“Estos días son como el día de la marmota”, dice Jorge Marrale respecto al contexto de la pandemia que atraviesa al mundo. El actor forma parte del proyecto Amor de cuarentena, una propuesta de teatro virtual creada a partir de audios de WhatsApp, que pretende -según reflexiona- “llegar al otro con una fantasía que moviliza recuerdos verdaderos”.
El proyecto novedoso recrea un supuesto contacto de una ex pareja vía mensajes en la red social, interpretado por un actor que elige quien se anime a vivir la experiencia. En la ficción, escrita por Santiago Loza y dirigida por Guillermo Cacace, también participan Leonardo Sbaraglia, Cecilia Roth, Camila Sosa Villada y Dolores Fonzi.
Como presidente de la Sociedad Argentina de Gestión de Actores Intérpretes (SAGAI), Marrale advierte que en este momento tan crítico “hay que salir del pozo”. En este sentido, sostiene que el rubro audiovisual “está paralizado hace ya mucho tiempo”, y reclama una ley que fomente la industria.
—Es interesante la creatividad en el tipo de propuestas que apareció con las limitaciones de la cuarentena.
—Estamos muy urgenciados por poner el imaginario en actividad, porque la quietud nos puede paralizar. Como de costumbre, los creadores son los que están ahí, siempre atentos, para que puedan aparecer estas perlitas, en estos días días en los que no sabés ni qué hora es, ni si te estás levantando a las 11, a las siete y media o a las dos de la mañana, que hay tanta discontinuidad en términos de lo que era el contacto, el trabajo… Los que no salimos y tenemos que hacer todo desde adentro, llega un momento en que es bastante complejo, bastante duro. Sobre todo para los actores: ya se dijo hasta el hartazgo que vamos a ser los últimos (en regresar a la actividad), seguramente, y hay que ver con qué protocolos, de qué manera. Es un tema.
—Es muy compleja la situación de los actores. En este contexto, desde SAGAI estuvieron muy cerca de los colegas. ¿Con qué se encontraron?
—Nos encontramos con un colectivo que viene sufriendo desde hace bastante tiempo la pérdida de trabajo. Salvo lo que se podía hacer en teatro independiente, con una (importante) cantidad de compañeros y compañeras que trabajan en tantos lugares, esta ciudad es única en ese sentido, en el teatro comercial; fuera de eso, algunas películas. El audiovisual, que es intrínsecamente de lo que se ocupa SAGAI, está muy paralizado hace ya mucho tiempo. Algo se tiene que poner en marcha para este lucro cesante que tenemos de tantos actores, actrices, directores, iluminadores, directores de arte; gente con tanto talento. No se puede estar de brazos cruzados. Hay que generar una sinergia para que todos volvamos a trabajar. También con el Estado favoreciendo la posibilidad de que una ley de fomento del audiovisual se instale como industria. Necesitamos nada más que ponernos de acuerdo.
—¿Cómo ves lo que está pasando con Polka?
—De aquellas épocas en donde se filmaba y se grababa tanto en la televisión, hemos llegado a esta instancia. Este año se terminó con una sola ficción (Separadas), que no pudo finalizar por la pandemia. Una sola. Es doloroso. Primero por la posibilidad de que quede tanta gente desocupada. Hay que intentar que los trabajadores y las trabajadoras que están en Polka desde hace tanto tiempo no sean despedidos. Es fundamental encontrar formas. Yo tenía que hacer algo con Polka, y con Turner.
—El caso María Marta García Belsunce: ibas a interpretar a Carlos Carrascosa.
—Claro, era una buena oportunidad para volver, para trabajar. Ojalá eso se pudiera gestar lo más rápido posible. Lo que pasa es que el protocolo está en veremos. No es en Argentina: en todo el mundo están viendo cómo se hace. Todavía el virus no está neutralizado. Hasta que no esté la vacuna, las formas para poder trabajar serán complejas. Es un acontecimiento mundial, una hecatombe. Nos tenemos que mirar para ver qué podemos hacer entre todos. No a la bartola; con cabeza. Cuando se llega al final, al límite del pozo, si uno tiene la energía para pegar la patada y subir, no hay que subir solo. Hay que hacerlo agarrado con otros. Somos gente inteligente: hay que intentar lo mejor con los mejores, no perder el tiempo en peleas inútiles. Estamos mirando absortos un fenómeno que nos atraviesa, nos daña, nos duele. Tenemos que cuidar a los mayores y a los que no son tan mayores para que no hagan desmanes. Cuidate que me vas a cuidar. En eso está el acto solidario.
—Nadie se salva solo.
—Nadie. Ni en esta circunstancia ni en ninguna. No hay forma: el COVID-19 no mira a quién. Los compatriotas que están en peores situaciones son los que más sufren. No podemos no ver eso porque no nos pasa directamente a nosotros. Al contrario, hay que ver qué se puede hacer, generar una nueva forma de encuentro entre los argentinos. Se pelea mucho sin sentido... Y no hablo de no tener posturas ideológicas; todos las tenemos. Podemos coincidir o no, pero no podemos estar tan aislados en lo que significa la salvación o por lo menos intentar repactar el país, la gente. Es un momento durísimo para la Argentina. Teniendo conciencia de lo mal que estamos, no peleemos por tonterías, peleemos por encontrar formas solidarias de salir.
