Una musa puede aparecer en un objeto de deseo, en un amor correspondido o no, en un cariño, en una pareja. Gilda la encontró en el amor de quienes la rodeaban, por eso a sus canciones no les sobra el contenido erótico de tantas otras cumbias que hablan de sábanas pegadas, de esas en las que nadie se promete nada más allá del tiempo. Gilda era del pueblo, era de sus amigas. Con los años, los homenajes, las películas y los programas especiales, se han ido conociendo historias de mujeres que acompañaron a la diva de la movida tropical desde un lugar muy cercano, tan íntimo como la amistad.
El 7 de septiembre de 1996, la mujer antes conocida como Miriam Alejandra Bianchi perdió la vida a los 34 años en un accidente, en pleno tour. Estaba en la ruta, a bordo de un micro, y con ella también murió su hija Mariel. Además de Gilda y su nena, fallecieron otros cuatro integrantes de su staff. La frase “se fueron de gira” suena ridícula al referirse a estas personas que murieron injustamente en medio de un tour, pero los artistas igual quedan para siempre en ese limbo de luces y tragedia. La cantante y alma máter del equipo se había ido, y a partir de allí nacía la santa.
En plena la década del 90, la cumbia se sacudió la pátina marginal que arrastraba de otros tiempos y se coló en las fiestas menemistas de pizza con champagne, en los eventos de Punta del Este, en los boliches exclusivos para gente linda. Y ahí también se coló el repertorio de Gilda, una selección de canciones con dulces melodías bailables, estribillos pegadizos y títulos inolvidables: “No me arrepiento de este amor”, “Paisaje”, “Fuiste”, “Corazón Valiente”, entre tantos más. Gilda no era voluptuosa ni venía de un barrio humilde, como otras de sus colegas. Delgada y con un aspecto distinguido, era maestra jardinera y había disfrutado de una infancia entre Villa Devoto y Villa Lugano, un matrimonio que le dio dos hijos y un talento que hasta ahora no compartía más que con sus allegados: su voz.
A los 29 años fue a un casting convocado por Juan Carlos “Toti” Giménez, quien terminó siendo el productor que la llevó al estrellato y también su último amor. Es que la vida de artista, ir de baile en baile, viajar por toda la Argentina, desembarcar en Bolivia y Perú (dos mercados muy importantes para la música tropical) no fueron compatibles con el modelo de esposa clásico, Gilda estaba cambiando y separarse del padre de sus hijos fue una consecuencia natural de esta crisis.
Gilda era diferente y se notaba en ella y en sus fans, muchas de esas seguidoras eran mujeres. Como en la actualidad sucede con la Karina, La Princesita, con Gilda las mujeres se identificaban, sufrían con ella, soñaban sus sueños, querían acompañarla. La movida venía de suspirar con los pechos exuberantes de Lía Crucet y de la sensualidad tucumana de La Bomba Gladys, Gilda llegaba para marcar otro estándar de mujer que cantaba cumbia.
Shomara Clement Calderón y Juanita González Molina eran dos fans bolivianas a las que Gilda conoció en mayo de 1996, en su gira por La Paz. Estas chicas de 15 y 19 años cada una en ese momento, eran empleadas de mantenimiento del Canal 11 de la capital boliviana y vivían en Villa Armonía. Juanita recordaba en el programa Secretos verdaderos (América): “De pronto la vimos entrar a ella con todo su equipo y nos dio paz, al punto de que hasta Shomara le hizo preguntas. Cuando terminó la conferencia nos fuimos a sacar unas fotos y de allí por siete días no nos separamos más”. Esos días fueron a comer juntas, pasearon en la combi y compartieron divertidos momentos. Aparentemente, Gilda habría tenido la idea de volver para Navidad a Bolivia y luego invitar a las chicas a Buenos Aires, algo que nunca se concretó.
Shomara tuvo un sueño muy feo justo antes de despedirse de la cantante y cuando se juntaron para decirse adiós, las tres lloraron desconsoladas. Ese momento habría servido de inspiración para el hit “No es mi despedida”. Gilda se sacó un anillo de su mano y asegurando que era “el de la suerte”, que se lo había regalado su mamá, le dijo a Shomara entre lágrimas: “Te va a acompañar hasta que yo vuelva y te va a alejar de todo mal”.
