Cuando este miércoles por la noche Karina Quinteros se ubicó frente al televisor para ver junto a sus dos hijos, Maxi y Brian, su participación en Bienvenidos a bordo grabada el martes (para cumplir con los protocolos sanitarios y extremar los cuidados, la producción decidió que el ciclo no se emitiera en vivo), los chicos tenían solo dos datos. Los que ella les había acercado, claro: que estuvo apenas un ratito al aire antes de quedar afuera del juego, y que, casi a modo de consuelo, se llevó un pequeño premio.
“Qué pequeño habrá sido que ni siquiera lo mostró...”, habrá pensando sus chicos. ¡Pero qué importaba! Mamá aparecía en la televisión, luego de que ellos mismos la hubieran anotado, y eso ya era todo un acontecimiento.
Toda Capilla del Monte -la ciudad de la cual son oriundos Karina y sus hijos- también se quedó pendiente de su paso por el programa de Guido Kaczka. Los familiares y amigos -aquellos que cinco años atrás los vieron partir a Buenos Aires, tras la huella de un futuro mejor- conocían exactamente lo mismo que Maxi y Brian: que esta taxista -que conduce un auto alquilado- no había tenido mayor suerte en el ciclo de El Trece. ¡Daba igual! Si estaba en la tele...
Sentados frente a la pantalla de su casa, los chicos de 19 y 21 años vieron cómo el 6 cayó la primera vez que Karina giró la rueda. En la segunda -salió el 7- sonrieron sin poder escapar de la resignación: mamá había estado más tiempo del que había dicho; quizás se confundió con los minutos, nerviosa como estaba. Pero solo se había llevado un premio consuelo. ¡A aguantarla igual! Si es la viejita tan querida...
Lo que no sospechaban era que su madre -la misma que reconoce que los “hincha” con “la limpieza, el orden, el estudio y el trabajo”- había colocado su celular al lado del televisor para registrar la escena. Porque solo Karina sabía lo que iba a suceder.
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Entonces, la rueda gira por tercera vez. Primero a gran velocidad; los números fueron pasando indivisibles. Al ir bajando el ritmo ya comenzaron a distinguirse. Frotándose las manos, Maxi mira un tanto extrañado: haciendo un cálculo a ojímetro el 8 deseado, el que hubiera consagrado a su mamá, no quedaría tan lejos. ¡Qué pena! Brian se queda incrédulo cuando el pestillo se mueve y está a un milímetro de caer otra vez en el 7... Los hermanos se agarran la cabeza. “Noooooo...”. ¡Qué cerca estuvo!
Y no... De alguna manera la rueda, en ese instante glorioso, vuelve de repente sobre su eje y se clava en el 8. Pero, ¡¿cómo puede ser?! Si mamá dijo que se llevó un premio menor, y si cayó en el 8, eso le da un taxi, el tan anhelado, el que le permita moverse con mayor independencia, el que les dé un empujoncito para seguir adelante, el que... “¿Vos ganaste ayer?”, le pregunta Maxi, sin comprender. Karina le devuelve la mirada, sonríe y asiente.
Lo que sucede después -lo que se ve en el video registrado por el celular- es esa felicidad que nos embarga cuando de vez en cuando la vida nos hace un guiño. Y equipara la balanza. Y aporta algo de justicia. Los chicos sonríen, gritan, saltan, hacen todo junto; Karina celebra ahora, en la intimidad de su casa y en el abrazo con Maxi y Brian, lo que un día antes festejó en la exposición de un estudio televisivo, cercada por los protocolos, sin que nadie pudiera saludarla por la pandemia, y rodeada de célebres desconocidos. “Es una lucha mi vida, estoy sola con dos chicos”, le había explicado al aire a Guido, conmovida.
Por eso buscó que ellos no supieran que había ganado; tampoco su familia: solo se los había contado a sus compañeros del trabajo. “Quería que mis hijos se emocionaran como yo lo hice”, contó hoy en el magazine Nosotros a la mañana, dejando escapar alguna lágrima. “Esto es un sueño. Es la oportunidad de tener una seguridad para mí y para ellos”, explicó ante Santiago Zeyén sobre el flamante taxi 0 km que ahora tiene dueña: es suyo, le pertenece.
Porque la rueda giró el martes. Pero Karina ganó el miércoles, en ese abrazo eufórico con Maxi y Brian, con lágrimas de alegría después de tanta lucha. De vez en cuando la vida..
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