Dicen que “lo que no te mata te fortalece”; Lady Gaga, Julie Andrews, Ellen Pompeo y Emilie Clarke son el ejemplo. En distintos momentos, la vida las puso a prueba y ellas mostraron que su fortaleza era mucho más que una actuación.
Lady Gaga, cuando la música es cura y justicia
En la entrega de los Oscar 2016, Lady Gaga hizo llorar a medio planeta cuando cantó Til it happens to you. Vestida de blanco inmaculado y sentada frente a un piano del mismo color, interpretó el tema transmitiendo algo más que profesionalismo. Con una garra y un dolor estremecedores entonó/gritó: Me dices que me recompondré, cálmate, estarás bien. Dime, ¿qué demonios sabes tú?¿Qué sabes? Cuando parecía que la emoción no podía ser mayor un grupo de víctimas de abusos sexuales apareció en el escenario para acompañarla con frases como “No es tu culpa”, “Superviviente” o “Me ocurrió a mí” escritas sobre sus brazos. El público se puso en pie y estrellas como Kate Winslet o Rachel McAdams se emocionaron sin importar fotos ni maquillaje. Trate el lector de revivir ese momento sin que su piel se erice.
En ese tema interpretado de forma visceral y desgarradora, Lady Gaga exorcizaba dos episodios traumáticos de su vida. “Cuando mi tía estaba en la universidad, fue sexualmente agredida y eso la atormentó tanto emocionalmente que el Lupus que sufría empeoró y murió”, contó la intérprete.
Pero el horror no solo fue algo que le pasó a otro, también se ensartó en ella: fue víctima de abusos sexuales. “Para ser franca, tenía 19. Fui a un colegio católico y luego sucedió todo esto y yo estaba en plan ‘Oh, ¿así es como se comportan los adultos? (...) Yo era muy inocente”, reveló en una entrevista en el programa radial Howard Stern Show.
“Estaba tan traumatizada que me dije ‘Solo sigue adelante’ porque simplemente tenía que salir de allí” pero su cuerpo sí lo registró. Desarrolló fibromialgia, un padecimiento físico que se trata con terapias de salud mental. Para sanar recurrió a la meditación pero también transformó su dolor y su rabia en canción. Así surgió Swine (Cerdo) con frases tan letales como “Eres solo un cerdo dentro de un cuerpo humano”. Si “la venganza es un plato que se come frío” cuando sos compositora la venganza es una canción que sana.
Julie Andrews y la peor pesadilla de una cantante
Los que ya peinamos canas seguramente vimos en el cine La novicia rebelde y salimos fascinados con esa novicia de sonrisa angelical, que cantaba y hacia cantar a todos. Su protagonista, Julie Andrews, transmitía optimismo y contagiaba alegría.
La actriz que ganó un Oscar en 1964 por Mary Poppins no tuvo una infancia fácil. Nacida en 1935 en Surrey, Gran Bretaña, hasta el 2008 guardó bajo siete llaves un hecho que la atormentaba. Quien creía su padre en realidad era su padrastro. Su progenitor biológico fue un amante de su madre que no se hizo cargo de la criatura. El hombre que la crió solía llegar alcoholizado y en una ocasión intentó abusar de ella. Con 20 años Julie decidió emigrar a los Estados Unidos, poco a poco su voz comenzó a ser conocida en los musicales de Broadway.
Durante años Los éxitos y el reconocimiento formaron parte de su cotidianeidad, pero de un día para otro todo cambió. En junio de 1997, ingresó al Hospital Monte Sinaí de Nueva York para someterse a una simple operación de garganta. Al abrir los ojos, lo primero que hizo fue ver si todo estaba en orden con sus cuerdas vocales. Intentó tararear algo y su peor pesadilla se hizo realidad. La pureza de su canto ya no estaba, su voz había adquirido un tono rasposo. “Cuando me desperté de la operación había perdido mi voz de cantante. Caí en una depresión, sentí que había perdido mi identidad.”, contó la actriz durante una entrevista en la revista AARP.
Los doctores le prometieron que en seis meses recuperaría su voz. Esa voz. Pero el tiempo pasaba y no había caso. “Cantar ha sido un don precioso, y mi incapacidad para hacerlo fue un golpe devastador”. Buscó otro hospital y otros profesionales. Fue operada cuatro veces más, los resultados positivos se notaron en su habla, pero no en su canto.
Desde siempre cantar había sido su pasión y terapia. Imposibilitada de hacerlo, la depresión coqueteó con ella. Tuvo que reinventarse y pasados los 60 junto a su hija Emma se animó a escribir libros para niños. Los ilustró Tony Walton, su primer esposo y padre de Lucía. Habían tenido un divorcio conflictivo pero el proyecto libros sanó viejas heridas. En total, madre e hija publicaron 31 títulos, donde se destacó la serie “The Very Fairy Princess”, además de antologías de poesías y canciones.
Andrews fue recuperando sus ganas de actuar. Y si ya no podía cantar, se sentía cada vez más a gusto con su voz y había que usarla. Se vistió de reina para Diario de una Princesa, la película que protagonizó con Anne Hathaway y se destacó en animaciones como la Reina Lilian en Shrek. En 2015, en la entrega de los Oscar, se realizó un homenaje por los 50 años de La Novicia Rebelde, los asistente ovacionaron de pie a esa mujer que demostró que era talentosísima para cantar pero mucho más para vivir.
