“Escribo esto porque seguramente muchas de ustedes hayan pasado esto. O lo estén pasando. Y espero ayudar en algo”.
Ailén Bechara compartió una profunda reflexión en la que habla de su experiencia sobre la imagen en los medios de comunicación y los estándares de belleza que ella creía que debía haber en la televisión. Lo hizo a través de un posteo de Instagram en el que publicó una foto de su debut en la pantalla chica en el 2011 en A todo o nada, el ciclo que conducía Guido Kaczka en El Trece.
“Cuando quedé seleccionada para entrar, automáticamente dejé de comer”, recordó, y detalló que para posar en la foto se colocó la mano en la cintura con el fin de taparse un supuesto "rollo”. “Sí, yo me veía gorda”, admitió, e indicó que por aquel entonces su “trauma” era la panza. “Mostrarla me resultaba fatal”.
La modelo, que hoy tiene 30 años, sostuvo que por aquel entonces tenía “la errónea idea de que tenía que salir súper flaca en la pantalla y por eso debía dejar de comer”. Además, para el trabajo que desempeñaba en el ciclo de entretenimientos usaba un traje de baño. “Yo la padecía –se sinceró–. Obvio que nunca nadie lo supo, jamás”.
“Hasta las 20 horas, que terminaba el programa, yo comía una barrita de cereal como mucho, y una vez que llegaba a casa me atraconaba con un montón de comida”, indicó, y agregó que entrenaba “mucho” y que incluso dejó de ir a reuniones sociales “para no comer”.
Cuando finalizó su participación en el programa en el que se destacaba como una de las azafatas, Ailén aumentó 10 kilos en meses. “No podía encontrar el fucking equilibrio. Yo necesitaba calmar mi ansiedad y mis atracones día a día”, continuó. Y pidió ayuda, pero no obtuvo buenos resultados: “Caí en médicos, uno de ellos me recetó anfetaminas. A los dos meses no podía salir de la cama”.
“Hoy, con 30 años, y un poco las cosas más claras, con muchas horas de terapia encima y nutricionistas pude salir adelante –celebró–: encontrar ese equilibrio, poder conocer mi cuerpo, qué me hace bien y qué no". Entonces, dejó de “contar las calorías, cuántas piezas de sushi comía". “Dejé de comer solo lechuga, que me importe tres pitos la mirada del otro y la errónea idea de que estaban mirando cuánto comía. Encontrar un disfrute en el entrenamiento, sentirme a gusto con mi cuerpo, ¡comer lo que quiero logrando equilibrio y buenos hábitos! Un kilo más, un kilo menos, ¡no es esa la cuestión! Es sentirse bien con lo que uno hace!”.
Por su parte, escribió que le habría gustado que este tipo de mensajes le llegaran a ella en aquel momento. “No me olvido más, en una revista preguntaban a X cómo hacía para tener ese cuerpo y si comía de todo, y esta persona decía que que comía pizzas, hamburguesas. Qué mensajes de mierda nos metieron en la cabeza –expresó– . Yo pensaba: ‘¿cómo harán? ¿por qué si yo como eso engordo y ella no?’”.
“Hoy, agradezco el cambio de cabeza, de conciencia, dejar de poner el foco y la mirada en el cuerpo. Todos los cuerpos son hermosos, son diferentes, aunque, desgraciadamente, sigue habiendo gente desgraciada que se encarga de criticar cuerpos ajenos. ¡Qué increíble! Las cosas que uno pasa por la vida y son tan secretas”, concluyó Ailén Bechara.
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