El análisis de Gabriel Rolón sobre el amor, la convivencia, la soledad y los divorcios en la cuarentena

"Si le exijo a mi pareja que me complete, la estoy condenando al fracaso", afirma el psicólogo y escritor. Además en esta charla con Teleshow reflexiona sobre cómo salir lo más ileso pòsible de la crisis que atravesamos: "No hay mejor herramienta para recuperar el equilibrio emocional que el placer"

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Gabriel Rolón a solas con Teleshow

“La tecnología, tan maltratada incluso por mí, ha venido a salvarnos y a darnos una manera posible de seguir viviendo en comunidad”, destaca Gabriel Rolón. En tiempos de pandemia, el psicólogo y escritor se sumó a la era del diván de pantalla, y admite que, si bien antes no aceptaba pacientes por vías que no fueran presenciales en el consultorio, ahora ha cambiado su forma de pensar. “A lo mejor era un poco prejuicioso; esto abre un escenario posible”, reflexiona en esta entrevista con Teleshow en la que se mete de lleno en el contexto adverso que estamos viviendo y las maneras posibles de atravesarlo sin rendirse.

A tono con la época, Rolón presenta su espectáculo virtual, El amor y las pasiones, junto a la escritora y psicoanalista Cynthia Wila, su esposa. “Intentamos instalar temas y pensamientos para que, cuando nosotros nos vayamos del streaming, se queden conversando un rato largo...”, anuncia Rolón sobre la charla que podrá verse este lunes 17 de agosto, a las 20 horas, por Plateanet.

—¿Estás atendiendo vía Zoom, videollamada? ¿Cómo funciona eso con los pacientes?

—Mucho mejor de lo que creía. Soy un defensor de la humanidad en la relación y en el vínculo del estar con el otro, sentir su perfume. Cuando estás enfrente de alguien hay una comunicación no verbal que te permite leer qué le está pasando a esa persona. La virtualidad pierde un poco, ¿para qué negarlo? Yo era de los que, por ahí, si me escribía alguien de afuera que quería analizarse conmigo le decía: “No, no atiendo de esta manera”. He cambiado mi forma de pensar. Sí, funciona, (pero) no reemplaza totalmente a lo otro. A esta manera de comunicarnos hay que encontrarle sus ventajas y aceptar sus limitaciones.

—Esta nueva normalidad que estamos conociendo.

—Ya estaba. He llegado a pensar, incluso, que la gente ahora tiene más sexo por las redes. Hay más juegos sexuales por las redes que erotismo real en un cuerpo, en una cama. Pero he notado algo. Muchas personas que me comentaban que ellos disfrutaban de jugar eróticamente, conocer a alguien por las redes y de esta manera particular de ejercer la sexualidad, ahora se han cansado. Ahora están extrañando un abrazo, una piel de verdad. Así que yo creo que probablemente se venga mucho más deseo. Si bien va a pasar un tiempo a aquel que esto lo agarra sin pareja. Qué difícil darle un beso a alguien que uno no conoce, ¿no? Si te están diciendo que no te podés abrazar con tus hijos, que no te podés abrazar tus padres, te presentan un hombre o una mujer, y... la verdad que se les va a complicar. “¿Nos damos un beso?”. “No sé. ¿Cuál es el certificado? ¿Me traes el Covid negativo?”.

—Estar solo en cuarentena ha sido difícil, pero estar en pareja también. ¿Qué pasa con quienes están encerrados hace meses? ¿Se vienen más nacimientos o más divorcios?

—Me animo a pensar que van a haber más divorcios, pero porque la gente descubrió que no quería estar con quien estaba. Muchos ya lo sabían y simplemente les costaba tomar la decisión; otros estaban en duda y esto movió la aguja para un lado y para el otro. Alguien me decía la semana pasada: “¿En qué estaba pensando cuando te decía que me quería separar de mi marido? ¡No puedo creer el hombre que tengo al lado!”. A ella este aislamiento la llevó a poder estar más cerca y ver de frente con quién estaba y lo que siente.

—Revalorizar.

—También se ha producido lo otro. Muchas parejas se fueron a vivir juntas para no estar solas y se han visto en algo que no fueron ni dos semanas ni tres ni cuatro, como parecía al principio, sino cinco meses, y por ahí un poco más. Ahí se han topado con el hecho de: “¿Vos y yo estábamos para convivir?”. Algunos han dicho: “Nos queremos quedar juntos, ¡está buenísimo!”. Y muchos, por el contrario, se habrán dado cuenta que era difícil. Es una situación anímicamente difícil, donde uno está angustiado, temeroso, ansioso. La tolerancia se pone a prueba todo el tiempo. Muchas parejas se han dado cuenta de que funcionan siempre y cuando no estén bajo mucha presión. ¡Ojo! No es que eso esté mal, porque esto que nos pasa es anormal. Por ahí una pareja, para lo que es la vida más o menos normal, está preparada y se llevan bien, pero para quedarse solos en una isla como el Náufrago y Wilson, no pudieron acompañarse.

Gabriel Rolon: "La felicidad en una pareja es mucho más factible cuando la pareja está conformada por dos personas que ya son felices"

—En el amor, ¿el otro nos completa?

