Ríe con frecuencia Florencia Peña. Y lo hace con ganas: su risa resuena en la oficina principal de la productora que montó en una vieja casona de Palermo Soho. “El humor ha sido mi gran aliado, lo que me ha ayudado a poder transcender algunas cosas que me han dolido en la vida...”, explica, y ante el menor descuido aporta una broma, ensaya una ocurrencia, hace un chiste al paso.
En cambio, al hablar es más medida: nunca eleva el tono de voz. Eso sí: jamás lo atenúa. Actriz al fin -o más bien desde un principio: arrancó a los siete años-, sabe proyectar sus palabras para que se escuchen hasta en la última fila de una sala teatral. Y es que todavía tiene mucho para decir, pese a que optó por callar ciertas impresiones. “Sigo pensando lo que pienso; algunas cosas las puedo gritar más fuerte, en otras prefiero ser más cauta”, advierte sobre sus ideas políticas. Pero eso vendrá después.
En esta oficina hay un sofá Chester. “Lo fabricamos nosotros; también vamos a tener decoración, accesorios, calzado”, anuncia la flamante creadora de FdeFlor, el emprendimiento que la tiene entusiasmada. Se trata de una plataforma digital lanzada este jueves, y que además de la tienda virtual promete mucho contenido.
El lanzamiento fue a través de un logrado videoclip de realización propia, en el que la actriz -con un look trapero- realiza distintas coreografías con un grupo de bailarines, y canta: “¿Pero sabes todo lo que me dijeron? Que era chorra, una planera, una puta, una cualquiera, (...) que los cuernos, que el video, poliamor, nos vemos luego”.
Para conversar con Teleshow, Florencia se ubica justo en el medio del extenso sillón, casi sin tomar partido por un lado u el otro. Raro en ella, mujer de convicciones firmes y posiciones tomadas. Pero se sienta en el borde: hasta da la impresión de que podría caerse. No lo hace, claro. Típico en ella, artista construida en base a riesgos y desafíos de los que, sin importar el resultado, sale inmune.
“La plataforma es muy extensa, te diría que infinita -destaca Peña-, con aquellas cosas que tienen que ver con mi vida cotidiana y que quiero contar. FdeFlor es una nueva forma de comunicarme con la gente que me sigue desde hace mucho tiempo para mostrarles otra faceta: quién soy. Hice muchas cosas en mi vida y hay un personaje, Moni Argento, que la gente tiene muy asimilado a mí. Pero también soy una persona con muchas cosas que me gustan, que me interpelan y me inspiran, y que me gustaría transmitir. Esto es lo que a mí me resulta, lo que me gusta usar, los olores que me identifican. Y por ahí, a ustedes también les sirve".
Se enredarán en una engañosa precisión quienes informen cuántos años cumplirá el 7 de noviembre: Florencia Peña tiene una edad propia, huidiza de los rótulos numéricos. “Las mujeres somos muchas en una. Yo soy madre de tres hijos a los que amo profundamente, pero eso no es lo único que me define. Soy madre y soy actriz. Y soy la que muestra el culo en Instagram: tengo mi sensualidad. Y hablo de sexo, de la satisfacción, de que las mujeres tenemos que ir por por nuestro goce. Me permito hablar de muchas cosas porque siento que soy muchas en una”.
—En el comienzo del videoclip con el que lanzás FdeFlor se te ve escuchando lo que distintos periodistas dicen de vos: hay comentarios positivos y otros negativos. ¿Cómo te llevás con la mirada ajena?
—Podría dar cursos online de cómo transmutar eso (risas). No le pongo más importancia que la que tiene: es gente que no me conoce y que proyecta sus propias miserias. No puedo hacerme cargo. Hace muchos años sufría por las cosas que podían decir. Ahora me divierto: en Twitter contesto con humor. Yo soy muy autocrítica, me doy con un caño, y acepto las críticas pero de las personas inteligentes. No puedo darle crédito a alguien que no tiene idea de cómo vivo mi vida cotidiana, aunque crea saberlo.
—Ser rupturista genera rechazo. No es para justificar nada sino para entenderlo.
—Sí, claro: yo sé que soy intensa. Y tiendo a mostrar mucha seguridad aunque me pasan un montón de cosas en la vida. Pero los miedos existen: todo esto de la plataforma me da terror. Y lo hago igual. Siempre voy a alentar el riesgo: aunque el resultado final sea el fracaso, no hay manera de que el camino no sea enriquecedor. Y te lo digo porque he pasado por muchos fracasos a nivel resultado final, y es difícil que no me haga cargo de que me fue mal.
—En el último tiempo la sociedad te interpeló con dureza en dos ocasiones. Una fue con el poliamor: todo el mundo se horrorizó.
