustle manchó varios de los vestidos.
Otro momento de sinceridad fue para explicar su tatuaje en la mano derecha donde puede leerse “H2O”. Ella quería referirse a la fórmula molecular del agua, pero no fue así ya que el dos está por encima y no por debajo de la dos letras: “Tendría que haberlo buscado en Google antes de tatuármelo en el cuerpo para siempre”.
Su experiencia le sirvió para dar un consejo sobre cómo sobrellevar la infancia sin mentiras. “No se preocupen por esas perras. Este podría ser un gran lema, porque durante toda la vida nos vamos a encontrar a gente de este tipo”.
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