Los albores de la cuarentena encontraron al músico argentino Coti Sorokin en Uruguay, en medio de un trabajo grupal con sus músicos, lo que lo alejó físicamente de su familia. Sin embargo, ya desde octubre del año pasado estaba separado de Valeria Larrarte, su esposa de más de 25 años de relación, con quien hoy atraviesa un escandaloso trámite de divorcio, que además lo convierte en una de las divisiones de bienes más caras de los últimos tiempos.
Cultor del perfil bajo, en oposición a su alta exposición artística, el artista (creador junto a Diego Torres de uno de los mayores hits musicales de la historia argentina, “Color esperanza”) mostró en muy pocas oportunidades su mundo íntimo, el cual prefería preservar más que potenciar. Alguna nota en una revista de actualidad nos permitió conocer a Valeria y a su particular prole: dos pares de mellizos, Maia e Iván, quienes nacieron en 1995, y Leyre y Dylan, en 2004.
La separación -guardada hasta ahora bajo siete llaves y llevada adelante sin trascender- data entonces de casi un año a esta parte, pero detonó públicamente esta semana cuando aparecieron rumores de una relación sentimental entre el rosarino y la actriz Juana Viale, según anticipó la periodista Debora D’Amato el jueves pasado en Intrusos. Aunque luego fue minimizada por algunas fuentes cercanas -afirman que solo hay una buena amistad y un trabajo en conjunto, al participar ella en un videoclip suyo, y de ahí la “confusión”-, lo cierto es que sirvió para confirmar la separación de Sorokin con la madre de sus hijos, con quien ha compartido un cuarto de siglo.
Coti le baja el tono a las versiones y lo seguirá haciendo. “Hace un año que estamos separados, está todo bien”, afirma cuando se le consulta sobre el tema, pero hay otros factores que no revela.
Los ribetes del divorcio son millonarios y escandalosos. La aparición de los rumores de una supuesta relación de Coti con Juanita Viale no le molestaron tanto a Valeria por su eventual carácter sentimental, ya que no habría existido infidelidad alguna (están separados desde hace meses), sino por la participación de la nieta de Mirtha Legrand en un clip del músico y la difusión del material a sus espaldas.
¿Qué tendría eso de malo? Que Coti y Valeria no solo eran pareja sino también socios en los negocios de la empresa musical del cantante. Ella, dispuesta a llegar a las últimas consecuencias por la división de bienes y el trámite de divorcio, contrató a la especialista número uno de la Argentina para estas gestiones: la implacable abogada Ana Rosenfeld.
Según pudo saber en exclusiva Teleshow, están pendientes las audiencias de conciliación y el trámite grueso de la división de bienes porque en este divorcio -como en la mayoría, pero aquí por partida doble- lo económico es un detalle enorme: al ser socios en empresas y emprendimientos de la carrera musical y artística del rosarino, la cantidad de cuentas, ganancias, bienes y derechos gananciales a analizar y eventualmente dividir son de proporciones millonarias. A nadie le gusta hablar de plata y menos públicamente, pero es así.
Coti Sorokin -Roberto Fidel Ernesto Sorokin Espasa, en rigor- es autor de su propio material y de una gran cantidad de canciones exitosas de muchos de los cantantes más famosos de habla hispana. De hecho, su mayor hit, “Color esperanza”, fue un ícono en la carrera de Diego Torres y elemento de una gran polémica por la autoría, en verdad compartida por ambos, a la hora de “adueñarse” de los honores de semejante canción que el hijo de Lolita Torres entonó nada menos que frente al Papa Juan Pablo II. En su momento, ambos músicos hablaron públicamente de sus diferencias y la polémica por la autoría de esa canción.
Citar ese caso sirve de ejemplo para -intentar- figurarse las enormes ganancias que Coti Sorokin ha obtenido a lo largo de las últimas dos décadas por ser un prolífico compositor, cuyas letras han entonado Enrique Iglesias, Natalia Oreiro, Fito Páez, Julieta Venegas, Paulina Rubio, Alex Ubago y La Oreja de Van Gogh, entre muchos otros.
Las cuantiosas ganancias por derechos de autor, además de su éxito personal por sus canciones, su reconocimiento en otras latitudes -sobre todo en España-, sus discos vendidos, las reproducciones en tiendas digitales y los shows que ha hecho a lo largo del mundo entran en materia de análisis, estudio y eventuales discusiones en este divorcio que está en su etapa más beligerante. La exposición pública de la vida personal y sentimental del cantautor y su “affaire” -en principio artístico- con Juana Viale desató la furia de su ex, convirtiendo un divorcio que venía tramitándose en bajísimo perfil, en un verdadero escándalo que recién comienza.
Volviendo al rumor instalado entre Coti y Juanita Viale, se dijo que ella sigue de novia y próxima a una convivencia con su nueva pareja, el arquitecto Agustín Goldenhorn. Hace poco tiempo ella y el músico habían participado juntos en un vivo de Instagram en el que hablaron de su amistad y buena onda. Lo que molestó a Larrarte fue la difusión de las imágenes del clip sin consulta previa, la cual consideraba necesaria al seguir siendo socios.
Anoche el cantante apareció en un reportaje íntimo con Julieta Prandi en su ciclo Confesiones, por América, pero cuando esa entrevista se grabó -antes de la pandemia- él todavía estaba en pareja con Larrarte, por lo que la confusión sobre las idas y vueltas del mundo sentimental del músico es enrome: en una sola semana se difundieron los rumores con Juanita, se blanqueó un divorcio hasta ahora silencioso y apareció un reportaje fuera de época que solo aumenta la exposición pública de una figura que siempre ha buscado ser noticia por su profesión y ahora aparece envuelto en semejante caso público.
Antes, la historia de amor entre Valeria y Coti, la consolidación familiar y el andar juntos para la construcción de una carrera mega exitosa los encontró durante más de dos décadas en un camino de superación y enorme amor. “Yo me crié en Concordia, aunque nací y después volví a estudiar a Rosario -había contado el cantautor en un reportaje compartido con su mujer y sus hijos en el programa Padres e hijos, de la TV Pública, hace dos años-. Pero siempre fui y me sentí como del interior, digamos. Y cuando llegué a Buenos Aires empecé a hacer 200 mil cosas que tenían que ver con el trabajo de ganarme la vida en un lugar nuevo. Y en ese contexto, viviendo con Valeria, conviviendo en un departamento muy chiquito, nos enteramos de que íbamos a ser papás”.
Corría entonces la vida en 1994. “Fue como un baldazo de agua fría porque no lo esperábamos -contó en aquel entonces Valeria-. Y cuando nos enteramos de la noticia no hablamos del tema por una semana, más o menos, tipo silencio absoluto”. La sorpresa, además de la paternidad en sí misma, tuvo que ver con saber que tendrían mellizos. “Lo llevamos con mucha incertidumbre; dando batalla, dando guerra, sin saber cómo íbamos a pagar el alquiler el mes que viene o cómo íbamos a llenar la heladera”, acotó él.
Nueve años después de aquellos inicios duros en los que juntos pudieron contra todo y empezaron a armar lo que sería una exitosísima carrera en la que ella tuvo mucho que ver, la sorpresa volvía a golpear la puerta de una familia ya consolidada, cuando llegó la noticia de que iban a ser padres, y otra vez de mellizos. Hoy los chicos están grandes: Maia e Iván tienen 25 años, mientras que Leyre y Dylan tienen 16. La familia enfrenta desde hace un año la ruptura de los padres pero ahora también la batalla legal entre ellos que cambió aquellos tiempos inquebrantables como núcleo irrompible por una grieta sin retorno.
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