Lleva grabados 13 discos desde 1977, apareció en más de 50 películas y sufrió cerca de 18 conmociones cerebrales (palos de billar, botellas llenas, botellas vacías, algún que otro vaso). Su vida fue un sube y baja emocional, desde que su padre lo llamó “pastel de carne” al verlo recién nacido, hasta hoy. Marvin Lee Aday se cambió de nombre (se puso Michael en el documento), renovó la comedia musical con su estilo único, perdió la voz y la volvió a encontrar. Se sigue haciendo llamar Meat Loaf y ya no le importa nada.
Pesaba 80 kilos en quinto grado, más de cien en séptimo, Marvin era enorme y el apodo que le había puesto su padre encajaba a la perfección para los que querían burlarse de él. Lo acosaban cada día en la escuela y en casa las cosas se ponían peor. Su papá era Orvis Wesley Aday, el que lo había bautizado, un policía alcohólico y violento que iba y volvía de la casa, lo golpeaba, se perdía en los bares. Su madre, Wilma Hukel, maestra, lo soportaba. La primaria fue un pequeño infierno en Dallas, su ciudad natal, y la gordofobia estaba a la orden del día no solo en el colegio, sino también en los medios de comunicación: ser gordo estaba mal.
“Mi nombre real es Marvin, y Levi’s tenía un comercial en la radio que decía, ‘Pobre Marvin no puede usar Levi’s’. Yo estaba gordo y casi me destruye. Todavía no lo he superado. Si hubiera tenido abogados mientras crecía, hubiera sido dueño de esa compañía ... Siempre he sido el pobre Marvin gordo que no puede usar Levi’s”, le dijo el músico hace unos años a la revista estadounidense Blenders, en medio de una entrevista. Conociendo ese antecedente es más fácil entender por qué se cambió el nombre con el que tanto fue humillado. Aunque tuviera que hacerlo por un apodo todavía más cruel. “Lo más cerca que he estado de estar delgado fue en South Park. Les dije que la única forma en que podían usarme era si me dibujaban delgado. ¡Y lo hicieron!”, llegó a decir hace poco el nuevo Michael.
En la secundaria, ese niño traumado iba a encontrar revancha. Su enorme contextura lo ayudó a convertirse en un llamativo jugador de fútbol americano, y aunque su madre pertenecía a un coro de góspel, él aún no pensaba en cantar. Marvin era un adolescente aun cuando ella murió de cáncer y después del funeral, su padre alcoholizado lo atacó ferozmente. En 1993, le contó a la edición norteamericana de la revista Rolling Stone: “Estaba en casa con un amigo y mi padre entró gritando 'Saquen a estas mujeres de aquí´. Pero no había nadie allí. Entré en mi habitación y mi padre me atacó con un cuchillo de carnicero. Fue como una película. Me bajé rodando y el cuchillo de carnicero dio en el centro de la cama. Así que me fui, y ese fue el fin de Texas”.
La pelea terminó con los dos lastimados y con Marvin huyendo para nunca más volver a esa casa. De Dallas terminó yendo en Los Ángeles, donde comenzó a actuar y cantar. Así como en su momento descubrió que podía ser un buen deportista, ahora también veía el potencial en sus cuerdas vocales y su carisma. En “Everything Louder Than Everything Else: Meat Loaf Guide”, el libro de Daniel Wheway sobre la carrera del artista, publicado en 2017, el autor cuenta que durante la sesión de grabación de la primera canción de su banda Meat Loaf Soul, llegó a tocar una nota tan alta “que logró quemar un fusible en el monitor de grabación”. Después de eso le llovieron contratos, era un bicho raro y talentoso, pero él dijo que no hasta que finalmente se le dio la gana de convertirse en un cantante en serio. Por esos días, el teatro podía más.
Después de actuar en “Hair”, un clásico de la comedia musical de la época, en 1971 grabó un disco con su compañera de elenco Stoney Murphy y juntos se convirtieron en los primeros artistas blancos en firmar con la compañía Motown. Entre castings y funciones, Meat Loaf conoció a Jim Steinman, quien se iba a convertir en su gran colaborador. Empezaron a trabajar en Bat Out of Hell en 1972, pero recién pudieron lanzarlo en 1977, cuando se convirtió en un éxito mundial. Por esa época también se destacó cantando y actuando en “The Rocky Horror Picture Show” en teatro y también en su versión para el cine. Además, empezaba a traspasar las fronteras americanas y a causar sensación en Europa.
