A Thelma Stefani la llamaban “la Marilyn Monroe argentina” razones no faltaban y saltaban a la vista. Las dos eran dueñas de una belleza tan sensual como hipnótica. Sus cuerpos naturales y sin cirugías derrochaban cualidades impactantes: busto generoso, cintura de avispa y cadera de vértigo. No solo se parecían físicamente, también compartieron tragedia y desamor. Protagonizaron incontables romances, tuvieron matrimonios efímeros y cada una vivió un amor pasional y clandestino con el presidente de su país. Ambas intentaron salir del rol de bomba sexual y actriz conflictiva. Ambas fueron esclavas de pastillas y somníferos. Ambas quedaron atrapadas en la tristeza que se convirtió en depresión. Ambas eligieron morir antes que vivir. Marilyn se suicidó a los 36 años, Stefani se arrojó por un balcón a los 37.
Aunque Thelma no tenía problemas en contar su fecha de nacimiento, un 25 de octubre, era renuente a decir el año. Como muchas mujeres de la época contaba uno, aunque en su documento figuraba otro. Por eso no se sabe si nació en 1948 o unos años antes. Pasó su infancia en Villa Luro, criada por sus padres italianos y junto con Claudio, su hermano. No tuvo carencias económicas, pero Augusto, su papá, jamás apoyó su vocación artística. En cambio, Nélida, su mamá, incentivó el talento que veía en su hija. No solo la acompañó en sus decisiones, también la inscribió en la escuela de danzas del Teatro Colón.
Thelma estudió durante siete años. A comienzos de los 70, se enamoró de Fabio Zerpa, 20 años mayor y comenzó a acompañarlo en sus presentaciones como especialista en la vida extraterrestre. Fue en la boletería de un teatro, mientras vendía las entradas para una función que Eber Lobato la descubrió. El coreógrafo, recién separado de la inmortal Nélida, buscaba una protagonista para su película Natasha y Thelma era ideal.
El debut no podía ser mejor. Casi sin experiencia actoral, la rubia entraba al mundo del cine y en rol de protagonista. Pero la película fue destrozada por la crítica y resultó un fracaso rotundo de público. Stefani comenzaba a vivir lo que sería una constante en su vida: entregar todo y recibir nada.
En Natasha, Thelma realizaba muchísimas escenas desnuda, incluso una muy jugada de una violación. Su cabellera rubia y sensualidad descarada eran un imán para el público masculino. La película pasó desapercibida, pero su protagonista no. Del cine saltó al teatro de revistas, nada más ni nada menos que al Maipo. Ante los periodistas que la entrevistaban se ufanaba de ser “la primera vedete que puede pararse de puntas” para destacar que no solo era un cuerpo bonito sino alguien que contaba con formación artística. Pero también sabía el impacto que generaba su cuerpo. “A la gente le gusta verme en pelotas, viejo, y el público manda".
Leo Abremón, es actor, dramaturgo y autor de la obra aún sin estrenar Flores blancas para Thelma, conoció a la vedete y le cuenta a Teleshow. “Thelma era dueña de una voz rasposa, como de fumadora pero que era muy atractiva. Además poseía una mirada que mostraba su dualidad. Por un lado lanzaba un fuego que te cautivaba pero por otro mostraba una desprotección total”. Esa dualidad también se mostraba en sus trabajos. “Yo soy la mina que se pone en pelotas y tiene un físico sexy y soy la que puede actuar con colitas y la cara lavada”, declaraba segura de sus atributos pero también de su talento.
Del cine al teatro y de allí a la televisión. La convocaron para ser la contrafigura de Verónica Castro en la telenovela Cara a cara, en 1983.
Como narra Abremón, pronto sacó su carácter escorpiano y justiciero. Enojada por la diferencia sideral de salario entre la mexicana y ella, y por las malas condiciones de trabajo de sus compañeros, organizó y encabezó una huelga de actores.
Lejos de lograr su reivindicaciones, a Stefani la invitaron/obligaron a renunciar. Castro pidió que fuera apartada porque se estaba destacando y la eclipsaba con su participación. “Verónica me destruyó”, declaró la rubia a las revistas de la época.
