Como si las pérdidas económicas provocadas por el parate de los más de cinco meses de cuarentena no hubieran sido suficientes, cuando en el mes de agosto Marixa Balli quiso volver a abrir su negocio de calzado e indumentaria de Flores se encontró con una situación que nunca hubiera podido imaginar. Sucede que, mientras ella estaba impedida de ingresar a la galería de la calle Avellaneda dónde tiene una sucursal de la marca Xurama, se produjo la rotura de un caño en un departamento lindero, que terminó por inundar su local arruinando más de cuatrocientos pares de zapatos que tenía guardados en el depósito.
Lo peor del caso es que, aparentemente, el domicilio particular en el que se produjo la pérdida estaría intrusado. Y, por lo tanto, el dueño de inmueble no querría hacerse cargo del arreglo. Y los responsables de la galería tampoco podrían ingresar al lugar pasa solucionar el problema. ¿En definitiva? Hoy Marixa se encuentra impedida de volver a abrir el local que está cerrado desde el mes de marzo y por el que paga ciento cincuenta mil pesos de alquiler. Y, sin contar el lucro cesante, sus pérdidas ya serían millonarias.
“A mi todo lo que me pasa nunca es normal. siempre la tengo que remar. Estoy, te juro, podrida”, empezó diciendo Balli en Confrontados, por El Nueve, mientras mostraban las imágenes de las condiciones en las que había quedado su negocio. Sin embargo, después de haber pasado situaciones límites como la pérdida de su hermano, Luis Alberto Caballi, que fue arrollado por una moto en 2018 y la caída desde una altura de más de cuatro meses por la que debió ser internada en octubre del año pasado, Marixa decidió tomarse la situación “con onda”.
“Cuando llegué estaba nadando: era todo agua, agua y agua...Y el calzado estaba aniquilado”, aseguró la bailarina y actual empresaria. Sin embargo, confesó que lo que en verdad le "dio bronca” fue que nadie de la galería la llamara para avisarle lo que estaba ocurriendo, teniendo en cuenta que por el aislamiento social obligatorio ella no estaba autorizada a ingresar al lugar.
“Vos no podías entrar a una galería mientras estaba la cuarentena porque no estaba abierta. Así que tenías que pedirle permiso al dueño: ‘Mirá, quiero ir retirar mercadería...'. Era todo un protocolo. Pero ellos, ¿cómo no ponen a una persona que vaya todos los días o cada dos días a ver que ningún local sufra un problema o que no hayan entrado chorros?”, se preguntó Balli.
El tema es que, ahora, Marixa no encuentra a quién reclamarle por los daños. “Acá no se quiere hacer cargo nadie. Y, aparte, ustedes saben que se paga mucho dinero. Porque no es sólo lo que sale el alquiler que es carísimo, porque está en un lugar de mucho privilegio de venta mayorista que ahora no está ocurriendo, sino que uno paga una llave en dólares y son miles y miles y miles de dólares...No lo quiero ni decir cuánto, porque en la situación en la que estamos ahora da vergüenza”, explicó.
Luego, Balli terminó reconociendo que las cifras que se abonan para ingresar a un local como el suyo van desde los treinta mil hasta los ciento cincuenta mil dólares. Y explicó: “Si yo me retirara, nadie me devolvería lo que me queda por cumplir de contrato y perdería miles de dólares. Entonces es un dolor de cabeza, porque tampoco te ampara absolutamente nadie, ese es un dinero que vos pagas en silencio. ¡Tomá, la llave para entrar!. ¿Qué me cubre a mi la llave ahora?”.
Para colmo, según explicó Marixa, al ver su local vacío muchos de sus clientes creen que no está trabajando. Y esto le dificulta también las ventas online, que es con los que se sostiene desde que empezó la pademia. “Si nadie puede ingresar, es un viva la Pepa. ¿Cómo hago yo para solucionar algo? Pensaron en ponerme placas de humedad, pero eso no frena el agua...Estoy con una incertidumbre que digo: ‘¿Para qué lado voy?'. Sinceramente, si en breve no tomamos una resolución yo me tengo que ir de ese lugar. Porque no puedo poner mi mercadería y la gente piensa que cerré. ¡Es todo un quilombo!”, concluyó.
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