“Es terrible y extraño todo lo que está pasando”, dice Leonardo Sbaraglia sobre la pandemia que sorprendió al mundo entero, pero enseguida advierte que su “situación personal” es “absolutamente privilegiada”. El actor pasa sus días de cuarentena en su departamento en Belgrano en donde, antes de que estuviera permitido salir a hacer ejercicio, ha llegado a correr 11 kilómetros en un circuito puertas adentro, que atraviesa pasillos, habitaciones y balcones. “Soy un tipo que le pone garra a la vida”, le dice ahora a Teleshow.
Con algunos proyectos interrumpidos por el aislamiento social, preventivo y obligatorio, como la grabación de la segunda temporada de la serie sobre la vida de Diego Maradona y la imposibilidad de hacer teatro, el artista se sumó a una propuesta novedosa. Amor de cuarentena es una experiencia virtual que invita al espectador a recibir audios, fotos, videos y música por WhatsApp, de una supuesta ex pareja interpretada por un actor del elenco a elección del receptor.
La microficción escrita por Santiago Loza y dirigida por Guillermo Cacace transcurre durante 14 días bajo la premisa de no interactuar hasta el final, cuando se podrá hacer una devolución de lo vivido. Sin embargo, Sbaraglia cuenta que recibe a diario cientos de mensajes en sus redes sociales. “Puedo estar mínimo tres horas respondiendo”, explica el actor, que en algunas oportunidades lo hace porque “es maravilloso el afecto” que recibe del público.
—¿Cómo te viene tratando esta cuarentena?
—No me puedo quejar. Estuve trabajando hasta que empezó la cuarentena, entre octubre y marzo; había producido bastante. Obviamente, me cortó un montón de actividades y cuestiones que tienen que ver con el teatro y con que deberíamos estar filmando la segunda temporada de Maradona. Me estaba yendo muy bien.
—Vos venías con una gran cantidad de producción previa, pero a la vez están los estrenos que siguen apareciendo, como Amor de cuarentena.
—Fue muy loco y no soy en absoluto responsable. Fue la habilidad de Santiago Loza. Cuando me llamaron y escuché “Casa del Teatro”, “(Guillermo) Cacace” y todos los actores que ya estaban implicados, me lo pensé dos días y dije: “Mucho para pensar no tengo”. Es una muy linda idea. Tenía muchas ganas de trabajar con Guillermo y son esas cosas de intuición que no fallan. Es un director de los más valiosos y sensibles que hay en la escena del teatro argentino. Trabajar con él, si bien fue difícil por la propia dinámica de la cuarentena, fue un placer.
—Amor de cuarentena es una experiencia por WhatsApp, en la recibís audios de un actor que interpreta a un supuesto o supuesta ex. ¿Cómo fue en lo actoral el trabajo de grabar audios con un destinatario incierto?
—Justamente, Guillermo nos decía: “Tratá de pensar a quién le estás hablando”. No importa de la manera en que lo digas, en la actuación lo más importante siempre es lo que nos produce el estímulo de la imaginación, el otro, un otro.
—¿Y vos imaginaste a alguien en particular? ¿Una ex?
—Siempre aparece. Uno no tiene otra que agarrarse de su propia experiencia. Lo lindo, en este caso, fue que no escuché las voces de Jorge (Marrale) ni de Dolores (Fonzi), Cecilia (Roth), Camila (Sosa Villada), porque decidí no hacerlo. Ni siquiera escuché la mía terminada. Me da la sensación de que todos, en el afán de ir encontrando cómo era la organicidad en esto que es inédito, porque ¿quién hace una ficción a través de Whatsapp? ¡Solo podés usar la voz! Es raro, no tiene antecedentes. Pero justamente, esa prueba y error nos llevó a un lugar de mayor intimidad personal. No te queda otra que irte al lugar de las cosas que te han movilizado en la vida.
—Tu personaje o la historia en Amor de cuarentena te lleva a mandar música. ¿Sos de mandar música por WhatsApp?
—Sí, me encanta la música. De hecho me voy haciendo diferentes listitas, como playlists, con la música que voy escuchando ese año, aunque sea de 1930.
—¿Compartís gustos con tu hija o están muy lejos?
—En la escuela a la que va mi hija, muchos chicos escuchan música muy parecida a la que nosotros escuchábamos cuando éramos chicos. Charly (García), Soda (Stereo), los Beatles. ¡Todos los chicos saben las canciones de los Beatles! Aparte hoy día todos hablan inglés muy bien. Yo ni sé qué dicen la mitad de las letras de los Beatles. Después, hay otras cosas que no tanto. Cuando era más chiquita le gustaba mucho Ed Sheeran; supongo que le sigue gustando.
—Le tocó una linda época para ser adolescente.