—¡Algunos no! (Risas) Pero fueron la minoría (ríe fuerte).
—Hasta te señalaron. ¿En algún momento no dijiste: “¡Para qué lo conté!”?
—Yo no había elegido contarlo. Pero cuando sucedieron cosas, básicamente porque soy una persona pública, decidí contarlo sin dar detalles: la gente se sigue preguntando cómo es mi vida amorosa y nunca lo sabrán porque son acuerdos personales. No quiero adoctrinar ni decirle a nadie cómo debe vivir la vida, pero sí contar mi experiencia: a mí esta pareja me funciona, la paso bomba. Necesito experimentar otras cosas, tengo una pareja con la que lo hago, somos felices y nos encanta. Lamento que se haya filtrado desde un lugar donde tuve que darle explicaciones, tanto a mis hijos como a mis padres; fue todo un tema. No creo en la monogamia: creo que vos podés elegir un compañero de vida y sexualmente te pueden pasar otras cosas. Y con Rama (Ramiro Ponce de León) hemos ido encontrando distintas maneras de cubrir esas necesidades. Pero así como yo no quiero darle lecciones a nadie, tampoco me adoctrinen. Hubo como una cosa de decir: “No puede ser, esto así no”. No, no, pará. Son pactos de las parejas, que incluso no tienen que blanquearse. ¿Por qué blanquearíamos algo así?
—Cualquiera sea el pacto, sigue funcionando.
—¡Obvio! Llevamos siete años...
—¿Se viene la comezón?
—(Risas) No, no. Somos una pareja muy charlatana y estamos en todo el tiempo chequeándonos a ver si estamos bien, contentos, si hay algo que cambiar. Hacemos terapia juntos. Imaginate que tener una libertad en la pareja hace que tengamos que estar todo el tiempo... Esta pareja más abierta nació porque vivíamos separados. Ahora vivimos juntos, y vamos viendo: el acuerdo es otro, y nos agarró la pandemia, vamos surfeando las olas (risas). Me encontré con gente muy preocupada porque cómo éramos juntos: no se preocupen que estamos bien...
—El otro tema con el que te interpeló la sociedad fue por tu postura política. En un momento pagaste el precio.
—Yo necesité unir dos partes que estaban disociadas. Venía de Poné a Francella y había una cosa de “¡Qué graciosa Florencia Peña!”, pero no se sabía nada de mí: qué pensaba, cuál era mi mirada sobre la vida. Y empecé a sentir que me faltaba integrarme. Entonces salí con los tapones de punta, casi como quien escupe un pedazo de carne que se le quedó atragantado acá, algo que de verdad me pasó de chica: me ahogué, casi me muero. Y la sensación fue esa. Pero por poner ese pensamiento siempre por delante, la artista empezó a ponerse muy por detrás. No me eché apara atrás, pero me puse en un lugar de mayor amplitud, entendiendo que hay gente que me sigue y no piensa como yo. Yo le quiero hablar a mucha gente porque soy una actriz popular, y ponerme tan rígida en un lugar hace que deje afuera a un montón de gente que no piensa como yo. Yo no dejé de hablar; lo que hice fue no poner eso por delante, que eso no me definiera.
—¿Madurez, se dice?
—Sí, claro. Madurez. Tengo para dar mucho más que un pensamiento político. Y desde la violencia y la agresión, nada. Por eso hoy, cuando voy a dar una opinión intento ponerme en un lugar menos violento. Esta es mi verdad; no es la verdad.
—Con el feminismo, todos debimos reconstruirnos. Vos, ¿te replanteaste algo?
—Siempre fui feminista: ningún hombre, nadie, ha logrado que yo no haga lo que yo quiera. En mis relaciones el hombre ha respetado mi manera de ser porque sabía que en cuanto me decían: "Esto no lo digas, esto no te lo pongas, esto no lo hagas”, yo volaba. Después, no soy una feminista de base, no he ido a todas las marchas, pero no por eso no tengo algo para decir: “Hermana, salí de ahí, eso te está haciendo mal, no dejes que un hombre te golpee”. Nosotras tenemos que ser la voz de las que no la tienen. Yo vivo la vida feministamente, no necesito nada, pero hay muchas mujeres que sí. Y bienvenido ese feminismo, el que se volvió más popular, el de ayudarnos desde un lugar sin tanta lectura; me refiero al feminismo práctico, digamos. Y después, la crianza de mis hijos.
Lamento que lo del poliamor se haya filtrado desde un lugar donde tuve que darle explicaciones, tanto a mis hijos como a mis padres; fue todo un tema
—¿En qué sentido? ¿Qué tuviste que corregir?
