Dicen que la radio no genera imágenes. ¡Mentira! ¿O cómo es que tengo en mi memoria la imagen de mi abuela escuchando un radioteatro, la imagen de mi mamá cocinando con su programa favorito o la de mi papá en el auto tarareando un tango? Es más, me veo a mi gritando los goles de mi equipo con la Spica en la mano mientras mi hermana, con su walkman y sus auriculares, esperaba que pasaran su canción favorita en la FM. ¿Cómo es que no genera imágenes si cuando te cuentan que están en el estudio te los imaginás a los conductores ahí? ¿y si te dicen que hay incidentes en una marcha, acaso no sentís como que los estás viendo? ¿Y cuando relatan una jugada de fútbol? ¡casi que hasta podrías contarla como si hubieses estado en la cancha! Es que la radio no nos hace mirar... la radio nos hace sentir, imaginar, soñar.
Está bien. Hoy tenés el streaming que te permite escuchar la música que querés cuando querés, los podcasts, cientos de miles de series, películas y la mar en coche. También están las aplicaciones de chat, de llamadas, videollamadas y redes sociales para sentirte acompañado permanentemente. Pero la radio es otra cosa... la radio te acompaña de verdad. Te informa, te hace pensar, te hace conocer canciones que tal vez ni sabrías cómo buscar, te hablará cuando no te puedas dormir, y hasta te dará la opción de conocer a grandes amigos que nunca en tu vida viste personalmente y que, sin embargo, sabés mucho de ellos, por escucharlos desde hace años o décadas.
Y este jueves 27 de agosto la radio argentina estará de festejo porque cumplirá 100 años. Y como anticipo de la celebración, ¿qué mejor que hacer un repaso a sus grandes momentos y hacer un pequeño balance de su larga y rica historia?. Teleshow dialogó con Carlos Ulanovsky, uno de los periodistas que más y mejor estudió la radiofonía de nuestro país.
—¿Cómo se la podría definir a la radio argentina?
—Como escucha que soy, reivindico a la radio argentina en general. Su primera virtud es que es muy entretenida. Acostumbro a hacer zapping de radio, y en esas “excursiones”, de izquierda a derecha, de la AM 530 a la 1220 de mi dial, siempre encuentro algo- desde voces cordiales a sonidos disonantes, desde algún que otro inteligente a abundantes espontáneos- que me hace detenerme y a preguntarme “¿Qué es esto?” “¿quién o quiénes hablan?”. Y aunque es bastante cierto que la AM y la FM se diferencian cada vez menos, en cada una es posible encontrar buenos momentos de radio. El encuentro también vivaz y especialmente plural. De todos los medios masivos, la radio es la que menos palpa de ideas a quienes se colocan frente a un micrófono, lo que, en muchos aspectos, la hace más libre, amplia e incluso democrática. Con 100 años sobre sus parlantes sus defectos, por el momento, no me abruman. Por momentos se vuelve algo reiterativa, pero eso tiene su fundamento. De la mañana a la noche, en casi todas las emisoras,el género imperante es el del magazine, ese combo en el que, presuntamente, cabe todo. En la AM uno sintoniza magazines en la primera mañana y también a las 10 y media de la noche, con mucho de lo que ya se escuchó desde temprano.
—¿Cuáles fueron los principales cambios en cuanto al contenido a lo largo de estos 100 años?
—Entre 1920, el momento del nacimiento, y 1930, cuando la radio genera su primer suceso masivo (el radioteatro “Chispazos de tradición”, de tono campero, paradójicamente creado por el inmigrante español José González Pulido) se crean e instalan todos los géneros. Desde 1935 a, por lo menos, 1960 la radio, único baluarte del entretenimiento hogareño (la televisión llega en 1951 pero en sus años iniciales se la subestima llamándola “radio con imagen”) se consolida como una de las más potentes industrias del espectáculo y del entretenimiento, que le ofreció puestos de trabajo a miles de personas y motivos de esparcimiento a una nación entera. Entre esos años ubico la edad dorada de la radiofonía argentina. A partir de la década del 60, la llegada de la TV privada (cuatro canales más entre 1960 y 1966) hace entrar en una seria crisis a la radio. Pero zafa de los pronósticos más agoreros, por la influencia de una emisora (Radio Rivadavia). La vieja LS5 se recrea, pasa a transmitir 24 horas, le da una importancia central a la información (”El Rotativo del aire”) y se vuelve imprescindible con programas como “La Oral Deportiva”, las transmisiones deportivas (especialmente las futbolísticas) conducidas por José María Muñoz y un ciclo como el “Fontana Show” que le discute y aventaja a la televisión en las mañanas. La radio entiende que debe resignar el horario nocturno, donde manda y lo seguirá haciendo la tele, pero se hace muy fuerte en lo que se conoce como la primera y segunda mañana, de 6 a 13 del día. De ahí en más, magazines mediante, se podría decir que ni los conceptos radiales ni muchas figuras variaron demasiado. Eso sí: la radio tuvo en los cambios y avances tecnológicos un fabuloso aliado. A finales de los 50, principios de los 60 la salva el transistor. La radio se independiza del enchufe, puede salir con el oyente; por ese mismo tiempo se inaugura en Balcarce una estación de transmisión a través de satélites y ese adelanto la conecta definitivamente con el mundo. En los 70 llega la FM y hoy, gracias a Internet, la radio acredita alcance planetario.