—Envidio sanamente la época que está pasando porque es de una gran libertad. Hay muchas más posibilidades, están dadas las condiciones para realmente pensarse bien quién uno es, quién uno quiere ser, cuáles son los deseos. Antes era blanco o negro, y acá, no solamente la cosa más de género se ha ampliado muchísimo, diversidad del deseo, de la sexualidad. Siempre hay expresiones propias de la época, muchos adolescentes son crueles, el bullying es terrible, sigue habiendo discriminación, pero la sensación es que se ha avanzado una cantidad enorme. Que a los 13, 14 años mi hija esté yendo a marchas con un montón de gente de su edad, es un logro de todos los argentinos. Estar en democracia totalmente loca -como es la de este país, que es un país de locos-, inestable y lo que quieras, pero al mismo tiempo es maravilloso. Hay una experiencia sobre la lucha, sobre la manifestación, sobre conseguir las cosas, que es un logro de todos. En los más jóvenes se ve de manera tan emocionante y tangible... Me parece hermoso.
—Siempre fuiste un tipo con la cabeza abierta. ¿Te encontraste de repente atrasado en algo hablando con ella, o pudiste acompañara en todo?
—Nuestra generación, los tipos y las minas de mi edad, le dimos en el palo. Hemos recogido cosas mucho más conservadoras. Yo tenía 6 años en el 76, me tocó la dictadura en la escuela pública. En algún punto eso lo mamé, pero dentro de todo terminó pronto, y nuestra adolescencia fue un florecer de la Argentina, con (Raúl) Alfonsín y la democracia. Si bien habían pasado cosas muy terribles, de alguna manera le pegamos en el palo. Estamos muy a tiempo de la deconstrucción, como se dice ahora, del propio desarme de las cosas que uno creía certeras. Estoy muy abierto a eso. Además, en ese sentido tenemos una profesión maravillosa. Para mantenerte creativo, siempre tiene que haber un lugar trasgresión, romper un molde.
—¿De qué depende que aceptes un proyecto?
—Hay cosas que caen de maduro que uno las tiene que intentar, como me pasó con esta película que está en Netflix, La red avispa, con Olivier Assayas, con esos actores. Estaba en el banco de suplentes, se les cayó alguien, y me dijeron: “Bueno, tenés que entrar”.
—En esos casos, ¿no molesta el ego?
—No tenés ni tiempo de pensar. Es un honor estar en esa liga. Uno tiene otra liga, que es la del muy buen cine que tenemos en Argentina, maravilloso, muy autoral, con mucha entidad, pero La red avispa era un director francés. Prácticamente todos los actores que trabajan están en Hollywood. Es otra cosa. Hay algo que uno entiende.
—Estás en la serie de Maradona, interpretando parte de la vida de Guillermo Cóppola, en un proyecto que genera polémica y escándalos mediáticos varios. ¿Te afecta cuando se arma revuelo?
—Genera polémica porque Maradona es un tipo de una gran popularidad. Nunca me tocó hacer una ficción que tocase a alguien tan... Maradona es de las personas más famosas de la historia argentina. La escuché a Claudia (Villafañe), a Guillermo (Cóppola); es imposible meterse en esa discusión porque no nos pertenece. No participé ni del armado ni de la construcción del proyecto. Tuve la suerte y la generosidad de parte de Guillermo, que me abrió las puertas de su corazón, de su amistad, de su gente. Lo conocí en Madrid a finales del 2018, me invitó a ver el River-Boca que se jugó allá, fuimos a cenar. Después nos encontramos en Buenos Aires, me permitió presentarle a Jean Pierre Noher, que lo interpreta de más grande. Tuvimos muchísima camaradería. Cada vez que me escucha hablar en la tele del proyecto me manda un saludo. Después, hay cosas que tienen que ver con la propia negociación: es imposible opinar sobre eso, me excede completamente. Los actores hemos intentado hacer esta serie con todo el amor posible y el cuidado de estos seres humanos, pero también teniendo en cuenta que es una ficción. Esperemos que todo funcione bien. Pero insisto, el Guillote que he intentado hacer es desde lo que es ese Guillermo, que es un canto a la vida, un hedonista, un tipo enamorado de la amistad y de vivir la vida, y con un gran magnetismo.
—Guille es muy coqueto, ¿Leo es coqueto?
—No sé si tanto como Guille (risas), pero…
—Me contaste en alguna charla que entrenabas; hay un tipo que se cuida.
—Lo estético obviamente importa, pero más que nada lo saludable. Hace unos años que estoy corriendo, me siento fuerte, me siento bien. Hago además, no de manera extrema porque no soy extremo en nada, (dieta) macrobiótica. También me como un chorizo, un asado; pero trato siempre de volver a algo que me haga sentir bien.
—Cuando no se podía salir a hacer ejercicio, ¿sos de los que corrían adentro del departamento?
—Sí, he corrido acá. Tengo un radio de 35 metros cuadrados, aproximadamente. Haciendo no sé cuántas vueltas, un día he llegado a los 11 kilómetros.
—¿Corriste 11 kilometros adentro de tu departamento?
—Un día sí. Varios 10, y muchísimos días, 8.
—¿Tu vecino de abajo no dijo nada?
—No hubo quejas, tengo muy buenos vecinos acá. La verdad que tenemos una comunidad muy buena.
—Una voluntad enorme.
—Algo que tengo en la vida es fuerza de voluntad y capacidad de laburo. Mi trabajo me gusta mucho si hablamos de laburo, pero además si hablamos de fuerza personal: tengo mucha capacidad de reinventarme y tirar para adelante. En general, me da la sensación de que soy más bien un tipo que le pone garra a la vida.
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