Alta Suciedad y Honestidad Brutal fueron el puntapié inicial de la segunda etapa solista de Andrés Calamaro. El músico estaba atravesando un año muy especial en 1997 porque ya se había despedido de Los Rodríguez y, al igual que una década atrás, intentaba comenzar un camino en solitario. Sin embargo, esta vez el resultado iba a ser muy distinto a la travesía iniciada en los ’80.
En 1986 se había alejado de Los Abuelos de la Nada para emprender una carrera individual que no iba a resultar sencilla. Luego formó Los Rodríguez, grupo con el que le fue más que bien, y ahora lo intentaba nuevamente: ¡Sí, diez años después!
En una entrevista con Página 12 publicada en noviembre de 1998, Andrés decía al respecto: “Realmente hay como una historia de diez en diez porque fue en el ’83 cuando con Los Abuelos hicimos Mil horas y, diez años después, con Los Rodríguez, hicimos Sin documentos. Y si en el ’86 yo me quedé solo fuera de Los Abuelos, en diez años llegó el momento de ser solista nuevamente”.
Alta Suciedad fue lanzado oficialmente el 9 de septiembre de 1997 por la discográfica Warner y se trató del primer disco de Calamaro luego de la separación del exitoso grupo que compartió con Ariel Rot, Germán Vilella y Julián Infante. Contó con 14 canciones, todas compuestas por “El Salmón”; y en algunas ediciones se incluyó el tema “Catalina bahía”, de Miguel Cantilo y Jorge Durietz.
“Unas cuantas cuestiones había que resolver para grabar Alta Suciedad. Varios meses antes de grabarlo hice los primeros demos con algunas de estas canciones. Después salimos de gira con (Joaquín) Sabina y Los Rodríguez mientras armaba un estudio doméstico instalado en un cuarto piso en el barrio bohemio de Madrid. Cuando terminamos la gran gira, me volqué en el estudio casero a grabar, a razón de una canción por día”, recordó el protagonista en una entrevista con el portal Silencio.
Respecto a los temas, narró: “De la primera serie fueron ‘Crímenes perfectos’, ‘El tercio de los sueños’ y ‘Comida china’; y de la siguiente temporada de maquetas aparecieron ‘Flaca’, ‘Loco’ y ‘Todo lo demás’. ‘Alta suciedad’ (la canción) responde a unas grabaciones espontáneas en un formidable estudio de grabación de Madrid antiguo; y ‘Donde manda marinero’, a una serie escalonada de grabaciones, primero en mi domicilio y después en estudio con un músico adjunto (…). Hay un antes y un después de Alta Suciedad”.
El disco fue producido por Joe Blaney, quien trabajó con artistas de la talla de The Clash, Ramones, Prince, Keith Richards e hizo varios de los mejores álbumes de Charly García. Además, contó con la participación de una selección de grandes músicos: Hugh McCracken, Marc Ribot y Eddie Martínez estuvieron a cargo de las guitarras; Charly Drayton y Chuck Rainey hicieron los bajos; Steve Jordan fue el baterista; Crispin Cioe y Ken Fradley participaron en los vientos; y Crusher Bennett hizo la percusión. De los coros se encargó Celeste Carballo, mientras que Ramón “Palito” Ortega tuvo su lugar en la recordada y simpática canción “Elvis está vivo”.
Muchos de los temas de Alta Suciedad se escucharon en todas las radios del país, de la región y de España, nación que adoptó al artista como propio; y el éxito del músico quedó retratado en el hecho de que este álbum se transformó en el segundo más vendido de la historia del rock argentino, solo superado por El amor después del amor, de Fito Páez.
La vuelta de página hacia una “honestidad brutal”
Tras el éxito comercial de Alta Suciedad, se esperaba con expectativa la salida de Honestidad Brutal (1999). ¿Tendría 10 canciones? ¿12? ¿15? Nada de eso. Calamaro patearía el tablero y, luego de largas disputas con la discográfica, editaría un álbum doble de 37 temas. ¡Sí, 37! Tenía mucho para decir y eso se notaba a la vista. Igualmente sería poco en comparación al disco quíntuple que editaría al año siguiente. (El Salmón contó con 103 composiciones).
