La pequeña Zulma se sube al colectivo 119 que la lleva de su casa en Floresta al Teatro Colón para estudiar danza clásica. Los pasajeros rutinarios ya la conocen, y el guarda le deja el asiento. Del otro lado del teléfono, la Zulma de hoy recuerda una infancia muy exigente, de mucho estudio. Si no es el Colón, es el ballet infantil de Beatriz Ferrari o la Escuela de Arte Dramático, o la Manuel Peña, donde cursa la primaria. Es tanta la exigencia, que el estudio y el juego se confunden en el andar cotidiano. “Mi juego de chica era bailar en las terrazas. Saltaba de techo en techo y así me recorría toda la manzana”, cuenta la actriz en diálogo con Teleshow.
En el recorrido por las fotos también aparecen los recuerdos familiares, los veranos felices entre Mar de Ajó y Necochea y un sueño de bailarina clásica que se convirtió en vedette por obra y gracia de un aviso comercial. La publicidad del aceite La Malagueña, ella como una lechuguita a gogó y un apodo que la acompañó durante buena parte de su carrera hasta que dijo basta. Se fue a México a buscar nuevos desafíos y regresó para protagonizar en revistas, drama y televisión. De este trabajo y de aquel legado familiar, afectuoso y exigente, se trata este viaje por los recuerdos de Zulma Faiad.
El vecino ilustre
“Cuánto amor veo en esa foto, fui la primera hija, y una beba muy feliz, muy amada. Hasta que tuve un año vivimos en Santos Lugares, así que esta foto debe ser en esa casa. Mi papá siempre me contaba de nuestro vecino, que nos visitaba y me tuvo en brazos. Ese vecino era Ernesto Sábato”.
Los primeros veraneos
“Con mi mamá Aurora y mi hermana Virginia en Mar de Ajó, con el fotógrafo de la playa. Pasaba todos los días con su barquito y así se ganaban la vida. A Virginia le llevo cuatro años y la adoro. Ella es poeta, escritora, compositora. Mi mamá era una bailarina clásica frustrada, bailaba y cantaba en casa, pero no pudo estudiar, y me acompañaba a estudiar a lo de Beatriz Ferrari, porque al Colón no podía entrar nadie. Es una historia muy sufrida la de mi madre, quedó huérfana de muy chica y mi abuelo se la dio a su hermana para que la críe, y separó a toda la familia. Una historia diferente a la de los Faiad, que tuvieron otras oportunidades en la vida, sobre todo en el plano del amor”.
La gloriosa tía Teresa
“Esto es en Mar de Ajó también. Mi mamá, mi hermana, y a la izquierda, mi tía Teresa, hermana de mi papá. Bellísima mujer, pintora, escritora, un ser espiritual, gloriosa. La tía pasaba las vacaciones con nosotras, hasta que se casó y formó su familia. Mi abuelo Alí era verdulero, tenía una huerta en la casa, y todos los hijos salieron grandes remadores de la vida. Una familia muy besuqueira, abrazadora, cariñosa, y todo eso me marcó para bien”.
Necochea, la felicidad y el amor que no fue
“Acá estoy con mi papá, Jacinto Alí Faiad, cuando ya veraneábamos en Necochea. Tengo los mejores recuerdos de esa playa, del parque Lillo que era mi locura, y, ya de adolescente, de ir a bailar a los boliches. Fui muy feliz allí y soy feliz cada vez que vuelvo. Me acuerdo que me había enamorado de un tal Carlos Arias que era de un pueblito cercano y andaba en una motoneta… Un día que volví, ya de grande, pregunté en un bar si lo conocían. ‘Sí, viene seguido por acá’, me contestaron. Entonces les dije que le avisaran que fuera, que quería verlo. De curiosa nomás, para ver cómo estaba, había pasado tanto tiempo…Se ve que estaba hecho un escracho, porque nunca apareció”.
La reina del ballet
“Estaba matadora ahí, miren a los muchachos de atrás, se ve que les parecía muy linda… Pero estaba simplemente jugando, era muy jovencita, tendría 13 años, y ni me imaginaba ser vedette ni eso estaba en la programación que mis padres tenían para mí. Pero la pose ya la tenía, y eso me viene de la formación de danza clásica, donde te dan una postura y una actitud que te duran para toda la vida”.
El desafío mexicano
“Acá estoy en México haciendo una zarzuela, ‘Las Leandras’, en la que era la protagonista. Me fui a México para probarme. Acá había hecho el famoso aviso de la lechuguita y me llovían oportunidades. Un día me pregunté qué hubiera pasado sin ese aviso, si podía triunfar en otro lugar y ser reconocida, y me mandé. Al principio era por 45 días y me terminé quedando siete años. Filmé por todo el país, por toda América Latina y en Estados Unidos. Sí, pude lograr el reconocimiento más allá de la lechuguita”.
El cariño del público
“La época de Matrimonios y Algo Más, estoy con la peluca del sketch que hacía con Gianni Lunadei. Fue muy popular ese programa, lo llevamos al Teatro Astros y también hicimos una gira inolvidable por Uruguay. Matrimonios… marcó una época para todos los que pasamos por allí y hasta el día de hoy la gente me recuerda esos bellos personajes que me escribía Hugo Moser. Hoy también me escriben mucho por la Tía Titina, el personaje de ‘Floricienta’. Como volvieron a transmitirlo, la gente lo tiene muy presente”.
Confieso que he trabajado
“Ya había hecho el aviso de la lechuguita y me vio en Canal 13 el empresario del Maipo y me ofreció un contrato, después apareció Carlos Petit y me llevó a El Nacional. Mientras, en casa empezó un tira y afloje: mamá aprobaba y papá rechazaba de plano… ¿hasta dónde iba a mostrar la nena? Empecé a trabajar como vedette pero con la ropa que mi madre autorizaba. Además era menor de 18 y no podía trabajar, venían los inspectores y me escondían en los camarines. Y desde entonces no paré nunca, solo para parir. Trabajar no sólo te dignifica como persona, también, cuando conseguís trabajar de lo que te gusta, es terapéutico, sanador. Y este fue mi caso”.
SEGUÍ LEYENDO