—Si tuvieras que elegir a las figuras más importantes de la radio en toda su historia, ¿cuáles serian?
—Elijo, por supuesto, por su arrojo e inspiración fundacionales, a los llamados Los locos de la Azotea y entre ellos a Enrique Telémaco Susini por sus características multifacéticas. Médico, especializado en otorrinolaringología, profesional de prestigio mundial. Muchas de las figuras de la lírica y de la ópera de esos tiempos, de todo el mundo, lo consultaban cuando andaban mal de la gola. Fue también director de cine y de zarzuelas, regisseur de óperas y aparece también el día de la primera transmisión de televisión en 1951. Después menciono a los impulsores de los Años de Oro de la radio argentina, desde las emisoras más poderosas (El Mundo, Belgrano y Splendid) hasta las más populares (Porteña, Antártida, Del Pueblo) y entre ellos a quien se iniciara en el comercio de artículos de telefonía y electricidad y luego fuera el dueño de, primero Radio Nacional y luego rebautizada Belgrano, otro gran pionero: Jaime Yankelevich. Enseguida ubico a músicos y cantantes de todos los géneros, humoristas, heroínas y galanes de los radioteatros que, durante décadas sostuvieron los estandartes de la magia y la diversión. Posteriormente, reitero, tributo a la influencia de Radio Rivadavia y ya a partir de los años 70 a enormes figuras que con sus aportes volvieron nueva a la radio, desde Hugo Guerrero Marthineitz, Antonio Carrizo, Héctor Larrea, productores como Julio Moyano, Alberto Mata, Arturo Cavallo, Julio Cepeda, Víctor Cicuta, directores artísticos como Pablo Osvaldo Valle, Tito Martínez del Box, Alberto Veiga, Alfredo Ojea, Eduardo Aliverti, entre otros. En la radio más reciente, digamos en la de los últimos 30 años, propiciaron aportes innegables, cruzando generaciones, Alejandro Dolina y Chiche Gelblung, Lalo Mir, Oscar González Oro, Elizabeth Vernaci y Magdalena Ruiz Guiñazú, Fernando Peña y Víctor Hugo Morales, entre cientos, o acaso miles, que quedan injustamente afuera.
—¿Cuánto influyó en la radio la llegada de la televisión?
—Tuvo una influencia total e incluso dramática y de efectos atemorizantes. Durante décadas, y bastante después de 1951, cuando se instala la primera señal de televisión, todo (y cuando digo todo es todo) lo que salía al aire por radio estaba escrito. Estaba prohibido improvisar, se sancionaba hasta quien se tentaba de risa al aire. Entonces, el primer gran temor de la gente de la radio cuando se aproximaba la instalación de la tele era, ¿Cómo vamos a hacer nosotros que no estamos acostumbrados a memorizar? También se miraba con inquina el asunto del aspecto exterior, ¿cualquier astro de la radio superaría un test de estética para ingresar a la pantalla? Molestaba, además, la necesidad de maquillarse. A todo se le encontró una solución. Lo cierto es que, más temprano que tarde, la televisión le vampirizó a la radio los géneros y las figuras, y especialmente su presencia en el reparto de la torta publicitaria. Desde entonces la radio, con problemas para defender su identidad, marchó como hermanita de la tele. Y así como fue y es dependiente de la pantalla, dependió de otras agendas: diarios, revistas, agencias de noticias, señales noticiosas de cable, así como ahora depende de Internet y las redes sociales.
—¿Cuáles fueron y son las armas de la radio para competir con los medios audiovisuales?
—Aunque esté un poco en decadencia la tan mentada magia de la radio existió, y un poco existe todavía. En los 40 y 50 cuando una temporada radioteatral tenía éxito, al finalizar hacía presentaciones en barrios y pueblos. Entonces, la gente iba a verlos para certificar si lo que se había armado en sus cabezas acerca de la heroína o el galán, la buena y el malo, la fuerte o el débil se acomodaba a sus certezas. A veces se desilusionaban porque las imágenes no coincidían. Eran los momentos en que lo del teatro de la mente (así llamó a la radio Orson Welles) no terminaba de cerrar. Ahora menos, porque quien más quien menos, los que están en radio ya aparecieron 50 o 5 mil veces por televisión. Aún así, la radio mantiene una promesa básica que la vuelve única, en comparación a otros medios. Alguien, a quien novemos, transmite desde un estudio con el propósito de llegar a la mayor cantidad de gente, pero cuando su mensaje llega cada uno lo recibe como si se lo dedicara en exclusividad. Ese efecto de cercanía, de proximidad no lo logra ni la gráfica ni la tele.