—Lo que nuestros hijos ven no es lo que uno dice sino lo que uno hace. Y yo empecé a observar mis acciones, lo que veían mis hijos. ¿Y está bien? Y... la verdad que sí: mis hijos ven una madre libre. Pero eso tiene un costo. Tengo un hijo que va a cumplir 18 años, uno de 11 y otro que va a cumplir tres. Los mayores son los que más reciben lo que su mamá hace, y eso siempre está criticado porque yo voy pa' el frente, y eso tiene lo bueno y lo malo. No debe ser fácil ser hijo de Florencia Peña: los chicos han tenido que madurar ciertas cosas que por ahí otros chicos no han vivido de sus padres.
—¿Te han dicho que no es fácil?
—No... Pero puedo llegar a pensarlo. El lado A de eso es que soy una madre que está a la altura de sus libertades. Y así como ellos pueden pasar por ciertas situaciones, porque "mi mamá así o asá”, lo entienden como “mi mamá es libre, esta es mi vieja”. Y yo estoy ahí para que ellos elijan qué quieren ser, cuál es su destino, desde lo sexual hasta lo que se te ocurra. Yo estoy a la altura de la circunstancia. Mis hijos respetan mi libertad porque ven a su mamá siendo feliz como es. Jamás me vienen a decir: “Esto no lo hagas, esto no lo digas”. Todo lo contrario: me aman así porque entienden que esto soy. A mí la maternidad se me critica en términos de: “Mirá lo que tus hijos tienen que soportar”. Y mis hijos están biológicamente preparados para ser mis hijos. No conocen otra madre, solo esta que soy.
—Viviste un momento complicado en la cuarentena: la muerte de tu papá...
—Mi papá ya venía de una enfermedad terminal: cuando le dijeron que tenía un cáncer de páncreas muy avanzado le dieron tres meses de vida. Y a partir de ahí fue todo un proceso... (Se interrumpe). Me emociono porque es muy reciente...
La transcripción de la entrevista necesita una pausa. Este no es un tema más. Julio Peña murió el 23 de abril, cuando toda la Argentina atravesaba la fase 1 de la cuarentena. Su hija lo comunicó una semana después con un posteo en las redes. Ahora, al hablar por primera vez de esos días, se conmueve. Lo ha dicho: es muy reciente. Tanto que Florencia todavía no tiene memoria de futuro, allí donde su padre ya no se encuentra. Ahora hace una pausa, busca ganar ese tiempo con el que aún no cuenta.
“En estos dos años -continúa- mi papá me mostró una fuerza... Le puso el cuerpo a una enfermedad... lo vi atravesar... El cáncer de páncreas te consume, te consume. Y lo vi luchar por nosotros, por no irse tan pronto, por darnos tiempo, por sanar cosas...".
En su relato, Florencia a menudo observará la nada. A veces contendrá las lágrimas; en otras, no podrá. “La generación de nuestros viejos viene de muchos tabúes, muchas negaciones, muy poco afecto. A mis hijos les digo que los amo; a mí papá le costaba conmigo. Y en esos dos años pudimos hacer tantas cosas. Mis papás vivían en Córdoba y cuando supe que se estaba muriendo lo traje a vivir a mi casa. Fue... tan sanador. Pudimos hablar de cosas que no hablamos”.
“Para mi viejo siempre fue muy difícil mi libertad, algo incomprendido, me veía tan osada que le daba miedo: ‘Ay, hija, no quiero que te lastimen’, me decía. ‘Quedate tranquilo papá, yo soy fuerte’. La última vez que me vio en el teatro, en Cabaret, que él pensó que no iba a llegar a veme, vino llorando y me dio un abrazo. Me dijo: ‘Estoy tranquilo porque sé que vas a estar bien, que sos quien querés ser, que aunque yo no esté vas a estar bien’. Y nos abrazamos. Lloré como loca. No sabés cómo lloré ese día. Se estaba despidiendo... Cuando vino la pandemia se entregó, porque ya no nos estábamos viendo".
"Me di cuenta cómo mi viejo luchó dos años cuando le habían dado tres meses máximo. Y entendí muchas cosas también. Cuando un papá se va hay una mirada que deja de estar. Mi viejo siempre tuvo una mirada amorosa pero también muy crítica, y cuando él se fue yo también entendí algunas cosas que a él le pasaban conmigo. Imaginate: yo, poliamor, con mis viejos 50 años juntos. Casi se descomponen... ‘No se me muere ahí, no se me muere más’, dije. Bueno, duró, duró (sonríe). Ahora la estoy acompañando a mi mamá”.
—Tus papá les dio esos dos años que necesitaron.
—Olvidate: fue así. Y tuvimos que velarlo nosotros solos. Pero te voy a decir algo. Fue difícil porque no teníamos a nuestros afectos acompañándonos, pero en definitiva es un pensamiento muy egoísta: su entorno más chiquito, por quienes mi papá luchó, nosotros... estuvimos ahí para él.
