No debió enfrentar situaciones de abuso “graves”, tanto en su carrera como en su vida personal. “Lo que pudo haber pasado es que a lo mejor te llaman (por teléfono), vos decís ’no me llames más’, y te siguen llamando”. Pero ese hostigamiento recibido no se debió a su profesión como modelo, “ni mucho menos”, aclaró Andrea Frigerio. “Le puede pasar a cualquier mujer, y cada una sabe cómo salir de esa situación. Es verdad que es incómodo...”.
En diálogo con Catalina Dlugi para su programa Agarrate Catalina, en La Once Diez, Andrea vislumbró un cambio al respecto en este último tiempo. “No sé si a mí me pasa menos (el acoso), porque ya soy una mujer grande, pero creo que ahora ese tipo de situaciones están aflojando. No estoy diciendo que se terminaron...”
Y encuentra una razón. “¿Sabés qué pasa? Las mujeres eramos muy críticas de nosotras mismas -remarcó-. ‘Andá a saber esta qué le dijo, cómo lo hizo sentir, lo histeriqueó, seguro que algo le dio a entender'. Ahora hay una sororidad, un entender entre mujeres, sin ser hembristas”. Y en ese sentido, Frigerio se definió: “Soy feminista porque soy femenina y me gusta todo lo vinculado al feminismo, pero lo que no soy es hembrista, que es el contrario de machista”.
En una entrevista que brindó desde su cuarentena, en la que habló sobre distintos temas, la actriz de ATAV -el éxito televisivo de 2019- recordó cómo fue su adolescencia. “Me decían ‘tero’ porque tenía las patitas muy flacas, era muy chiquitita, la primera de la fila. Hasta que a los 15 años crecí de golpe y terminé el secundario siendo la última de la fila”. Ese descalificativo le “dolía”. “Sí, viví bullying -lamentó-. Me decían: ‘Que sos my flaca, que no comés'. Y comía como lima nueva, pero tenía otra genética”.
Esos comentarios la llevaban a “ocultar” su cuerpo en el colegio. “El (vestido del) uniforme lo llevaba hasta las rodillas, y me subía las medias hasta las rodillas para que no se me vieran las piernas. No tenía lolas, siempre estaba como encorvada. Y me pasó como el cuento del Patito Feo: de golpe, crecí. Hasta después de ser madre (tuvo a su primer hijo a los 20 años), no me sentí una chica atractiva”.
Cumpliendo con la cuarentena, Frigerio cuenta que al principio de la pandemia se asustó “mucho, como todos”. “Después me fui acostumbrando. Y fui creando como micromundos: aunque es feo decirlo, me va a costar salir. Es que me fui adaptando, más allá de la imposibilidad de ver a mi gente, a mi familia, a mi hijo, a mis nietos; mi hija está en España. Pero en el día a día no la estoy pasando tan mal”.
Justamente su hija, Josefina Bocchino (23), más conocida como Fini, generó su desvelo cuando el coronavirus empezó a ser noticia en enero, por el inicio del brote en China y la posterior llegada a Europa. Ocurre que Josefina vive en Madrid, adonde busca abrirse camino como actriz, y luego de un paso por la Argentina en enero, debió regresar a España.
“Cuando se fue, ya había rumores (sobre la pandemia). Despedirla fue un desgarro. ‘No te vayas, por favor', le decía. ‘Ay, mamá, no pasa nada'. Pero ahí no sabíamos el alcance, ni que estaba yendo a la peste misma, y cómo era el futuro. Fue difícil, es verdad”. Ahora es Josefina quien se preocupa por su mamá: al ver las cifras de contagios en la Argentina, la llama todos los días para saber cómo está.
Pero lo dicho: Andrea -haciendo a un lado la imposibilidad de ver a sus seres queridos- se encuentra bien. Disfrutando de una gran etapa junto a Lucas Bocchino, con quien está desde hace 30 años. “Ahora estamos de novios: está buenísimo”, resalta. Casi no sale de su domicilio, y por una razón especial: su suegro quedó viudo en enero (por eso Fini había regresado a Buenos Aires: para despedir a su abuela), y como vive solo en el campo, Frigerio se turna con sus tres cuñados para ir a cuidarlo los fines de semana. “(Con Lucas) nos quedamos todo el tiempo en nuestra casa para no llevarle ningún problema. No tenemos prácticamente contacto con nadie, y hacemos todo vía teletrabajo”.
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