Sin bajar los brazos, Stefani continuó luchando, esta vez, desde un activo rol sindical. Más de una vez le preguntaron por qué se involucraba si su salario era el mejor, a lo que contestaba: “peleo por mis compañeros, por los que ponen el hombro”. Abremón cuenta que Stefani solía prestarles su camarín para que pudieran descansar en las largas jornadas de grabación y que solía trasladarlos desde los estudios de Martínez a la Ciudad de Buenos Aires, cuando veía que no les alcanzaba la plata para el colectivo. Sus reclamos laborales la ubicaron en el papel de “artista conflictiva” y se convirtieron en una de las razones por las que nunca ocupó el rol de primera figura.
Su vida amorosa también fue intensa. De Zerpa afirmó que “Lo veía como un padre. Fue un gran maestro de teatro que me cambió la vida”. Solo una vez formalizó con libreta y fue con el actor Ricardo Bauleo. Se conocieron filmando La aventura explosiva, se casaron pero solo duraron seis meses. Tuvo un romance con Daniel Miglioranza al que definía como “su gran amor” y en 1981 se casó “vía México” con Ricardo Morán. Según Abremón, Morán estaba “loco de amor por Thelma pero ella en cambio lo veía como un gran compañero, un salvador”. También se la relacionó con Carlos Monzón. Se conocieron grabando la novela Pelear por la vida, donde la rubia entró como contrafigura de Graciela Borges e iniciaron un breve affaire que terminó casi tan rápido como empezó. Otras parejas efímeras fueron con el director Martín Clutet y un productor de origen chino llamado Hong Li Tsung. Este hombre le produjo el programa Mi amiga la fantasía donde hablaba de ocultismo y ovnis y que pasó por la pantalla con pena y sin gloria. Se rumoreó que cautivó a un coronel que los militares de la dictadura habían puesto al frente de Canal 9. si bien el uniformado habría sucumbido ante la la actriz, lo pagó muy caro. Perdió su puesto y fue sancionado severamente por esa aventura tan pasional como poco castrense.
Pero de todos sus amores el que sin dudas llegó a todas las tapas de revistas fue el que mantuvo con el entonces gobernador de La Rioja, Carlos Menem.
Como publicó Teleshow y reconstruyó el periodista Jorge Rial en su libro “Polvo de estrellas”, el dirigente político y la actriz se conocieron en los 70 e iniciaron un romance pese a que él estaba casado con Zulema Yoma. El vínculo se vio interrumpido cuando el político fue apresado por la dictadura militar. “Sin embargo, en 1982 y de la mano del empresario Carlos Spadone, amigo personal del riojano, estas almas gemelas volvieron a reunirse, tal vez con la promesa de no separarse nunca más. Desde ese momento las visitas de la exuberante Thelma a La Rioja se hicieron habituales”, escribió el periodista y agregó: “El propio ‘Jefe’ la iba a buscar al aeropuerto de la capital provincial y juntos recorrían los kilómetros que separan a esa ciudad de Anillaco. Allí la vedette se alojaba en la hostería del Automóvil Club Argentino”.
La relación tomó estado público recién en 1984. “Aunque siempre se intentó mantener esta relación en secreto, la bomba estalló el 23 de octubre de 1984, cuando la desaparecida revista Libre, bajo el título ‘El romance del gobernador y la vedette’, contó detalles íntimos de su relación. Allí Thelma Stefani pronosticaba una segura llegada de su amigo a la presidencia”, detalló Rial. Abremón asegura que Stefani decidió alejarse del entonces gobernador para ayudarlo a llegar a la Rosada porque en ese momento blanquear la relación hubiera sido un escándalo.
En su libro “Menem, la vida privada”, la periodista y escritora Olga Wornat clarificó un poco más ese vínculo. “Con Thelma -bellísima y voluptuosa-, Menem compartió infinitas noches, con ella pudo realizar todas sus fantasías, pero después de un tiempo, la inestabilidad emocional de la mujer, sus cíclicas depresiones, comenzaron a hastiarlo. Un día ella dijo que quería una familia, hijos, casamiento. Y entonces, dejó de atender a sus insistentes llamados telefónicos”.
Pero no solo el ex presidente dejó de atenderla, también los productores dejaron de convocarla para trabajar. Tratando de salir del rol de sex simbol, Thelma engordó algunos kilos y cortó su cabellera. No sirvió para nada. Empezó una espiral de autodestrucción. Combinaba antidepresivos y somníferos con el tarot y ritos que tomó del umbandismo.
