De no creer: una de las mujeres más lindas de la Argentina fue. literalmente, despreciada por su primer amor. ¡Y por fea! Desde que irrumpió en los medios de comunicación con tan sólo 18 años de edad, Graciela Alfano se convirtió en un verdadero ícono de belleza. Y no hubo hombre que pudiera resistirse a sus encantos. Pero parece que esto no fue siempre así. Y, en diálogo con Teleshow, la diva se sinceró y contó cómo fueron sus más tempranas experiencias frente al flechazo de Cupido.
-¿Tu primer enamoramiento de niña?
-¡Fue una tragedia! Tenía cuatro años. Yo tenía mucho pelo y mi mamá me lo peinaba con dos trenzas largas, con un moño y un rulo en la punta. Y yo odiaba eso. Iba al jardín que quedaba en frente de mi casa y estaba enamorada de un chico que se llamaba Ricardito. Enamorada mal. Pero él tenia una novia que se llamaba Violeta. Así que a mí no me daba bolilla.
-¿Entonces?
-Como yo sufría mucho de amor y él ni me miraba, un día fui y le dije: “¿Querés ser mi novio también?”. Y él me respondió: “No, porque esas trenzas son horribles”. Me acuerdo como si fuera hoy, porque la verdad es que me dolió mucho. ¿Y qué hice?
-Me imagino...
-Fui al baño con una tijerita de cortar papel que encontré por ahí, me encerré en uno de los compartimentos y empecé a cortarme las trenzas. ¡No terminaba nunca de tanto pelo que tenía! Entonces me vino a buscar la maestra y yo estaba con la tarea por la mitad. Así que ella, como pudo, tuvo que terminar de cortar la maraña espantosa que había quedado.
-¿Cómo siguió la historia?
-La maestra guardó las dos trenzas en un cajón. Y yo salí con mi nuevo peinado, que parecía un girasol, y me acerqué a Ricardito. Le dije: “Hola, me corté el pelo. ¿Ahora sí vas a ser mi novio?”. Pero él me miró y me contestó: “No, porque seguís siendo igual de fea”. ¡Me dio un ataque de tristeza!
-Igual te debe haber dejado una enseñanza: “Nunca hay que cambiar para tratar de complacer a otro”.
-¡Por supuesto! Uno no tiene que cambiar por nadie, porque el que te quiere te tiene que querer como sos... ¿Y te digo algo? Me gustaría saber cómo está hoy ese Ricardito, ¡porque yo estoy divina! Pero, en ese momento, me quedé petrificada. ¡No lo podía creer! Además, él siguió haciendo la tarea al lado de Violeta, porque eso era ser novios en ese momento, y yo me quedé muerta de amor, con un dolor en el alma y con el pelo corto. Pero eso no fue todo....
-¿Hay más?
-Cuando me fue a buscar mi madre al jardín y me vio con el pelo hecho un mamarracho, la maestra trató de explicarle todo lo que había pasado. Pero ella me llevó a casa y me dio una paliza que no me voy a olvidar en mi vida... Es que mamá quería que los de afuera me vieran perfecta, con mis trenzas y mis moños. Así que, a partir de ese momento, me empezó a poner pañuelos y gorros para disimular el desastre que tenía en la cabeza.
-Hablemos de tu primer amor real, el que sí se concretó...
-Pasado este mal momento, me volví a enamorar a los trece años. Él se llamaba Jorge y era más grande que yo, tenía quince. Nos conocimos en la playa, en Mar del Plata, porque él era hermano de una compañera mía. Y éramos iguales: era como estar conmigo misma en la versión varón. Tenía los ojos verdes, la nariz para arriba y nos reíamos un montón juntos. La gente pensaba que éramos hermanos, pero no: éramos novios.
-Este amor no fue traumático, ¿o sí?
-Había un tema. Es que yo, como se decía en esa época, ya estaba desarrollada. ¡Tenía un lomazo! Y en la playa estaba todo bien, porque me veían en malla y parecía una chica grande. Pero, en las fiestas que se armaban en las casas de los chicos, había un problema. Porque había que ir vestida de noche y mi mamá se negaba a ponerme ropa de grande y tacos.
-¿Entonces?
-Yo iba a las fiestas de vestidito princesa, medias tres cuarto y zapatos Guillerminas...¿Sabés lo que era eso? ¡Era una maldición gitana! Así que penaba durante toda la noche, porque sufría mucho los celos...
-¿Celos?
-Claro. Porque en la playa, por más que yo fuera menor, se notaba que ya tenía tetitas y culito. Pero, cuando me vestía para las fiestas, era una desgracia porque parecía una nenita. Y, encima, mi mamá no me dejaba maquillarme. Mientras tanto, el resto de las chicas iban con tacos, con medias largas aunque fuera verano porque se usaban y con vestidos de señoritas. Así que yo sufría y sufría.
-¿Y cuándo se terminó ese sufrimiento?
-Cuando mi tía, al ver que yo volvía llorando de todas las fiestas, le pidió a mi mamá que me comprara algo más adecuado. Y ella, aunque no tranzó demasiado, me compró un pantalón capri negro, una remera de bandon verde que se ajustaba al cuerpo y unos taquitos. Y ahí sí, yo me sentía Dorothy Lamour y no me importaban las otras chicas.
-¿Cuánto tiempo duró el romance?
-Muchísimo: como tres meses. ¡A esa edad es demasiado! Fuimos a un montón de fiestas, pero se terminó cuando se acabó el verano. ¿Pero viste cómo era en ese momento? Chapábamos, nos abrazábamos y después nos llenábamos de unos granos enormes, porque terminábamos todos calientes y no teníamos como descargarnos. Encima, llegábamos a casa y no nos podíamos masturbar porque nos decían que nos crecían pelos en las manos y Dios no nos miraba más a la cara...Así que nos teníamos que guardar todas esas hormonas que nos explotaban en la cara. ¡Qué gracioso todo!
-¿A este candidato lo volviste a ver?
-Después de muchos años, me lo encontré de casualidad en la calle. Entonces me contó que se había casado y que tenía dos hijos, hizo la típica de mostrarme las fotos y esas cosas. Yo no tenía nada para contarle de mi vida porque a esa altura ya era híper famosa y todo se sabía. Pero fue lindo cruzarnos de nuevo.
-De ahí en más calculo que las experiencias deben haber sido más agradables, ¿o no?
-El tercer amor que recuerdo fue como a los quince años. Yo iba a un colegio que quedaba en Avenida de los Incas y Freire y me puse de novia con un chico, Georgy, que estudiaba Agronomía en la facultad que está cerca de ahí. Y el chiste era que yo tenía mi pupitre junto a la ventana y él pasaba de ida y de vuelta en una motito y me tocaba bocina. La profesora decía: “Ahí viene el novio de Grace”, “Ahí vuelve el novio de Grace”, “Hagamos un minuto que Grace tiene que saludar al novio”. Era muy canchera. Y el muchacho era un bombón. Pero sí, una vez que dejé las Guillerminas, empezaron a aparecer los candidatos.
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