Después de eso, siguieron en contacto epistolar. La cantante respondía las cartas larguísimas y sentidas con mucho cariño y contando, incluso, vivencias personales, su día a día. En uno de esos cruces, Gilda escribió: “Hice una canción que se llama ‘No me olvides’ y la hice pensando en aquella noche que nos despedimos. Y dice así: ‘Quisiera no decir adiós, pero debo marcharme, no llores por favor, no llores que vas a matarme. No pienses que voy a dejarte, no es mi despedida, una pausa en nuestras vidas, un silencio entre tú y yo, recuérdame a cada momento que estaré contigo, no habrá distancia que me aleje’”.
Pero en el mismo programa de la TV argentina, casi con bronca, Toti Giménez quiso aclarar: “Ese tema se llamaba ‘El Mundo’ y hablaba de otras cosas. Un día me dijo ‘voy a cambiar la letra’. Era una letra común… Algunos dicen, yo nunca lo pude constatar, que ella les dedicó esa canción a las fans de Bolivia y que les prometía volver y dijeron también que las chicas estas de Bolivia tenían la versión dedicada por ella, que nunca apareció. Hay mucha colectora con el tema de Gilda, mucha gente que dice que la conoce y jamás la vio”.
Lo mismo, que Gilda le había cambiado la letra, había dicho Toti en el programa de Susana Giménez y en el de Moria Casán, los viejos videos de fines de los 90 hoy subidos a YouTube lo muestran apenado, como queriendo explicar lo inexplicable, dejando entrever un poder divino que él mismo se ocupó de tirar por la borda años después. En medio de un informe del Diario Muy por el 15º aniversario de la muerte de la cantante, el productor musical llegó a declarar: “Si empiezo a decir que era mentirosa... Digamos que era fantasiosa. Inventó la historia de que me conoció desde que era chico, y que nos encontramos en el colectivo. No es así”. En un intento por colorear la realidad, Gilda habría contado en algún momento, en algún reportaje, que con Toti se conocían desde antes, pero las pruebas marcan que se vieron por primera vez en ese casting al que ella fue y donde él estaba del otro lado.
Las nuevas amigas de Gilda, su flamante vida de giras y hoteles, no opacó sus antiguas relaciones. Sus amigas de toda la vida siempre estuvieron cerca. Como Adriana Mariño, que entrevistada por la periodista Gisela Busaniche para Telefe noticias, contó el origen del nombre artístico, por qué antes de Gilda fue “Jill”: “En la época en la que trabaja en el jardín de infantes por la tarde, había una maestra en el turno mañana que se llamaba Miriam también, entonces a ella que era fanática de la serie Los Ángeles de Charlie le gustaba el personaje de Jill (interpretado por la actriz Farrah Fawcett)…”. Así se diferenció de la otra Miriam e inició su propia leyenda. Con Adriana se habían conocido cuando ambas vivían en Villa Lugano y no tenían más de diez años.
Susana Pometti la conoció cuando ambas tenían cuatro años y la describió como “una chica muy alegre, que jugaba mucho en la calle, como en esa época, mucho disfraz, mucha música”. Susana también contó que su marido, un jovencito durante aquellos tiempos, tenía una banda y cuando Gilda se acercaba era la primera en agarrar el micrófono. Adriana rememora los discos que escuchaban juntas, como Sui Generis, Django, el Dúo Candela, y afirma: “Ella tocaba la guitarra y el piano de oído, entonces tratábamos de sacar los temas”.
La canción más sentida, la que recuerda su muerte y su ausencia es un himno a la amistad, que perdurará más allá del tiempo: “Recuérdame en cada momento porque estaré contigo. No habrá distancia que te aleje, porque estarás conmigo”. A 24 años de su partida, Gilda continúa presente en su música, en sus fans, sus amigas, y en los corazones alegres de aquellos a los que sigue haciendo bailar.
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