A fines de 1985, la convocaron para rodar Correccional de mujeres. La película, al límite entre lo trash y lo artístico, caía en todos los lugares comunes de los títulos carcelarios y parecía solo una excusa para mostrar, variantes de sexo y cuerpos desnudos. En suma una película más para voyeurs que para espectadores que gustan del buen cine.
Thelma sin embargo apostó todo a esta producción. “Una artista tiene que darlo todo” dijo y para demostrarlo metió su cabeza dentro de un inodoro sucio en una de las escenas más shockeantes de la película. Pero de nada sirvió.
La noche del 17 de abril de 1986 fue el estreno. Thelma vestida como una auténtica estrella se sentó en un lugar de privilegio. Esperaba que el público valorara su entrega y prorrumpiera en aplausos. Pero nada de eso sucedió. La sala se llenó de risas más divertidas que nerviosas. Al otro día la opinión de los críticos fue unánime: ignoraron su actuación y fueron lapidarios con sus comentarios sobre el trabajo dirigido por Emilio Vieyra.
Para esa época la actriz vivía en un departamento alquilado en el barrio de Belgrano. Sin trabajo, había gastado su ahorros buscando respuestas espirituales en un viaje por la India y parte de Europa. “Quiero hacer cosas dignas, cosas que me hace bien”, repetía. A falta de propuestas artísticas alguien le ofreció ser prostituta vip. “A Thelma nadie le baja la bombacha” fue su respuesta.
El final se acercaba. Abremón recuerda que la llamó para invitarla a su cumpleaños, pero la madre de Thelma le respondió con un “me dijo que te quiere mucho, pero que no va a poder ir porque va a realizar un viaje muy largo”.
Siete día después del estreno, Stefani organizó una cena en su honor para su amigo Jorge Gallo. Era el 25 de abril y pidió a los invitados brindar por su “última película”.
Thelma había incursionado en el estudio de ciertas prácticas esotéricas, estudiado astrología y ciencias ocultas. “Pero no como bruja sino como estudiosa”, aclara Abremón. Por eso a ninguno de sus comensales les sorprendió cuando comprobaron que había invitado a trece personas. Tampoco cuando los recibió vestida íntegramente de negro. Antes de servir el primer plato, observó atentamente a todos los comensales y les anunció: “Somos trece a la mesa... Alguien va a morir”. La tensión era tal que uno de los invitados se desmayó. Al terminar la velada dijo: “Ustedes son lo mejor que tengo. El medio artístico me aplasta y no puedo conciliarme con él. Quien no me hizo algo, me lo estará por hacer. Desconfío de todos. No tengo salida”.
Después de esa cena la actriz se recluyó. Llamó a su familia, a distintos productores de teatro y televisión, y a su último novio, Alejandro Luvello, quien por entonces tenía apenas 25 años. También escribió una carta en la que decía: Estoy cansada, ya no quiero vivir más.
En la madrugada del 30 de abril de 1986, Thelma se arrojó por el balcón del piso 21 de su departamento. Según reconstruyó la revista Libre del 6 de mayo de 1986, uno de los testigos de sus últimas horas de vida fue el portero de su edificio, Aldo del Negro, quien contó cómo fue aquella madrugada del 30 de abril: “A eso de las 2 y 20 de la madrugada sentí un ruido de ramas que se rompían e, inmediatamente después, un golpe, como el estallido de una bomba, pero muy seco. Pero lo que más me llamó la atención fueron los gritos de un hombre que decía: ‘No te mueras, aguantá, aguantá que ya viene el médico… no te mueras’. Salí corriendo y cuando llegué a la calle, me encontré con la señora Stefani tirada en el techo de una camioneta, desfigurada y cubierta de sangre… Estaba muerta”. Como una ironía o broma del destino días después, su perro también se arrojaba por el balcón.
Durante una entrevista con la revista TV semanal, en julio de 1981, había asegurado: “El mundo de los vivos tiene un gran desencanto. Hay mucha gente que está muerta y no se dio cuenta. Además, si yo creyera solamente en este tránsito pequeño que es la vida, lleno de vanidades y materialismo, no valdría la pena vivir. En mis momentos de angustia o de plenitud suelo encerrarme en la bóveda de mi familia sin temor alguno. Allí encuentro toda la paz del mundo. El silencio es la más hermosa música”. En la bóveda donde descansa siempre hay alguna flor, porque como ella pidió “Cuando no esté recuérdenme llevándome flores blancas”.
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