Una maldición china dice: “Ojalá te toquen vivir tiempos interesantes”. Traspolándola al periodismo sería: “Ojalá te toque entrevistar personas interesantes y escribir sobre ellas”. Cuando eso sucede nos volvemos a enamorar de este oficio. pero enloquecemos porque no sabemos si lograremos contar lo que nos cuentan.
Eso ocurre al entrevistar a Omar Romay, productor, empresario e hijo de ese hombre que es mito: Alejandro Romay. Desde su hogar en Miami recuerda anécdotas con un histrionismo bien de familia. Habla con orgullo, admiración y un profundo amor. Parece lugar común escribir eso, sin embargo es grato percibir lo genuino de ese vínculo. Durante casi dos horas de entrevista virtual irá compartiendo con Teleshow hechos imperdibles del hombre al que apodaban Zar y hoy es prócer.
La “pica” entre Canal 9 y el 13 o entre sus dos popes, Romay y Goar Mestre era legendaria. Como reconoció el mismo Zar en una entrevista con Jorge Guinzburg: “El 13 me copiaba a mí y yo los copiaba a ellos, nos robábamos las figuras”. Esta situación generó algunas situaciones desopilantes.
“Rodolfo Bebán estaba contratado para hacer Cuatro hombres para Eva -cuenta Omar Romay. Su padre, Miguel Bebán, era un actor de prestigio del teatro San Martín, por eso su hijo -vaya a saber por qué identificación- soñaba con interpretar las obras de Shakespeare”.
Para convencerlo de cambiar de canal, Goar le ofreció interpretar Otelo. Bebán encaró a Romay y le anunció: “Me voy para hacer un teatro superior”. Goar además se llevó a Evangelina Salazar que protagonizaba otro éxito del 9, Jacinta Pichimahuida y le ofreció coprotagonizarla.
“Mi papá vio las promos y enloqueció. Solía decir ‘si no puedes contra tu enemigo, sacale una pata’. Decidió grabar Otelito con Alberto Olmedo de protagonista, Rolo Puente como Yago y Porcel como Désmona. Imaginate al Gordo vestido de mujer. El 13 llevaba meses ensayando y grabando y esto se armó en unos días”.
Cuando salieron las promos llovieron las críticas. “Acusaban a mi viejo de destruir la cultura, los valores”, recuerda. Hasta hubo llamados de la Presidencia de la Nación para suspender Otelito y pasarlo a otro horario. Romay no cedió. Los dos programas salieron el mismo día y a la misma hora. “Empezamos perdiendo. Ellos 40 puntos de rating contra 5 puntos nuestros. Terrible, no solo nos había destrozado la crítica sino que el público nos abandonaba. Pero a la media hora ya empatábamos y en la segunda hora le ganamos 40 contra cinco puntos. Nunca más nadie se atrevió a competir con Alta comedia”.
La sensibilidad que Romay tenía para captar el gusto popular es legendaria, pero también su capacidad de tratar con la misma amabilidad a los más altos funcionarios, las celebridades y a todos sus empleados desde el gerente al ordenanza.
Era frecuente verlo en el sentado en la tarima del estudio tomando un té y comiendo galletitas con los trabajadores mientras les contaba algún proyecto para el canal. Una vez uno comentó: “Acá tendría que haber una cámara para mostrar lo que hablamos durante el almuerzo”. Romay se quedó en silencio pero esa frase fue el disparador para crear Almorzando con las estrellas que se transformaría en Almorzando con Mirtha Legrand.
Un cliente de la radio le propuso auspiciar con su publicidad las carreras de caballos transmitidas desde Palermo. Aceptó pero se dio cuenta que no contaba con un periodista especializado. ¿Qué hizo? Nombró cronistas de carreras al portero que era un jugador empedernido y un especialista de turf.