El amor es la ilusión de hacer de dos, uno. El enamorado quiere eso, ser todo para el otro, y si el otro tiene otros sueños, necesidades o deseos, uno se ofende y dice: “¿No te alcanza conmigo?”. Uno quiere ocupar todos los espacios del otro, y es una locura y una patología. El amor no completa a nadie. El amor nos genera la ilusión de estar un poco más completos porque nos da la impresión de que, cuando estamos enamorados, la soledad duele menos, y cuando el amor es bueno, eso ocurre. Pero no hay que pedirle que se lleve por delante la soledad existencial que nos va a recorrer siempre. Si le exijo a mi pareja que me complete, la estoy condenando al fracaso.

—No depositar en el otro la responsabilidad de la felicidad y la realización propia.

La felicidad en una pareja es mucho más factible cuando la pareja está conformada por dos personas que ya son felices. Si sos feliz y soy feliz, es mucho más fácil que seamos felices si estamos juntos, a pretender encontrar en vos la felicidad que no tengo. Cuando alguien está bien consigo mismo y cede una parte de sí para armar un nosotros, lo hace desde un lugar donde tiene mucho más para dar. Hay personas que están en pareja simplemente porque estar solos o estar sin pareja les parece horrible. Me corrijo, dije “estar solos” como si no tener pareja fuera estar solo, y no es lo mismo. Estamos acostumbrados hasta a ese lenguaje.

—¿Se muere de amor?

Hay que estar muy enfermo para morir de amor. Al menos, de esa manera drástica que es un melancólico que se deja morir o un suicida que se pega un tiro porque lo han dejado. El melancólico es un psicótico grave y el suicida es alguien que ha dejado en algún punto de creer en la vida. Que después le eche la culpa a una decepción amorosa es otra historia, pero estamos hablando de casos muy límites.

—No es el amor, es la salud mental.

—Es poco romántico decirlo, pero si uno no está loco, de amor no muere nadie, lo que no quiere decir que no se sufra muchísimo y que ese dolor sea lo más parecido a la muerte que uno puede tener. Es casi una obligación de todo sujeto humano tener la capacidad de resarcirse de un dolor amoroso y encontrar la posibilidad de volver soñar. No digo con otra persona siquiera: volver a tener sueños propios. En esta puja entre el amor del otro y el amor propio, muere de amor el que se queda sin amor propio. Cuando el otro te quita su amor es dolorosísimo, tremendo; pero mientras te quede tu amor por vos... Cuando uno tiene un amor por uno mismo que lo sostiene, del duelo se sale. Los duelos se atraviesan, y más tarde o más temprano uno dirá: “Qué pena que no funcionó”, “Qué suerte que no funcionó”, “¿Cómo pude haber estado enamorado de esta persona?”. Pero sigue su vida.

"No hay mejor herramienta para recuperar el equilibrio emocional que el placer", afirma Gabriel Rolón

—¿Cómo vamos a salir de esta pandemia respecto a nuestra salud mental?

Las situaciones extremas ponen a prueba tu salud mental. Hablábamos recién de cómo se sale de un desamor: no hay una respuesta universal. Así como las psiquis son puestas a prueba ante una situación de pérdida, esta pandemia nos ha puesto a prueba. Saldremos según cómo hayamos estado psíquicamente. Más golpeados todos, porque nos ha golpeado a todos, pero a algunos el empujón los tirará, los sacará de la cancha, y a otros simplemente los hará trastabillar y se podrán volver a poner de pie. Esto es un esfuerzo y un trabajo psíquico para intentar sostener la sanidad lo más que se pueda. Ha puesto a prueba nuestra tolerancia, nuestra paciencia, nuestra capacidad de reinventarnos, nuestra resiliencia. Se nos tiró a la cancha para algo inesperado, que ya es mucho decir. Te vas a confundir al principio. ¿Por qué? Porque así funcionamos hasta que se acomoda. Cuantas más herramientas tiene uno, más rápido se acomoda. Aquellos que tenían emocionalmente más sanidad, psicológicamente más equilibrio, van a salir un poco mejor parados. Los que estaban en un equilibrio limitado van a salir con muchos problemas. Fijate lo que ha ocurrido con el aumento de la violencia de género. ¿Eso qué quiere decir? Que aquel que podía, en una cierta normalidad, permanecer en el territorio del trato dudoso, ante este empujón, ha pasado al maltrato, y aquel que tenía, a lo mejor, una violencia moderada ha pasado a una violencia mucho más feroz. Las personas que ya tenían problemas con su violencia, puestos en un territorio tan desfavorable, han perdido todo control sobre eso y no lo digo justificándolos, uno es responsable de la enfermedad que tiene, psíquicamente hablando.

—¿Qué podemos hacer en lo que queda de tiempo para estar un poco mejor y canalizar todo esto de una manera más sana?

No hay mejor herramienta para recuperar el equilibrio emocional que el placer. Si me preguntás qué le diría a la gente: que tenga placer, como le guste, como pueda. Si está en pareja y le gusta el sexo, que tenga sexo; si le gusta jugar con sus hijos y tiene la posibilidad, que juegue con los chicos. No sé... Pintar, arreglar flores en una maceta, escribir, leer, escuchar música, ver películas. Depende de la realidad que te haya tocado, de cómo estés. El placer es la válvula de escape de la ansiedad. Cuanto más placer tengas, más baja va a estar tu ansiedad y más tranquila tu psiquis, porque tiene menos trabajo que resolver y más en paz vas a transitar lo que queda.

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