La aparición de Meat Loaf en el clásico programa Saturday Night Live, durante 1978, terminó de convertirlo en profeta en su tierra. Las cosas estuvieron bien, el artista ganaba dinero y viajaba mucho, pero una distancia repentina con su socio musical le jugó una mala pasada que la pagó con su cuerpo. Steinman se alejaba y Meat Loaf iba perdiendo la voz. Además de esa deficiencia en las cuerdas vocales y un constante estado de alteración, el abuso de alcohol y drogas iban arruinando su imagen, su salud y sus relaciones. Finalmente consultó con un psiquiatra y pudo recuperarse de a poco. Mientras tanto, grababa otros discos (Midnight at the Lost and Found, de 1983; Bad Attitude, de 1984 y Blind Before I Stop, de 1986) y giraba por el mundo con sus shows híper teatrales y su caudal de voz único y totalmente diferente al de cualquier otro rockero.
En medio del éxito y la euforia por la fama, un poco de sobriedad vino bien para arrancar la década del 90. Incluso se le fue el enojo con Jim y juntos volvieron con Bat Out of Hell II: Back, en 1993. El disco de mayor éxito se estaba convirtiendo en una saga. El 31 de octubre de 2006 y con la producción de Desmond Child, Meat Loaf volvió con la tercera y última parte de Bat Out of Hell denominada The Monster Is Loose. Después llegarían tres discos más (Hang Cool Teddy Bear, de 2010; Hell in a Handbasket, de 2011 y Braver Than We Are, de 2016). Y también llegarían los problemas de salud llevados directamente al escenario. Mientras presentaba su último disco de estudio en vivo, con su banda, sufrió un desmayo en medio del show. Y no era el primero. En 2011 ya había tenido un problema similar, cuando se desvaneció mientras daba un show en Pittsburgh y en ese momento se lo adjudicó al asma.
Después de la última caída, Meat Loaf comentó en una entrevista con la agencia The Associated Press: “Tengo un plan si muero. La banda toca ‘When the Saints Go Marching In’ y luego deja sus instrumentos y dirige al público en una canción, ‘Take Me Out To The Ball Game’. Y si resulta muy mórbido dejarme en el escenario, retírenme del escenario y aun así hagan lo mismo”. Los últimos años del nuevo Michael Aday son mansos, en una casona de Austin, Texas, donde vive con su segunda esposa Deborah Gillespie. No se avergüenza de reconocer que simpatiza con Donald Trump y que desconfía de Greta Thunberg.
“A Greta le han lavado el cerebro pensando que hay cambio climático y no lo hay. No ha hecho nada malo, pero se ha visto obligada a pensar que lo que dice es verdad”, declaró hace poco en el periódico Daily Mail. La activista de 17 años, le respondió con altura, desde sus redes sociales: “No se trata de Meat Loaf, no se trata de mí. No se trata de cómo me llaman algunas personas. No se trata de izquierda o derecha. Se trata de hechos científicos. Y de que no estamos al tanto de la situación. A menos que comencemos a enfocar todo en esto, nuestros objetivos pronto estarán fuera de alcance”.
Lo objetivos de Meat Loaf parecen haber cambiado. No grabó tantos discos, pero dejó huella. Al igual que en el cine con sus participaciones en El mundo según Wayne, El Club de la Pelea o Tenacious D in The Pick of Destiny, así como también en las series de televisión House, Monk, Glee, Elementary o Ghost Wars, entre tantas otras producciones. Ya no hay shows que puedan soportar sus dolores de espalda, ni discos que grabar porque su salud no está para aguantar muchas más horas en un estudio. La rebeldía de otros tiempos en los que se impuso como un verdadero astro del rock con su voz arrolladora, venciendo todos los patrones de belleza conocidos, quedó atrás, en el recuerdo de sus canciones. Los años nunca vienen solos.
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