Corría el año 1984. Y Carlín Calvo estaba, sin lugar a dudas, en la cresta de la ola. Él era, junto con otros jóvenes de la época como Ricardo Darín, Darío Grandinetti, Raúl Taibo y Carlos Olivieri, uno de los integrantes del recordado equipo de Los Galancitos. Y las mujeres argentinas morían por conocerlo. Pero hubo una en particular que, a diferencia la gran mayoría, tuvo la oportunidad de tenerlo como invitado en su fiesta de quince años. Ella fue Carolina Papaleo, por entonces conocida como “la hija de” Irma Roy y Osvado Papaleo. Y ese recuerdo quedó grabado en su corazón hasta el día hoy.
“Cuando era muy chiquita, me gustaba un pibe que se llamaba Marcelo Chimento. Yo tendría cinco o seis años y lo miraba por la tele. Y, cuando jugaba en casa, me imaginaba que él era el personaje masculino de todas mis historias. Pero nunca lo vi personalmente. En cambio, de adolescente, me enamoré perdidamente de Carlín y a él sí lo conocí”, asegura la actriz y actual conductora de Vivo para Vos, por El Nueve, en diálogo con Teleshow.
—Contame, por favor...
—Carlín fue el gran amor de mi adolescencia. Y, además, era amigo de mis viejos, así que en las temporadas de verano salíamos todos juntos. Como yo cumplo años el 19 de enero, siempre me lo encontraba en Mar del Plata para esa fecha. Y, a los catorce años, me regaló un suéter de una marca de moda que venía en una lata. Así que todas las pibas nos sacábamos fotos con la lata...
—¿Con la lata?
—Claro, porque adentro estaba el suéter que me había regalado él. Y él era “Él Galán”, ¿no sé si te queda claro?
—Entiendo.
—Después vino a mi cumpleaños de quince, que lo festejé en el Torreón del Monje, y ahí sí me saqué fotos con él. Mi cara de felicidad lo dice todo...
—En ese momento Carlín tendría unos...
—Treinta y un años, por ahí. ¡No lo puedo creer! Y yo lo veía como un señor grande....
—¿Él sabía que era tu amor platónico?
—Sí, claro que lo sabía...¡Era obvio!
—¿Y qué te decía?
—No me decía nada, pero estaba claro que yo estaba muerta con él. Además, estoy segura de que mis viejos me gastaban por detrás. Yo lo veía por la tele todo el año. Y no me perdía ninguno de sus espectáculos: fui a Chúmbale, Extraña Pareja, Taxi...Así que, cuando llegaba el verano y lo tenía en frente mío en las cenas, me quedaba embobada mirándolo.
—Es que a diferencia del resto de las fans de Carlín, vos tenías la posibilidad de interactuar con él...
—Pero tampoco le iba a decir: “Estoy enamorada de vos”. Además, no hacía falta: sólo con verme la cara se tenía que dar cuenta.
—¿Y qué te pasaba cuando lo veías con sus parejas?
—Él en ese momento estaba con Luisina Brando, con la que estuvo muchos años. Pero a mí no me importaba nada. ¡Para mí era él!
—¿Qué pasó con el correr de los años? ¿Te desenamoraste?
—Yo empecé a laburar en los medios y nunca me tocó trabajar con Carlín. La única vez que hicimos algo juntos fue cuando tuve una participación en Drácula, que fue cuando a él le agarró el primer ACV y yo ya lo tenía a a mi hijo, Matías. Pero la verdad es que, una vez que entré en la profesión, hubo un click porque empecé a ser un par del resto de los actores. Y se terminó.
—¿Lo desidealizaste?
—Claro. Al igual que al resto de los artistas. Yo me acuerdo que de chica, por ejemplo, miraba todas las novelas de Andrea del Boca y era mi ídola. En cambio, después, se convirtió en una colega a la cual admiro. Y con Carlín me pasó lo mismo. Cuando era chica él salía con el grupo de mis viejos y yo lo miraba fascinada. Pero una vez que terminé el secundario y me convertí en actriz profesional, se me pasó esa cosa. Igual, cada vez que me lo cruzaba me causaba gracia porque pensaba: “¡Lo enamorada que estaba yo de este hombre!”.
—¿Y él nunca te tiró onda de grande?
—No: siempre fue amigo de la familia y nunca me insinuó nada. ¡Mirá que era bravo Carlín!
—Por eso te lo pregunto...
—Cómo será la cosa que en el 2014, después de su segundo ACV, vino a verme al teatro junto con Javier Faroni. Yo estaba haciendo la comedia Sé infiel y o mires con quién, en Mar del Plata, y lo había invitado a la función. Pero la verdad es que no sabía si él me iba a reconocer después de lo que le había pasado. Sin embargo, cuando fui y lo saludé, me miró y dijo: “¡Ésta nunca me dio bola!”.
—¡¿Qué?!
—Sí, dijo: “¡Ésta nunca me dio bola!”. Él sabía, perfectamente, que yo había estado enamorada de él toda mi adolescencia. Así que, cuando me salió con eso, me dí cuenta de que tenía muy en claro quién era yo.
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