Florencia suspira. Enjuaga las lágrimas, sonríe. Dice algo para distender, convida una broma. Es oportuno cambiar el eje de la conversación. Como resaltará a menudo: es muchas mujeres en una sola. Y entre ellas está la figura del teatro y la televisión.
—¿Cómo será volver a hacer Casados con hijos sin Érica Rivas?
—Érica es una gran actriz. Y soy de las que creen que las personas tienen que estar en los lugares que tienen ganas de estar. La vuelta de Casados con hijos fue muy pensada, muy pensada, y mirá lo que nos pasó... En algún momento lo vamos a hacer, pero no sé si va a ser en enero; dependerá de cómo venga todo. Hubiera sido hermoso que estemos todos, pero nada bueno sucede cuando alguien está en un lugar que no tiene ganas de estar. Ella sintió que no tenía ganas de estar en Casados... y yo lo respeto. Si vos me preguntás a mí qué hubiera hecho, quizás hubiera hecho otra cosa distinta. Pero no se trata de mí, porque yo estoy acá.
—¿Lo hablaste con ella?
—Sí, nosotros lo hablamos, claro.
—¿Se lo entendiste? ¿Trataste de convencerla?
—Tratamos de convencerla. Todos tratamos de convencerla porque la queremos mucho, y porque además lo que ella hizo con María Elena es hermoso. Pero bueno, ella tenía muchos pruritos, y ella sabrá: no me voy a meter en su cabeza, su pensamiento y en su necesidad porque no soy ella y no me parece justo meterme ahí. Lo que sí te puedo decir es que estamos armando una versión que está buenísima. Y que va a ser muy graciosa. El espíritu de Casados con hijos, que es lo que la gente va a venir a ver, va a estar. Contundentemente.
—A Érica no le gustaba ese tipo de humor. A vos, ¿ese humor no te hace ruido?
—No. Casados nace en Estados Unidos como una critica a la sociedad, y nosotros la trajimos acá y la hicimos recontra mil argenta. Es una crítica, no es literal: no reivindicamos a Pepe argento como el macho argentino o (decimos) “¡mirá qué bien ser como Moni!”. Por eso el primer año no se entendió: la gente lo tomaba literal, y fue un fracaso. Recién fue un éxito con la repetición. Hubo que entender... En Casados con hijos no hay que mover nada: Moni no se tiene que volver feminsita para que el programa funcione, porque funciona justamente por eso. La gente se ríe de una familia machista: “¡Ay, Dios mío! ¡Ay, qué horror!”. El humor funciona así. Ahora, después, si Érica se sentía incómoda con eso, ahí no me puedo meter. Y la súper respeto.
—Renunciaste al Bailando, o decidiste tu no continuidad, cuando eras número puesto. Y fue una sorpresa.
—En ese momento, mayo, el Bailando arrancaba. Y se me acababa de morir mi papá... No me sentía con fuerzas para hacer ese programa, que es un show, que tenés que estar arriba. Lo llamé a Marcelo: “No estoy para hacer este show ahora”. Y me lo re entendió. Después, el Bailando no se hizo, la televisión se empezó a atrasar, y en ese interín aparece Telefe con una propuesta que me costó llevarla adelante: un magazine a la mañana. “Huy, ¿estoy para esto?”, dije. Pero ahí yo sí tenía más tiempo: no iba a salir antes de septiembre. Me relajé, y se dio todo. Ahora estamos esperando que los picos de la tele mermen porque no me puedo contagiar, o por lo menos no sería bueno que me contagie de arranque. Telefe necesita recuperar sus mañanas, y todo viene concatenado: me estoy haciendo cargo de que soy una comunicadora. Quiero apostar a la conducción en este momento de mi vida. No me parece casual.
La entrevista -que ya superó la hora de duración- se va diluyendo, y los límites de su final parecen confundirse con la charla que quedará fuera de registro, con lo que Florencia dirá -y bromeará- en off. “Me gusta hablar”, reconoce.
Pero antes de que se apague la grabación dejará una máxima. “Tengo una frase que me acompaña siempre: es mejor sorprender. Yo prefiero que nadie espere nada y que digan (imposta la voz en una tonada inconfundiblemente porteña): ‘Che, mirá, ¿canta?’. Y ya hice 10 musicales... Ese redescubrir que el otro tiene conmigo me divierte, no me enoja. ¿Sabés la gente que me dice (de nuevo imposta la voz): ‘Che, no daba dos mangos... ¡Está buenísimo!’? Sigo sorprendiendo, ¡me encanta! Entonces, vamos por más".
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