Sin lugar a dudas, uno de los personajes más icónicos de la cultura estadounidense de fines del siglo XX es Rocky Balboa, ese humilde boxeador en el que nadie confía pero que se anima a combatir por el título mundial para ganar gloria y, sobre todo, el amor de una mujer. Encarnado por Sylvester Stallone, Rocky cristalizaba la representación del gran sueño americano. Ese que asegura que si una persona se esfuerza mucho pasará de pobre a rico o de vencido a vencedor con más facilidad que terminar un trámite en la AFIP.
Rocky lograba torcer su destino al ganar el título mundial y Sylvester Stallone cambiaba su vida para siempre gracias a su interpretación. Se convirtió en una figura planetaria tanto que grandes figuras mostraron su veneración por el artista. Elvis Presley se declaró su seguidor y lo invitó a ver la película en su casa de Memphis. El venerado Charles Chaplin le pidió compartir unos días en su residencia en Suiza. Por distintos compromisos, Stallone no concretó los encuentros, algo que lamentó, porque ambas figuras fallecieron apenas un año después del estreno de Rocky.
El que sí pudo conocer a su ídolo fue el líder sudafricano Nelson Mandela. El encuentro fue bastante desopilante. Mandela voló a los Estados Unidos, como era amigo de Denzel Washington y de su mujer hizo un hueco en su agenda protocolar para visitarlos. El día del encuentro el presidente africano apareció con 50 guardias de seguridad y varios helicópteros que sobrevolaban la vivienda. En medio de la reunión que intentaba ser íntima, un guardaespaldas se acercó. “Señor Washington, “Rocky” está en la puerta y quiere pasar”. Stallone, vecino de la zona, se había enterado de la ilustre visita y rogaba que lo invitaran. Mandela, lejos de enojarse con el “colado” se mostró feliz. Aficionado al boxeo admiraba a Rocky Balboa.
Con el tiempo se fueron conociendo otros aspectos poco conocidos del detrás de escena de la película. Así se supo que la idea se le ocurrió al mismísimo Stallone al presenciar un combate entre Muhammad Ali y Chuck Wepner. En esa pelea Ali se impuso por nocaut pero Chuck lo enfrentó con tanto coraje que inspiró al actor a crear el personaje de Rocky, un perdedor que a la larga era un ganador.
Stallone escribió el guion en apenas tres días, en ese momento en su cuenta bancaria tenía escuetos cien dólares. Los productores le ofrecieron 340 mil dólares por el texto y a James Caan, Burt Reynolds o Ryan O’Neal como protagonistas. Pero Stallone no cedió: sería Rocky o nadie. Terminó acordando un pago de 20 mil dólares por el guion, un salario de 350 dólares por semana y lo principal: el protagónico.
Lo que sigue es historia conocida. Rocky recaudó más de 117 millones de dólares solo en su país de origen y además ganó tres premios Oscar, incluyendo el de mejor película. Lo que parecía un film se transformó en saga y así siguieron Rocky II, Rocky III, Rocky IV, Rocky V, Rocky Balboa, Creed y Creed II. Con la falta de ideas generalizada que muestra Hollywood nadie se sorprendería si aparecieran títulos como Los hijos de Rocky, Los nietos de Rocky o más a tono con estos tiempos Rocky deconstruído…
Bromas aparte, Rocky es considerada una de las mejores películas sobre deportes de la historia, y su protagonista ocupa un lugar de honor en el Salón de la Fama del Boxeo por la contribución a la difusión de ese deporte.
Pero si Rocky le trajo fama, reconocimiento y una envidiada cuenta en dólares a su protagonista, también casi le cuesta la vida. La historia es así.
En la cuarta entrega debía enfrentar al ruso Iván Drago, encarnado por Dolph Lundgren. En las retinas de todos los fanáticos quedaron grabados los duros golpes que el personaje de Stallone soportó hasta quedarse con la victoria. Sentados en sus butacas pocos espectadores imaginaban que esa escena casi le cuesta la vida a Stallone.
“Le dije: '¿Por qué no lo hacemos? Solo trata de noquearme, golpéame lo más fuerte que puedas. Y tras esa estupidez que le dije, lo siguiente que supe es que estaba en un avión de baja altitud para ir a la sala de emergencias, donde acabé en cuidados intensivos durante cuatro días con un montón de monjas a mi alrededor”, expresó en declaraciones a Vulture tres décadas después.
“Me golpeó tan fuerte que casi detuvo mi corazón”, recordó el reconocido actor, quien reconoció que incluso pensó que iba a morir debido a los golpes. Admitió haber “odiado de inmediato” a Lundgren. “Tuve que encontrar un ser sobrehumano como oponente, alguien que debía ser abrumador”, agregó sincero.
Sin riesgo de vida pero sí de estética hubo otra marca. “Mike Westmore era el maquillador de la película y me hizo infinidad de pruebas para simular con realismo los golpes y heridas, lo que es genial, pero acabé sin cejas para toda mi vida”.
Pero sin dudas lo más importante es que Rocky lo reivindicó de uno de los momentos más tristes de su vida. En 1975, soñaba con ser actor pero lo rechazaban en todos los castings. Su mujer, Sacha Czach le insistía para que cambiara sueños por un oficio estable. Stallone compartía su pena con Butkus, su gran amigo y confidente, un bullmastiff al que apenas podía alimentar. La situación económica era tan mala que Stallone a robó las joyas de su esposa para venderlas y luego tomó la decisión más dolorosa: deshacerse de su mascota. En una tienda un desconocido le ofreció apenas 25 dólares, las aceptó movido por el hambre. En más de una ocasión contó que ese fue uno de los peores días de su vida y que se marchó del local llorando.
Por eso, apenas los productores le compraron el guión en vez de correr a su casa y espetarle a su esposa un “te lo dije”, lo primero que hizo fue tratar de recuperar a Butkus. Tres días esperó en la tienda de licores a que apareciese el hombre al que se lo había malvendido.
La espera dio sus frutos, cuando el comprador apareció, le explicó los motivos por los que se había desprendido de Butkus y le rogó no que se lo devolviera pero al menos que se lo revendiera. Pero el hombre intuyó el negocio y se negó. Solo cedió cuando Stallone le puso sobre la mano 15.000 dólares.
Butkus volvió con su dueño, y como él también vivió la gloria de Rocky . En Rocky II, aparece como mascota del púgil y en los títulos de crédito figura como Butkus Stallone. Porque para Stallone ganar un Oscar fue hermoso, pero recuperar a su perro fue la gloria.
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