Lejos de las cuestiones mediáticas, de la vorágine laboral, Tamara Bella hace una pausa para hablar de su familia, sobre todo de su mamá. Al nombrarla se le cambia la voz, siente una gran emoción y se percibe en el tono quebrado. Necesita tomar aire para seguir. Además de la gran relación que las une, desde que comenzó el aislamiento social obligatorio no la ve, porque vive en otra provincia, en Santa Fe. La persona por la que se deshace en elogios se llama Marinês Teixeira. Hace una semana cumplió años, hizo una mención sobre eso en su Instagram y el parecido entre madre e hija llamó la atención de propios extraños. Inmediatamente las consultas estuvieron referidas a que, si no se ofendía, dijera la edad. “Cumplió 47 años. Es muy joven, me tuvo de muy chica”, comienza, y agrega lo que para ella es fundamental: “Lo que pasa es que es brasileña, y viste la genética que tienen ellos, parece que nunca se les pasa la edad”.
A continuación, cuenta que Marinês nació en Itajaí, un pueblito ubicado en el estado de Santa Catarina, al sur de Brasil. La región limita con Camboriú y su principal atracción son las paradisíacas playas. La gastronomía apuntada a la pesca es uno de los principales sustentos de la ciudad. Y en esta charla, también deja en claro que fue el esqueleto de su historia familiar.
—¿Cómo lo conoció a tu papá?
—Mi papá había ido a Brasil a cumplir un sueño, a poner un restaurante en Camboriú, dejando todo atrás, inclusive a su familia. Iba a ser por 3 meses pero le fue muy bien y decidió quedarse. Gracias a que se quedó y a que le fue tan bien, que decidió tomar más gente, ampliar el negocio. Ahí es cuando entra mi mamá ya que Adriano –el nombre de mi padre– decidió ampliar el restaurante. Mi mamá, para poder pagar sus estudios, siempre tuvo que trabajar. De casualidad encontró un folleto en el restaurante de mi papá, que necesitaban gente. Entró mi mamá, le dijo que necesitaba trabajar, la tomó y no solo eso, se enamoraron a primera vista.
—Ahí empezó la historia de amor…
—Sí, se pusieron de novios, al poco tiempo se casaron y enseguida aparecí yo (risas). Muy jóvenes ambos y mamá mucho más, pero cuando hay amor la edad es un número. La gente que se ama no se fija en eso, sino en los sentimientos. Antes de que aparezca yo, cuando quedó embarazada se vinieron. Vino a la Argentina con 16 años, embarazada de mí, para que yo nazca acá.
—¿A qué parte del país vino?
—Mi papá es de un pueblo muy chiquito cerca de Rosario llamado Serodino, que seguramente no lo conozcan, tiene 3.500 habitantes. Y ahí se fueron a vivir. Yo nací en Granadero Baigorria a unos 40 kilómetros de ahí.
—¿A qué edad te tuvo?
—Me tuvo a los 16 años. Era muy joven, con mi papá estaban muy enamorados.
—¿Tenés más hermanos?
—Tengo dos hermanas mujeres y un varón, que se llaman Débora, Iara y Jonathan. Soy la más grande.
—¿Tenés relación con tus abuelos maternos?
—Sí, mi mamá se preocupó para tenga relación y no pierda el contacto. Mi abuelo murió hace unos meses, pero con mi abuela tengo relación. Ella también muy joven. Tengo un árbol genealógico joven, ja,ja,ja.
—¿Siguen juntos tus viejos?
—Estuvieron casados durante 20 años pero por cosas de la vida se separaron. Hoy tienen la mejor relación del mundo, creo que mejor que cuando estaban en pareja. Se acompañan, se quieren, se ayudan y eso es lo más importante para ellos y para nosotros como hijos. De hecho, los domingos almuerzan juntos como hacíamos cuando estábamos todos juntos. La única que falta soy yo que vivo acá en Buenos Aires. Esas comidas de los domingos es lo que más extraño.
—¿Tenés una buena relación con él?
—¿Que si tengo relación con mi papá? ¡Es mi Dios! Fue la persona que me apoyó y confió en mí desde mis 12 años, desde que me inicié con el modelaje. Se tomó tres años sabáticos, acompañándome a todos los castings y sesiones. Ya que está, aprovecho y le pido disculpas por haberle ensuciado el techo del auto con rímel cada vez que pasábamos por un lomo de burro (risas). No hacía a tiempo de maquillarme en casa, porque me iba a buscar a la salida del colegio y partíamos directo.
—¿Y con tu mamá como te llevas?
—La relación con mi mamá es la mejor del mundo… Imaginate que somos prácticamente hermanas. Es más, mucha gente no me cree que es mi madre, dicen que es mi hermana. Y nosotras tenemos un poco esa relación de hermandad. Nos contamos todo, somos amigas y crecimos juntas. Actualmente vive en Santa Fe, al igual que mis hermanos.
—¿Rehízo su vida amorosa?
—Su familia somos nosotros, o sea que no, está soltera.
—¿Qué heredaste de ella?
—De mi mamá heredé el positivismo, la alegría, la energía y las ganas de vivir. Físicamente nos dicen que somos parecidas, pero creo que tengo más rasgos de mi papá. Lo que pasa que al ser mujeres, los ojos... La gente tiende a relacionarme físicamente con ella.
—Ella te tuvo a los 16 y vos fuiste mamá cerca de esa edad…
—Yo también fui mamá joven, a los 19. Renata acaba de cumplir 12 años. ¡No lo puedo creer! Cómo pasa el tiempo. Nadie me cree cuando digo la edad de mi mamá y que es abuela.
—¿Repetís patrones de crianza?
—Con respecto a eso creo que lo que repito es el amor con el que fui criada. Lo que no repito son los chancletazos que por ahí me revoleaba. Ja, ja. Que no se tome a mal, por favor. Fui criada con mucho amor. Pero creo que cuando fui mamá decidí hacer mi propia historia y cumplir mis propios sueños.
—¿El no poder ver seguido a tu familia qué te produce?
—Soy medio la oveja negra de la familia. Somos muy unidos, pero yo desde chica vivo sola, alejada por temas laborales. Los extraño muchísimo, pero al mismo tiempo, si se me presentara de nuevo la posibilidad de elegir un camino, lo volvería a hacer para cumplir mis sueños.
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