Mucho se escribe, se escribió y se escribirá sobre los amores de pareja. Hay amores eternos y fugaces, inolvidables y olvidables, intensos y débiles, obvios y sorprendes y decenas de categorías más. Novelas, películas e incluso esta sección se nutren de grandes historias de amor. Pero lejos del romance, existe otros vínculo, fuertes e inquebrantables, que no por tener menos “prensa” resulta menos importante: la amistad. A algunos personas, el amor romántico puede resultarles esquivo, pero logran una amistad única. Es el caso de Leonardo DiCaprio y Kate Winslet. Se conocieron en 1997 en el rodaje de la película Titanic, y “sin querer queriendo” se convirtieron en una de las parejas más emblemáticas del cine.
Hoy resulta imposible imaginar a Jack y Rose en otra piel, sin embargo los actores no fueron la primera opción de su director, James Cameron. Para interpretar a Jack Dawson, la primera opción era Matthew McConaughey. Con 28 años y varias películas románticas, el carilindo actor parecía “número puesto”. Su audición había convencido a todos cuando apareció DiCaprio. “Vino para una entrevista y pasó algo raro: levanté la vista y en la habitación, todas las mujeres del edificio estaban en la reunión... la administrativa, la guardia de seguridad, todas Así que pensé, ‘será mejor que fiche a este tío’”, contó el director. No solo lo fichó, también le dio el protagónico.
Kate tampoco figuraba en los planes del director que prefería a Uma Thurman o Gwyneth Paltrow. Pero Winslet no se dio por vencida. Con 10 años sabía que debía pelear por sus sueños. Alguna vez contó que a los 14 años, un profesor de interpretación le aseguró que solo triunfaría si se conformaba “con papeles de chica gorda”. Ella ignoró su cruel comentario, afrontó miedos e inseguridades y siguió adelante. En 1994, protagonizó un retorcido pero atrapante personaje en Criaturas celestiales y al año siguiente mostró que no era una más sino una talentosa en Sensatez y sentimientos, adaptación de la novela de Jane Austen, por el que obtuvo el premios Bafta y fue nominada al Oscar por primera vez.
Pese a sus logros, Cameron no la tenía en vista, pero Kate sabía lo que quería. “Cerré el guión, lloré un mar de lágrimas y me dije: ‘Bueno. Tengo que conseguirlo’”. La aguerrida actriz demostró que, al menos en este caso, “querer es poder”. Animada por Emma Thompson, llamó a su representante y le ordenó conseguir el teléfono del director. Apenas lo tuvo, lo llamó. “Estaba en la autopista y me dijo que iba a no sé dónde. Creo que se arrimó a alguna parte para estacionar y entonces e dije: ‘Ese papel es para mí, y si no me lo das, estás totalmente loco’.”
Cameron demostró no solo que estaba totalmente cuerdo sino un olfato único para elegir a sus protagonistas. Kate realizó dos pruebas de cámara, una con McConaughey y otra con Jeremy Sixto. Ninguno de los actores fue seleccionado, ella sí. “Siento que fue una prueba de cámara adecuada. Después de la segunda vez que pasó, conseguí el papel. Aun no sé qué vio James en mí para escogerme”. Como agradecimiento le envió unas flores con una linda nota.
Comenzó la gran aventura de Titanic. Rose y Jake se transformarían en una pareja inolvidable en el cine y Kate y Leo, en amigos inseparables.
La primera escena compartida no fue la más fácil pero sí una de las más importantes. Jack, artista, debía plasmar en su cuaderno la figura de una Rose tan sensual como desnuda. Ella se quitó la ropa con naturalidad y DiCaprio enmudeció ante su belleza. La turbación que se ve en pantalla es real. Tanto que la frase original del guión indicaba: “Acuéstate sobre el sofá”, pero Leo balbuceó un “Acuéstate sobre la cama, perdón, sobre el sofá”. Cameron, lejos de corregir la frase, la dejó porque mostraba de forma exacta “lo que le pasaba por la cabeza a Jack al ver el cuerpo desnudo de Rose”.
Se sabe que filmar la película no fue fácil. Los actores tuvieron que entrenar duro para aprender a contener la respiración por varios minutos bajo el agua. Las escenas eran realizadas en un gigantesco tanque de más de un millón de litros de agua. Los productores no sabían si Kate soportaría el esfuerzo. Hasta que un día la encontraron caminando por el fondo del estanque y al verlos, los saludó con la mano. Desafío cumplido.
Los jóvenes protagonistas pronto demostraron que no solo podían contar la historia sino mejorarla. El director los dejó improvisar. En la escena en la que Rose le da las gracias a Jack porque la salva de arrojarse al mar. “Pasamos dos o tres días improvisando, trabajando esa escena punto por punto antes de que la reescribiera tomando en cuenta nuestras consideraciones”.
Lo mismo ocurrió en otra mítica escena: la de la primera vez en el auto. “Se nos ocurrió ese mismo día. Parecíamos sudados en el coche, pero nos habían rociado con agua mineral para dar la sensación de que estábamos…, eso, así que lo de la mano en el cristal surgió sobre la marcha”, contó Kate y también reveló que “en esa toma, no éramos nosotros. Y, sin embargo, estábamos nosotros metidos en la historia. La Rose que había en mí de algún modo estaba haciendo el amor realmente con el Jack que había en él. Y aunque yo no tuviera esos sentimientos por Leo, era muy hermoso sentir eso en la escena”.