—Cuando empezó todo esto, parecía que estábamos más unidos, y que de alguna manera se terminaba con la grieta. Hoy, estamos de vuelta peleando por todo.
—Hay que mirar cómo se fabrican las peleas, de dónde se da manija para algunas cosas. En los medios hay una gran responsabilidad, tiene que aparecer la forma de comunicar un poco de paz, un poco de tranquilidad. Miro poco la televisión porque hay momentos en que me pone mal, me duele. Veo una sucesión de cosas. No voy a decir que no suceden, que no hay motochorros, que no hay afanos… Hay de todo, como hubo siempre. Por ahí, ahora es más doloroso que se vea, pero cuando se repite todo el día y ves uno que cae, que está muerto y le pegan otro tiro. ¡Ay Dios! Me duele muchísimo. La gente está temerosa. Si hablás con las personas mayores, gente que no puede salir a la calle a caminar porque tiene miedo, más que del COVID, que le arrebaten un bolso. Y no está sucediendo eso en todos lados, hay que bajar un poco. Se pone el ojo en algo, en un acontecimiento doloroso, crítico, complicado, sucio, asesino, y se llena todo el día con esa imagen. La gente se asusta, tiene temor. En algún momento vamos a tener que pensar, también... No en correr un telón sobre la realidad, porque eso sería otra falacia peor, pero suavizarnos un poco. Una caricita, una cosita un poquitito más tranqui. Ya bastante conflicto hay con vivir como estamos viviendo.
—Desde el Gobierno han reconocido una situación de inseguridad creciente.
—Soy alguien que ha vivido trabajando con la imagen. Las imágenes tienen un valor real y un valor simbólico. El valor del recuerdo permanente de la violencia en la calle hace que sea un lugar intransitable. Seguramente hay espacios que son muy complejos, pero hay otros que no. La gente sale para su trabajo como puede, tiene el cuidado suficiente como para no contagiarse, no contagiar a los compañeros. El esfuerzo que están haciendo médicos, enfermeros, y son los primeros que están cayendo. Me acuerdo cuando salíamos todos a aplaudir. Siguen arriesgando sus vidas con aplausos y sin aplausos. Si estamos así como estamos es porque muchos de ellos y de ellas están haciendo lo mejor que pueden. Dejando la vida. Esto es lo que hay que mirar, y solidarizarnos con eso. Me acuerdo de momentos en donde había enfermeras o médicos que no podían entrar a sus hogares.
—Los médicos, enfermeros y todo el personal de la salud le ponen el cuerpo a esta pandemia. Alguna vez me dijiste que si tuvieras que interpretar a alguien de la historia argentina, te gustaría hacer a René Favaloro.
—Sí, un grande. Es un modelo ese hombre. De dónde vino, lo que hizo. Ese argentino es la esencia de lo que podemos ser. Lo digo y me emociono. Podría haber sido un exquisito, poner una clínica... La puso como la Fundación Favaloro, pero la pudo haber puesto en Texas, en Los Ángeles. Esos son los modelos que tenemos que levantar. Han sacrificado su vida por la ciencia, por la vida. ¿Qué es lo que hacía Favaloro? Salvar vidas, y al mismo tiempo, construir una fundación para salvar más vidas. Por ahí hay que empezar a buscar.
—Son 14 años de SAGAI. Estar en ese lugar también te expone a recibir los pedidos de la gente que peor la está pasando. ¿Duele?
—¿Cómo no? Es un momento muy crítico. Está SAGAI, con lo que puede: si pudiéramos más, haríamos más. Nosotros funcionamos en función de la recaudación que se hace por el uso de la obra de actores y actrices argentinas en la televisión, en el cine. Por eso es que tanto tiempo estuvimos reclamando que se repitieran algunas obras argentinas en la televisión. Hay que generar lo antes posible una ley de fomento del audiovisual. Tengo mucha esperanza. Es una industria que, además, da mucho dinero si se hace bien. Las plataformas han salvado a la humanidad en términos de entretenimiento, todo este tiempo (de pandemia). Necesitamos en esas ficciones a nuestros actores y actrices argentinos.
—En el mientras tanto, el Gobierno ha brindado ayuda a muchos sectores. ¿Faltó para los artistas?
—Los actores, actrices, el arte, la cultura en general, los artistas siempre estamos un poco corridos. No descuidados, pero corridos. A veces, porque nuestra vida es un poco irregular en términos del trabajo; la falta de continuidad. En principio, se puede hacer más, pero creo que hay que mirar las cosas en términos de tener más trabajo. Lo que cambia la historia es el trabajo, no solamente el de los actores. Eso es lo que nos va a poner en otro lugar.
—¿Cómo imaginas el encuentro con el público?
—(Risas) Es muy emocional. Uno idealiza el día que, después de ensayar, el espectador ya no necesite tener una butaca separada del otro. Que esté al lado, tocándose, codo a codo, molestándose. Que se apaguen las luces de la sala, se ilumine el escenario y salir nosotros a hacerles cambiar por algunos minutos la vida al que está o la que está sentada ahí. Me lo imagino como una gran emoción. Saber que hay gente, como desde hace 5.000 años, esperando que salgas para sumarse a esa historia que no existe y, sin embargo, existe adentro. Va a ser un momento glorioso.
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