Ellen Pompeo, crecer sin mamá
Este mes, en Netflix se estrena la decimosexta temporada de Grey’s Anatomy y Ellen Pompeo volverá a demostrar que la historia puede funcionar cuando el guión atrapa y su protagonista, también. Hoy la actriz detenta unos de los salarios más altos de la industria. Junto con Mariska Hargitay de La Ley y el Orden son ejemplo de que se puede envejecer en pantalla. Desde los 30 cuando grabó el piloto, hasta los 50 actuales la actriz mantiene su encanto y seguidores.
Como Meredith Grey, Pompeo sufrió “las mil y una”. Perdió a su marido y hermana en dos trágicos y televisivos accidentes, estuvo a punto de morir en varias ocasiones y el amor suele ser una penuria.
La vida de Pompeo tampoco fue un lecho de rosas. Su madre se suicidó cuando tenía 33 años y su hija apenas cinco. El hecho -trágico de por sí- fue más fuerte en esa familia de clase media y profunda fe católica. Abrumado por la muerte de su mujer, Joseph se refugió en su trabajo como vendedor y dejó la crianza de sus cinco hijos en manos de su madre y abuela de los chicos. Con un padre que no hablaba y cuatro hermanos desconsolados, Pompeo recuerda ese tiempo como muy doloroso. “Vengo de una familia católica italiana-irlandesa, y eso es algo de lo que la gente no habla. Fuimos completamente reprimidos… Así que no era algo que realmente conversáramos. Nunca me permitieron tratar con eso. Tuve que resolverlo por mí misma”.
Sin el apoyo incondicional de una madre, Ellen aprendió a cuidarse sola y a ser optimista. A los 24 se mudó a Los Ángeles trabajó como modelo y tuvo algunos papeles en series. El éxito le llegó recién a los 36 años como la doctora Meredith aunque estuvo a punto de rechazar el papel porque “no quería estar atrapada en una serie de televisión. Feliz con su presente, la actriz valora todo lo recorrido. “Claramente, mi vida no ha sido fácil, pero la vida de muchas personas no ha sido fácil… De hecho, estoy realmente agradecida por mi vida. Me ha dado la fuerza y la tenacidad”.
Emilie Clarke, cuando en el momento mejor te pasa lo peor
En el 2011 nada podía ser más perfecto en la vida de Clarke. Con 24 años, su personaje de Daenerys Targaryen era uno de los favoritos de Juego de tronos, la serie furor del momento. La pasión que generaba Daenerys era tal que muchos chicas se tenían de rubio platino para imitarla y hasta se atrevían a andar con túnicas por la calle. La actriz se mostraba segura y valiente en pantalla, pero fuera del set no era tan así. “Estaba aterrada. Aterrorizada por la atención, por un negocio que apenas entendía, por hacer honor a la confianza que los creadores de Tronos habían puesto en mí. Me sentí, en todos los sentidos, expuesta”.
El estrés era mucho y para aliviarlo comenzó a entrenar. En una sesión comenzó a sentir “como si una banda elástica me apretara el cerebro. Intenté ignorar el dolor, pero no pude”. Llamaron a una ambulancia que la trasladó de urgencia a un centro médico. Después de un escáner cerebral se descubrió que había sufrido una aneurisma. Debía someterse a una delicada operación.
Faltaba lo peor y ocurrió durante la recuperación. Le preguntaron su nombre completo -Emilia Isobel Euphemia Rose Clarke- y no logró recordarlo. La situación fue desesperante.”Soy una actriz, necesito recordar mis papeles. Y ahora no recuerdo ni mi propio nombre”. Mientras estaba internada le detectaron un segundo aneurisma pero no requirió operación.
Participar de una serie exitosa puede ser un sueño o una trituradora. Apenas recuperada, Clarke tuvo que comenzar a grabar la segunda temporada y además participar de las jornadas de promoción. “Bebía morfina entre entrevista y entrevista. El dolor seguía allí y sentía un cansancio como multiplicado por un millón. Recuerdo que pensé: ‘no puedo pensar ni apenas respirar, y mucho menos ser encantadora”.
En 2013, los médicos decidieron operarla del segundo aneurisma. Todo se complicó mucho más. El procedimiento falló y tuvo una terrible hemorragia. Los profesionales le advirtieron que su “oportunidades de vivir eran precarias” si no se sometía a otra cirugía. Por tercera vez le abrieron el cráneo y tardó un mes en recuperarse. “La recuperación fue aún más dolorosa de lo que había sido después de la primera cirugía. Parecía que había pasado por una guerra más espantosa que cualquiera que haya experimentado Daenerys.
Con un presente sereno y totalmente recuperada la actriz celebra que cada episodio difícil, le haya enseñado a disfrutar más de la vida. “Un aneurisma y un padre fallecido -en 2016- hacen que tengas los pies sobre la tierra.. Mis amigos y mi familia hacen que vea la vida de una forma más natural. Soy afortunada de que el trabajo y la fama no me hayan robado eso”. Además fundó SameYou, una asociación que ayuda en la recuperación de pacientes con lesiones cerebrales.
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