Su verdadero nombre es Irina Valérievna Shaijlislámova. Si cuesta leerlo, imagine el lector lo que será pronunciarlo. Quizá por eso la rusa o algún buen publicista decidió cambiarlo al más sencillo Irina Shayk. Modificar el nombre puede simplificar algunas circunstancias de la vida, pero no la vida. Al verla desfilar o en alguna producción de fotos uno tiende a creer que nació genéticamente modificada para parecer de otro planeta. Pero al conocer sus desamores, su infancia marcada por el maltrato escolar y la temprana pérdida de su padre, la vida de Irina no es mejor ni peor que la de mayoría de los mortales.
Nació un 6 de enero de 1986 en la localidad rusa de los Urales de Yemanzhelinsk, un lugar que según contó quedaba “en mitad de la nada”. Fundado en 1770 como un pueblo cosaco, su población no supera los 30 mil habitantes. La ciudad se conocía como Pueblo negro porque todos sus moradores, entre ellos el padre de Irina, trabajaban en la mina de carbón de la zona. En un invierno su papá, Valery, enfermó de neumonía, quizá las duras condiciones del trabajo minero resintieron sus defensas y falleció. Irina tenía solo 14 años. Su madre Olga, profesora de música en una guardería, afrontó la crianza de sus hijas, Irina y Tatiana, sola. Obligada a tomar más horas de clase, tuvo que delegar el cuidado de las chicas en Galina, la abuela paterna. La mujer había trabajado de espía para la Armada Roja de Stalin, pero lejos de esos tiempos de aventura, ahora era una abuelita que amaba a sus nietas entrañablemente.
Al sufrimiento por la pérdida de su padre y al proceso de reacomodamiento familiar, Irina le sumó otra tristeza. De su madre rusa había sacado unos ojos verdes, de esos que se suelen catalogar como felinos. De su padre, de origen tártaro había heredado una tez morena que contrastaba con la característica piel blanca de la mayoría de los rusos y provocaba las burlas constantes de sus compañeros. A las bromas por su color de piel se sumaban aquellas por sus labios gruesos y largas piernas, le decían “palito andante”.
Irina se refugiaba en los libros. Su autor preferido es Dostoyevski y solía escribir sus propios cuentos. Al terminar el secundario, sin un sueño profesional muy definido se anotó para estudiar marketing. La plata en la casa escaseaba y encontró trabajo, no de moza sino de pintora de brocha gorda en el hospital de la zona.
Una tarde, mientras esperaban el colectivo en una parada, su madre pensaba cómo generar una entrada extra de dinero. En ese momento vio un anuncio de una agencia de modelos y decidió llevar a su hija mayor, Tatiana. Irina las acompañó y por esas jugadas inesperadas del destino, la que resultó elegida fue la menor. Participó en algunos desfiles y en 2004, ganó el concurso Miss Cheliábinks, capital de la región.
La pasarela resultó un camino y decidió seguirlo. Sin saber francés ni inglés se mudó a París. Peregrinaba con sus fotos de agencia en agencia y sobrevivía comiendo un plato de arroz hervido, hasta que la agencia Elite la contrató. En 2007 se convirtió en la primera mujer rusa que fue portada de la revista Sports Illustrated y las propuestas laborales comenzaron a llover.
Protagonizó las campañas de Guess, Lacoste y otras marcas. Fue la imagen de Intimissimi, una empresa de lencería italiana y ocupó las portadas de todas las revistas de moda. Su cuenta bancaria no paraba de crecer, tanto que compró un departamento en Nueva York que le costó apenas dos millones de dólares.
Con una agenda repleta de compromisos laborales parecía que no quedaba mucho tiempo para el romance. Corría el año 2010 cuando en una sesión de fotos Cupido decidió hacer de las suyas. La modelo conoció al futbolista estrella Cristiano Ronaldo y como diría Roberto Galán, ¡se ha formado una pareja!
Verlos juntos era casi casi un dolor de ojos. De tan bellos, encandilaban. De tan perfectos, casi casi que molestaban. Que seas lindo ya es una bendición pero si encima le sumás una habilidad endiablada con los pies en el caso del jugador y un magnetismo único en el caso de la modelo, dan ganas de decir “nacieron con coronita”.
La pareja entraba en la categoría “dioses”, sin embargo sus problemas eran bien terrenales. Apenas iniciaron el noviazgo se conoció la paternidad del portugués. La llegada de Cristiano Jr. sorprendió a la rusa, que explotó de rabia en Facebook contra su pareja: “Me has roto el corazón. Gracias por hacerme llorar. Él ha tenido un hijo con otra mujer y no me dijo nada. ¿Por qué me has hecho esto?”.