—¿Qué lugar ocupó la radio argentina durante la dictadura?
—La conducta de la radio durante la dictadura no fue diferente a lo que sucedió en el resto de los medios. Todos emergieron de esos tiempos oscuros sin la menor autocrítica. Y antes fueron víctimas de muchos momentos en que durante esos años la información disponible era únicamente la que salía de los Estados Mayores Conjuntos de cada fuerza. Hubo pensamiento único en relación a las acciones represivas y a la información sobre desaparecidos, al Mundial de fútbol 78, al conflicto de límites con Chile, a la guerra de Malvinas y a cuanto episodio más comprometiera a los militares en el poder. La radio también registró con sumisión esos acontecimientos. Radio Colonia, nació en los albores de la radiofonía argentina, por iniciativa de dos argentinos con orígenes familiares uruguayos. En 1942-1943 cuando ciertas películas extranjeras eran censuradas en la Argentina y no se podían exhibir, cada fin de semana desde un embarcadero de Quilmes partía una expedición casi clandestina a la vecina Colonia en donde esos mismos filmes interdictos aquí se daban libremente. Cuando los gobernantes argentinos de esa época se la agarraron con la letra lunfarda de algunos tangos, con el argumento de que empobrecía el lenguaje del pueblo, Radio Colonia difundía completos los tangos y milongas que acá no se podían escuchar o que se difundían con letras ridículamente modificadas. En esa misma época las autoridades de Comunicación prohíben a Niní Marshall, alegando que sus personajes Catita y la gallega Cándida lastimaban el lenguaje de las mayorías. Lo mismo le ocurrió a Tato Bores, que en una estudiantina infantil personificaba al niño Igor, que hablaba con acento centroeuropeo. Más adelante, cada vez que los militares le hacían una zancadilla al poder civil,muchos oyentes de radio sabían que mucho de lo que aquí, informativamente hablando, se les ocultaba, podían encontrarlo en Radio Colonia. En los años 70 Héctor Ricardo García adquirió Radio Colonia y la puso a dirigir a un informativista ejemplar, que marcó una época: Ariel Delgado. Durante la dictadura militar de los 70 la voz de Delgado dijo presente en temas aquí completamente prohibidos, como los pedidos de hábeas corpus a desaparecidos y otros actos relacionados con la represión. Las cosas no fueron sencillas, con dictadura en Uruguay y en la Argentina. Radio Colonia y sus dueños y directivos sufrieron todo tipo de amenazas y persecuciones. Finalmente, García la vendió a otro empresario argentino y Delgado se exilió en Italia. En su departamento de Roma, en una jaula de pajaritos, tenía enjaulado el micrófono del último informativo que había leído en Radio Colonia.
—¿Sigue teniendo influencia la radio en la opinión pública?
—Especialmente, en el horario matutino, la radio es una gran generadora de declaraciones de políticos, que originan – no siempre con el debido reconocimiento de fuente – títulos en medios impresos y online. Aún así, el “lo dijo la radio” no tiene tanta fuerza como supo tener. Desde hace dos o tres décadas – a medida que se afirmaba la idea de que una imagen vale más que mil palabras – los políticos siguen dando notas a las radios, pero en lo que verdaderamente creen es en la televisión y ahora, en las redes sociales.
—¿Qué futuro le ves a la radio…? ¿Las nuevas generaciones consumirán radio?
—Como ya mencioné la radio no tuvo gran renovación de contenidos o de figuras en los recientes 30 y hasta 40 años. Pero casi a diario registra un avance tecnológico notable. La radio seguirá pidiendo poco y ofreciendo mucho, como ahora. Los que la tengan como único soporte informativo se sentirán módicamente actualizados con todo lo que pasa aquí y en el mundo,los que escuchen en la portátil más precaria lo único que necesitarán serán dos pilitas, los que la sigan mediante el teléfono de última generación rogarán que el streaming no decaiga. La radio será a demanda, como ya es en muchos aspectos y atenderá necesidades informativas o de entretenimiento muy específicas. Por eso, el enorme desarrollo de los podcasts. Pero sigo pensando que cualquier inteligente frente a un micrófono pondrá en apuros a la multiplataforma más sofisticada.
* Carlos Ulanovsky periodista y escritor. Como periodista trabajó en medios gráficos desde 1963, en radio desde 1969 y sin parar desde 1984 a la actualidad. Trabajó muy poco en televisión. Como escritor es autor de 29 libros, solo dos de ficción. En esta semana aparece “36.500 días de radio (Cien años, cien voces, y más)” de Editorial Octubre.
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