Ivo Cutzarida no para. La pandemia puso en pausa su profesión de actor, y aprovechó para centrarse en sus nuevas pasiones, el coaching y counseling. Pero es sólo un impase, y eso lo tiene claro. “El actor está agazapado”, resume en diálogo con Teleshow, y pasa a dar pruebas. Luego de participar en Elegidos –una serie adaptada a los tiempos, desde casa y vía celular- ya comenzó los ensayos para presentar vía streaming El sótano, obra que ya representó en Las Grutas y que dirige y protagoniza.
“Extraño el escenario”, reafirma el actor antes de empezar el recorrido por el pasado. Un viaje que no suele hacer, y no es que le esquive a la nostalgia. “Hay etapas de mi vida de las que no tengo muchas fotos”, reconoce y explica los motivos. “No éramos de sacarnos muchas fotos, y otras se fueron perdiendo por el camino”. A continuación, una muestra por las que sobrevivieron al paso del tiempo.
Recuerdos de mi infancia
“Ahí estoy mirando de frente, con uno de mis hermanos, que debe ser Alejandro… ¿que tendré, 3, 4 años? La palabra que describe mi infancia es ‘felicidad’, recuerdo jugar con mis hermanos todo el tiempo y aprendiendo las lecciones que nos inculcaron nuestros padres. Mi madre, el amor a Dios; mi padre, a la filosofía. Y los dos, el respeto por el trabajo”.
Las olas y el viento
“Eso debe ser San Isidro, o Vicente López, la costa del Río de la Plata. Pasábamos tardes enteras y de chico era lo que más me gustaba. De vacaciones íbamos a San Bernardo, Pinamar, Santa Teresita, siempre a la Costa argentina. Después, a medida que fui creciendo, empecé a viajar y ahí ya no hice distinción: montaña, campo, selva, lo importante era conocer y descubrí que cada paisaje tiene su encanto”.
Los regalos de mi abuela
“Los cuatro hermanos mayores, Rado, yo, Sixfrido y Alejandro. Nacimos todos en septiembre, con un año de diferencia, y ¡estamos todos con la misma remera! Esa era mi abuela, que vivía en París y cuando nos visitaba, nos traía el mismo regalo a cada uno para evitar peleas”.
La juventud, el Derecho y la militancia
“Terminé la secundaria y me agarró a la transición democrática, una época muy especial. Quería ser juez en lo criminal y me anoté en Derecho, milité detrás de Raúl Alfonsín en la Juventud Radical, con el ideal de una democracia y la justicia. Fueron años lindísimos, cuatro años, hasta que de a poco el actor le fue ganando al abogado. Tal vez era demasiado idealista y encontré en el arte la libertad que siempre busqué”.
Estreno a lo grande
“Todavía estudiaba derecho, trabajaba en un juzgado de instrucción en lo criminal, pero cuando vi la saga de El Padrino hice una especie de click y quise ser actor. Me anoté para estudiar con Lito Cruz. Tenía 23 años y al poco tiempo me llamaron para audicionar para Sin Marido, una novela de Alberto Migré, con Gustavo Garzón y Patricia Palmer. Era un papel secundario pero atractivo, como todos los que escribía Migré. No era solamente poner la carita”.
El chico de la tapa
“No soy de guardar muchos recortes, nunca le di mucha bola a eso, ni a la ropa ni a la pinta. Tengo algunas cosas que me quedaron y ahora, con las redes sociales, la gente me manda fotos del pasado, pero no soy de engancharme con eso. Los papeles que más me recuerdan son el cura de Celeste Siempre Celeste y, más acá en el tiempo, Soriano, el mafioso de Malparida”.
Un idealista suelto en Los Ángeles
“Esto fue en Los Ángeles para una obra de teatro, Los amores del Che. Pasé 13 años en los Estados Unidos, me fui primero a San Francisco porque mi hermano estaba muy enfermo. En ese momento trabajaba en Carola Casini, y le dije a Suar: ‘escribime el final que me tengo que ir’, y dejé todo. A los seis meses mi hermano falleció, me fui a Los Ángeles, y decidí jugármela ahí. No tenía nada, ¿eh? Estudié el idioma, hice los papeles y me quedé 13 años maravillosos”.
El vivero de los Cutzarida
“Acá ya éramos cinco, con Constantin, mi hermano más chico, y también está mi viejo, Nicolae. Esto es en nuestra casa de Gorostiaga y Soldado de la Independencia, donde teníamos un vivero, ‘La esquinita’. Lo empezamos sin querer con mis hermanos de chiquitos, vendiendo cajones de flores, después se sumó mi vieja y de repente teníamos un vivero de venta al público y fui aprendiendo el oficio”.
Mañanas campestres
“Esta foto es de cuando estaba haciendo un personaje en el San Martín para Caidos del cielo, de Alezzo. Siempre me gustó la vida campestre, de chico iba mucho al campo de un amigo por la zona de Navarro, después al de un tío político en el valle de Río Negro, y me encantaba. Pasaba horas mirando los caballos, el trabajo del campo. Muchos años después, cuando salí a recitar el ‘Martín Fierro’, sentía que conectaba con aquella cultura que me había impactado de chico”.
A mis maestros, con cariño
“Acá jugando a ser James Dean… Esta es de la época en la que estudiaba con Lito Cruz. Tuve la suerte de formarme con Lito, debuté en el San Martín con Alezzo y también estudié con Augusto Fernandes. Tuve el privilegio de ser de la generación de actores que se formó con estos tres grandes, que ya no están y que son irreemplazables”.
¿Quién quiere ser Richard Gere?
“Acá era jovencito, debe haber sido cuando hacía mis primeras novelas, Amándote o La extraña dama. Siempre me marcaban el parecido con Richard Gere, pero yo no lo buscaba para nada y ni me daba cuenta. Sólo quería ser actor y tampoco me interesaba ser un galán: siempre me gustaron personajes más interesantes, conflictivos, que no sean cien por ciento buenos o malos”.
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