La firmeza en el tono de voz que Flavio Mendoza exhibe al hablar sobre la crisis del mundo artístico -empantanado en la pandemia, sin una salida clara en el corto y mediano plazo- muta al hablar de Dionisio. Ahí es cuando asoma la ternura.
De esa forma el coreógrafo dice, con seguridad, que es necesario “volver a trabajar ahora”. Es por eso que, al notar que “mucha gente se ha quedado muy tranquila”, elaboró un protocolo que presentó en el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires para la vuelta del teatro con público. Además, reacondicionó la sala del Teatro Broadway. Lo hizo, según le explica a Catalina Dlugi en el programa Agarrate Catalina, de La Once Diez, para “visibilizar la cosa”, es decir, el drama de quienes trabajan en la industria teatral, desde artistas hasta técnicos.
“Ya es un poco injusto estar sin trabajar cuando ya hay tantas cosas abiertas. Es un caos. Si venís al teatro a ver una obra de una hora y cuarto, sentada a dos metros de distancia de la otra persona, con barbijo, con una sala sanitizada antes y después de la función, sin que tengas que tocar nada, vas a ver que es mucho más seguro que ir a un supermercado”, consideró Flavio.
El creador de espectáculos notables, como Stravaganza y Mahatma, entre otros, busca la reapertura inmediata con pocos espectadores, aun cuando no le cierran "los números”, como una manera de “llegar a la temporada de verano un poco más holgados”. "El virus existe, es real; pero tenemos que aprender a convivir porque no sabemos cuándo va a estar la vacuna. Hay que empezar a hacer protocolos y cuidar al otro”, afirmó.
Mendoza no solo está alarmado por su situación personal, sino también por las 280 familias que dependen de su compañía. Es por eso que transitar estos meses, desde el inicio del confinamiento obligatorio el 20 de marzo, no le resultó sencillo. Entonces cambia el tono de su voz: habla de Dionisio. “Te digo la verdad: en esta cuarentena, él me salvó la vida -confiesa-. Yo creo que... no sé... hubiera prendido fuego la casa o estaría con una camisa de fuerza porque tenía bajones, bajones, bajones, bajones, y la sonrisa y el ánimo de él me hacía que todo el tiempo estar al 100”.
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Claro que su propio bienestar no puede separarse de la dicha de Dionisio, un niño de dos años y medio que “va para adelante”, según lo define su papá. “Quiero de verdad que sea un nene feliz, que crezca feliz, y que sea un hombre feliz. Y quiero dejarle un mundo mejor. Porque lo estamos haciendo tan mierda, con tanta agresión de la gente... Es tan malo lo que estamos haciendo nosotros, los adultos, que me da vergüenza”.
Flavio sostiene que no es cierto lo que se decía -casi como un mensaje de consuelo, o superador- al inicio de la pandemia. “No nos está haciendo mejores personas: está aflorando la mierda que tiene cada uno -lamenta-. Dionisio va a ser mejor persona que nosotros porque está creciendo en un ambiente muy sano, muy abierto. A los de nuestra generación no nos enseñaron a ser felices, y yo le estoy enseñando a mi hijo a ser feliz".
Es tan negativa la consideración que Mendoza tiene sobre la sociedad que en este tiempo revirtió una idea: ya no quiere volver a ser padre. "Cuando se normalice todo por ahí puedo cambiar de parecer, pero me da un poco de miedo cómo está el mundo”. Es por eso que, además, empezó a evaluar la posibilidad de -en un futuro- dejar la Argentina para continuar su carrera en el exterior. México y Estados Unidos asoman como destinos posibles de un proyecto que, sin embargo, está muy verde.
Hay otro que, en cambio, parece más concreto: mudarse al interior para que su hijo lleve una vida “más tranquila”. Y en el aire, Flavio imagina: “Puedo ponerme, por decir algo, un parripollo y que él esté estudiando feliz. Y que yo sepa que va a tal lugar y volverá tranquilo porque no pasa nada”. No obstante, aclara que no puede “dejarlo en una caja de cristal”: “(A Dionisio) no lo traje para que sea un adorno; lo traje para ser mejor persona y para que él sea una persona de bien".
Mientras tanto, Flavio Mendoza sigue buscando la manera de salir adelante, pese a las adversidades: “Hay un quiebre tan grande en el país: no sabemos lo que va a pasar mañana. Ojalá mejore todo”.
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