Nunca había contado esa parte de su historia. Sin embargo, invitado a Podemos Hablar, por Telefe, Gustavo López se conmovió al recordar cómo, tras un hecho delictivo, su familia se destruyó. “Yo soy de una familia de panaderos, nací adentro de una panadería”, comenzó relatando el periodista.
La panadería en cuestión se llamaba La modelo del sur, quedaba en Lanús y había sido fundada por su abuelo, Aniceto. Pero su papá, Héctor, también trabajaba allí, donde él se crió hasta cumplir los 12 años. “Tengo una cicatriz de un día que quería andar en bicicleta y me caí arriba de una lata de tomates para las pizzas. Gateaba y me metía adentro de una bolsa de harina”, contó López rememorando su infancia.
Sin embargo, gracias al esfuerzo de su padre, con los años la situación económica de la familia comenzó a mejorar y pudieron mudarse. “A mi viejo le empezó a ir bien en el negocio. Entonces compró un terreno, se hizo una casa y nos fuimos todos a vivir más al centro. Teníamos todo para disfrutar. Mi papá ya empezaba a hacer el catering de fiestas de casamiento y de 15, así que había pasado de ser una panadería a ser una confitería. Y comenzó a crecer”, explicó el periodista.
Entonces, sucedió lo inesperado. “Un día mi viejo fue con mi mamá a llevar unos manteles a lavar. Ella se baja, él se queda esperándola en el auto y viene un tipo y le apunta. Le dice: 'Correte, andá para el lado del acompañante”, relató López por primera vez frente a una cámara.
Gustavo explicó que su padre acababa de cobrar por el servicio de una fiesta. Y que el delincuente, a punta de pistola, lo llevó con él en su propio auto por la Avenida 25 de Mayo, en Lanús. “Mi viejo dice: ‘Si me agarra el semáforo rojo, me tiro’. Justo se pone en verde, pero se tira del auto y el tipo se le tira encima. Y forcejean, forcejean... Al tipo se escapan tres tiros... Me acuerdo que vino a mi casa con el brazo todo mordido. Porque, en ese momento, era vida o muerte”, rememoró.
Según explicó el periodista, el hecho ocurrió en el mes de febrero. Y, en marzo, su padre comenzó a deteriorarse. “Mi viejo tenía 41 años recién cumplidos y gozaba de muy buena salud. Yo no sé si esto tiene que ver con lo que le pasó, pero algunos dicen que sí. Empezó a sentirse mal. Yo pensé que tenía angina, fiebre, gripe... Nunca pensé que era una enfermedad terminal. Un día, estaba en el colegio y llegan mi hermana y mi prima a buscarme. Hablan con la profesora, que me dijo: ‘López, vaya’. Y nos fuimos de Lanús al Instituto del Diagnóstico de Marcelo T. de Alvear. No me voy a olvidar nunca más el lugar y la calle. Cuando llegué, estaba mi viejo muerto”, señaló.
Gustavo reconoció que en ese momento se le “cayó el mundo abajo”. Y dijo: “Yo tenia todo, tenía una vida divina, normal... Mi viejo era el mago, era el que te daba de comer. Y de repente te quedás con 17 años, una hermana más grande que tenía 18, un hermano chico de 12 y una mamá de 40. Y me tuve que hacer cargo del negocio y de la familia”.
López aseguró que su sensación de entonces fue que “la vida empieza de nuevo”. Y que se mandó “mil cagadas” en su largo derrotero por tratar de salir adelante. Pero que todo eso lo ayudó a fortalecerse, como para poder enfrentar cualquier desafío a futuro. “Si lo peor ya te pasó”, dijo.
Respecto a si sigue extrañando a su padre, manifestó, emocionado: "Me gustaría tenerlo en un Mundial, en una Copa América, en los partidos... Él era re futbolero. Cuando voy a un torneo, yo duermo solo y a veces tengo una cama al lado. Y cuando la miro digo: “¡Como no está mi viejo acá!”.
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