En Honestidad Brutal, el artista profundizaría su crítica hacia la realidad política y social del país, mirada que había iniciado con la canción “Alta Suciedad” del disco que llevó ese nombre. “Alta suciedad, basura de la alta suciedad, no se puede confiar en nadie más...”, expresaba un ácido Andrés.
Para el fin de siglo, grabaría dos piezas que retomaron esa idea: “Clonazepán y circo” y “No tan Buenos Aires”. “En nuestra vida real siempre fuimos decadentes, tuvimos la libertad apretada entre los dientes”, sostenía en la primera; mientras que en la otra subrayaba: “No me gusta, pero es lógico que pase, si algunos chorros y grasas tienen 17 casas...”.
Preguntado por este periodista si se había propuesto de antemano esa visión crítica o si surgió espontáneamente, Andrés respondió: “Es lo mismo lo espontáneo y lo antemano. Lo mismo para la música y para la letra. Ya teníamos meditadas muchas cosas, con mis compañeros teníamos mucho diálogo y tertulia buena, pero siempre aprendiendo con los que saben: los intelectuales, el cine, la música, los libros, la realidad, la calle, los bohemios, el pueblo y los aeropuertos. Cuando hace falta somos espontáneos escribiendo, cantando y hablando. Así era hace 20 años y así es ahora”.
Los días de Honestidad Brutal eran “de 72 horas”, según el propio Calamaro recordó en ese diálogo con Infobae el año pasado. “Grabamos todos los días durante nueve meses, y también las noches. El resto del tiempo abusábamos de los tópicos malditos del rock, siempre bienvenidos por entonces. Con buenas intenciones, diálogo ideológico, integración con sectores valiosos en el rock, Argentina en el cielo y los subsuelos. Sobrevolando lugares finos y tachos de basura”, detallaba.
Este álbum, que también contó con la producción de Blaney, buceó por distintos tipos de canciones. Como decíamos, estuvieron aquellas que pusieron la lupa en la realidad política, pero también -por supuesto- dieron su presente las de amor, despecho y aquellas que referían a esa vida de excesos, de la que el propio Andrés refirió dos décadas después.
Entre los temas más recordados del disco obviamente están “Paloma”, “Te quiero igual”, “La parte de adelante” y “Cuando te conocí”. El propio Calamaro explicó cada uno de ellos en la conversación citada con este medio:
-“Paloma”: “La respuesta es insólita y estoy tan agradecido (...). En todas las canciones trabajamos mucho, como chinos. Pero ‘Paloma’ es especial, no sé exactamente por qué. Quizás sea el oasis argentino”.
-“Te quiero igual”: “Es un malentendido, es una letra amarga que se prohíbe el verbo amar. Es una broma porque repite una misma palabra muchas veces, el mismo ’te quiero’ de Bob Dylan. ’No se si estoy despierto o tengo los ojos abiertos’ es el clásico alegato cultural de las drogas de consumo personal que no constituyen delito alguno. Para mí estaba claro y era evidente. No intentaba definir un estilo de canción ligera. Todo lo contrario”.
“La parte de adelante”: “La que gusta y la cantan todas las hinchadas, es una canción sencilla que no fue fácil grabar como producción. Nos hicimos un lío grabándola”.
“Cuando te conocí”: “La escribí en el avión, en una de mis vueltas a Buenos Aires. Es literal y tiene una guitarra buena que grabamos en New York con Joe (Blaney)”.
Andrés aún hoy se siente orgulloso de Honestidad Brutal. “Es un disco plagado de músicos buenos. Toqué la mayoría de los instrumentos. (...) Casi todas las baterías las grabamos Javier Calamaro y yo. Muchos bajos, guitarras y teclados. No hay canciones especiales en el disco. Quizás, si lo escucho ahora, le descubro cosas nuevas”, concluyó.
Sin dudas, Alta Suciedad y Honestidad Brutal marcaron un quiebre en la carrera de Andrés Calamaro, una carrera que no sería igual a partir de ese momento. Le pusieron su sello a una época y, con el correr de los años, se transformaron en clásicos de la música hispanoamericana.
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