Al principio, Kate sentía que su compañero era estupendo y tenía miedo de parecer acartonada o “shakespeareana, demasiado inglesa”. Pronto ese miedo se diluyó. “Nos hacíamos de todo”, recuerda Kate. “El me hacía cosquillas, me tocaba, me provocaba todo el tiempo. Y yo se la devolvía, por ejemplo, le pellizcaba la cola.” A Leo le encantaba que Kate fuera mal hablada, tanto que le habían prohibido juntarse con los nenes actores para que no les enseñara palabrotas y se divertía provocándole “asquito”. En medio de una escena se tiraba un oloroso pedo y luego pasaba el saco por la cara de ella. Billy Zane contó que si otro hubiera hecho eso, la actriz se habría ofendido, pero con Leo era tal la complicidad que no paraba de reir.
Era común encontrarlos abrazados bajo una misma frazada en el tráiler de alguno o verlos acostados mirando las estrellas. Solían fumar un cigarrillo y hablar de “dudas existenciales”. DiCaprio, a veces le preguntaba si él le parecía pintón. “Me decía: «¿De veras te parece?» Y yo le contestaba: «Rotundamente. Hijo de puta, sos deslumbrante. ¿Cómo lo lográs con sólo dos horas de sueño?”. Otro tema recurrente era el sexo, no alardeaban ni comparaban experiencias sino que se pasaban sugerencias y consejos. “Leo es excelente en eso. Debo confesar que un montón de sugerencias suyas realmente funcionaron. Y estoy segura de que a él le pasó lo mismo.”
Si no charlaban, ella se sentaba a mirarlo jugar Tomb Raider o Nintendo, o entonaban a dúo y a los gritos “Wind Beneath My Wings”, parodiando la escena en la que Jack lleva a Rose a la proa del barco y le pide que cierre los ojos y abra los brazos.
Lejos de enamorarse se hicieron compinches. A la larga, esta complicidad fue un problema porque cuando debían grabar escenas de amor se partían de risa y una toma de minutos se transformaba en horas.
Pero no solo estaban para lo divertido. Solían animarse mutuamente cuando el rodaje se ponía tedioso y luego de cinco meses de grabaciones, parecía interminable.
Luego de pasar una semana amarrada a un arnés que la mantenía suspendida a 30 metros de altura, Winslet sufrió un ataque de vértigo aferrada a la popa de la cubierta inclinada del barco. Fue DiCaprio quien la tranquilizó. Cuando ella casi abandona la película a causa de una pulmonía, -el agua estaba a 10 grados y era de las pocas que no llevaba un traje especial para poder sufrir y así “trabajar mejor”-, Leo la llamó todos los días. La actriz se recuperó y volvieron las risas y la complicidad. Pronto surgieron los rumores de romance. “La mera idea de algo así era demente: habría sido como un incesto”, contestó Kate.
“Fue mi mejor amiga durante siete meses. Descargábamos las tensiones del rodaje juntos, nos desahogábamos juntos, estábamos atentos el uno al otro. Ella era la persona ideal para trabajar, porque parecía un muchacho más. Todo habría resultado más duro sin ella. Fuimos muy compañeros.”, describió DiCaprio y en el 2004 le confesó a Oprah “esa es mi chica. Siento absolutamente lo mismo que ella. Si no hubiera sido por ella, esa película no habría salido”.
Desde entonces ambos actores se convirtieron en ese amigo/a que todos quisiéramos tener. Después del exitazo de Titanic los dos lograron surfear los peligros de la fama y el encasillamiento y convertirse en actores amados por el público y reconocidos por la crítica.
Leo compartió cada una de las penas y alegrías amorosas de su amiga. La vio enamorada de Jim Therapleton, su primer marido y la sostuvo cuando se separó. Acompañó su alegría cuando ella se enamoró y se casó con el director San Mendes y también al divorciarse. La alentó a volver a apostar por el amor con su tercer esposo, Edward Smith. La visita con regularidad, tanto que Mia, Joe y Bear, los hijos de la actriz lo llaman tío. Los chicos suelen pedirles que recreen escenas de Titanic, algo a lo que acceden divertidos.
Leo siguió rompiendo corazones, saliendo con actrices o modelos jóvenes –en general sub 25- y manteniendo el invicto de jamás pasar por el altar.
Las novias pasan, la amistad con Kate permanece. “Para uno de los hombres más especiales de mi vida. Leo, estoy tan contenta que no puedo estar aquí y no decirte cuánto te quiero y lo mucho que te he querido en los últimos 14 años” declaró Kate al ganar un Globo de Oro por Revolutionary Road, lejos de hacerse el distraído Leo le tiró un beso volador desde su butaca de honor. Pero la cosa no quedó ahí, otra vez en el programa de Oprah, el siempre reacio Leo expresó “Enhorabuena, Kate, todavía no había tenido la oportunidad de decírtelo en público, has hecho un trabajo increíble, ganaste dos (Globos de Oro) en una noche (el otro por El lector) y te lo mereces por haber hecho dos trabajos tan extraordinarios” y remató con un “hemos crecido juntos en esta industria y nos hemos convertido en un imprescindible mecanismo de apoyo el uno para el otro”.
Si les preguntan cuál es el secreto de esta amistad, Kate responde “Creo que la razón de que nuestra relación funcione es porque nunca nos hemos visto inmersos en nada romántico”. Para los fanáticos de la historia de Rose y Jake, que Kate y Leo nunca hayan sido novios puede ser una decepción o un sueño a cumplir. Para los actores, su amistad a diferencia del Titanic es inhundible.
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