Pero Ronaldo logró gambetear el enojo y la pareja continuó su noviazgo. Durante los cinco años que duró la relación los rodearon los flashes y los rumores. Se dijo que Irina se llevaba pésimo con la familia del futbolista, en especial con su madre. Se dijo que hubo infidelidades de ambos lados pero sobre todo del jugador. Se dijo que el archienemigo futbolero de Messi buscaba una mujer hogareña, que lo cuidara con esmero y lo amara con pasión, algo que Irina no estaba dispuesta a cumplir.
Luego de cinco años, la pareja rompió. Ronaldo emitió un comunicado por la agencia AP. “Entendemos que era lo mejor para ambos dar este paso en este momento. Deseo a Irina la mayor felicidad”. Irina fue letal. En la revista Hola aseguró: “Pienso que una mujer se siente fea cuando tiene al hombre equivocado a su lado. Yo me sentí fea e insegura… No creo en los hombres que nos hacen caer y sentirnos infelices, porque eso no es de hombres sino de niños. Pensé que había encontrado ese hombre ideal... pero no”. Es que el desamor logra que incluso una de las mujeres más bellas del planeta se sienta fea y descartable.
Otra oportunidad, otra oportunidad
Después del romance con Ronaldo, las malas lenguas aseguraban que Irina vivió una breve e intensa relación con Joseph Blatter, el mandamás de la FIFA. El alemán ostentaba tres matrimonios fallidos, varios romances que terminaron mal y además le llevaba 50 años a la rusa. En aquel momento en el mundillo del fútbol se decía que era una venganza de Blatter contra Ronaldo a la que Irina se prestó gustosa porque también tenía cuentas pendientes. Cierto o no, no hay fotos de ellos juntos.
Aunque Irina era experta en mostrar su cuerpo, también lo era en ocultar sus relaciones. Se rumoreó que tuvo un affaire con Dwayne La Roca Johnson, pero tampoco hubo imágenes que mostraran pasión, sino apenas una linda y casta amistad.
En 2015, los fotógrafos gritaron “¡Bingo!” cuando lograron retratarla mimosa junto a Bradley Cooper. Se decía que habían comenzado a salir luego de que los presentaran amigos en común. Ellos no afirmaban ni desmentían. Hasta que se vio a la la pareja besándose en Londres, la Costa de Amalfi y los Champs-Élysées, en París. El amor crecía y la acumulación de millas, también. Quién pudiera.
Luego de casi tres años de jugar al “te beso pero no formalizo”, la pareja apareció tomada de la mano, es decir “haciéndose cargo” en la Gala del MET y luego en un partido de Wimbledon.
Con la pareja consolidada pero sin papeles, en marzo de 2017 nació Lea de Seine Cooper. Parecía que en la vida de Irina el desamor había quedado atrás. No solo seguía reinando en las pasarelas, también era la pareja de uno de los actores más valorados y queridos de Hollywood. Por eso cuando Bradley le dijo que quería actuar pero además debutar como director en A Star Is Born, lo alentó a hacerlo. No sabía que la película marcaría un gran éxito para Cooper pero dinamitaría su relación.
Durante el rodaje, Bradley estuvo emocionalmente ausente. Para componer a su protagonista aprendió a tocar la guitarra, tomó clases con un profesor de piano durante un año y medio y trabajó con un entrenador vocal para lograr el acento deseado. Con su coprotagonista, Lady Gaga, compartía largas jornadas para brindar consejos y recomendaciones que lograran convertir a la gran música en una gran actriz. Claro que ser una estrella de Hollywood te facilita mucho la vida, pero el día sigue teniendo 24 horas. Cooper destinaba casi toda la jornada a su película y muy poco a la crianza de su hija y a su pareja. Irina empezaba a sentirse madre soltera.
Cuando se estrenó la película, la química entre Lady Gaga y Bradley fue tan fuerte que se habló ya no de actuación sino de romance. Las especulaciones aumentaron tras la presentación de los protagonistas de A Star Is Born en la entrega de los Oscar en 2019. Reviva el lector ese momento.
La pareja finalmente anunció su ruptura. El final aunque anunciado no fue fácil para la rusa. En una honesta entrevista con la revista Vogue reconoció: “Mi vida sin B es un terreno totalmente desconocido”, y agregó “creo que en todas las buenas relaciones traes lo mejor y lo peor, es solo la naturaleza de un ser humano. Dos grandes personas no tienen que hacer una buena pareja. Creo que hemos tenido mucha suerte de experimentar lo que teníamos el uno con el otro”.
La modelo, que alguna vez declaró que no le importaría ser “indecentemente rica”, hoy elige dejar mensajes menos superficiales como “Las mujeres podemos hacer todo lo que queramos” o “más allá de ser hermosa, el mero hecho de ser un ser humano ya te hace bello”. Reina en las pasarelas, pasa tiempo con su hija y se pregunta si volverá el amor de pareja a su vida. Para los días de bajón tiene un antídoto. Repite como un mantra lo que le enseñó su abuela cuando regresaba llorando del colegio: “Sigue andando, no puedes parar ahora”.
SEGUÍ LEYENDO