En la misma línea, Omar comparte otra anécdota. “Mis padres estaban invitados al cumpleaños de Mirtha. En medio del festejo él desaparece. Mi madre no se preocupa, cree que fue al baño, pero luego de un rato mi viejo sigue ausente. Le pide ayuda a Carlos Rottemberg -el productor teatral- porque cree que quizá se descompuso. Lo encuentran en la cocina conversando con las empleadas sobre la programación del canal”.
Romay era muy riguroso con el trabajo pero a sus empleados no los hacía sentir un número, los hacía sentir una persona. Sabía el nombre y la situación que atravesaban. No dudaba en interceder para conseguir ese remedio imposible y hasta podía ir al kiosco con alguno de los hijos a comprar golosinas. Con todos los productos que le ofrecían de canje organizaba un gran festejo de fin de año y cada empleado se llevaba algo.
Omar reconoce que su padre era un hombre generoso. Nora Cárpena recuerda que cuando nació Lorena, su hija mayor, su marido Guillermo Bredeston estaba contratado en Canal 9. “Nos obsequió dos pasajes alrededor del mundo. Fuimos a Japón, Hawái, Los Ángeles. Cuando hicimos Con pecado concebidas pagó todo para grabar el final de la novela en el Vaticano”.
El productor de La extraña dama revela otro hecho. La actual conductora del noticiero de Telefé, Cristina Pérez, trabajaba como cronista en un canal en Tucumán, cuando un reportaje a Romay le cambió su vida profesional. Con solo 19 años el Zar la convocó para conducir el noticiero. “En una fiesta de fin de año mi papá le preguntó si había alquilado un departamento y ella respondió que vivía en un hotel. Él le dijo que le firmaba la garantía para que lo hiciera. Y lo hizo. Su contrato era por tres meses pero le firmó una garantía por dos años. La gente de la inmobiliaria no lo podía creer, tanto que enmarcaron su firma”.
Romay estaba en todo: discutía contratos, supervisaba guiones, miraba la competencia y hasta podía barrer un estudio si hacia falta. Pero una de las tareas que más le gustaba era aparecer en pantalla. Por eso, cuando un conductor del noticiero se ausentó a nadie le llamó la atención que fuera su reemplazo. “Cristina tenía que presentar una nota sobre un toro que atacaba a un torero y papá en un corte le dice: “¿Te vas a animar a decir que un toro se cogió al torero? Ella le contesta que se atreve a todo, presenta la nota con formalidad y mi viejo la mira pícaro. Al volver al piso Cristina cierra: “Afortunadamente, una cogida con suerte”. Se hace un segundo de silencio y mi viejo estalla al aire en una carcajada y todos hacen lo mismo. No fue incentivar a Cristina a una travesura sino mostrarle que se podían dar las noticias de manera más natural, ser profesional sin solemnidad”.
El Zar no le esquivaba el cuerpo a los conflictos y era capaz de medidas que mostraban su autoridad, pero también coraje. Al asumir por primera vez en Canal 9 comprendió que los costos de producir ficción eran imposibles y buscó abaratarlos. Ideó jornadas de grabación con un límite de tiempo: seis horas con 25 minutos e introdujo “la regla de tres”. Se empleaba tres días: uno para ensayar la letra, otro para la puesta y un último para grabar y solo se usaban tres escenografías, una al lado de otra. Enojados los técnicos decidieron tomar el canal. ¿Qué hizo Romay? Primero pidió la intervención de la Infantería y luego la conciliación obligatoria. Pero el conflicto seguía.
“El expediente había sido cajoneado en el Ministerio de Trabajo. El único que podía solucionar el problema era Illia. Alguien le contó que el Presidente caminaba todos los días a por Plaza de Mayo para darle de comer a las palomas. Así que fue hasta allí y se sentó en un banco a esperarlo. Al verlo, se identificó con la custodia, le dijo quién era y qué le ocurría. Illia intervino y le dio una solución inmediata”.
Para uno de sus espectáculos contrató a Zulma Faiad y Nélida Lobato. Era algo inédito porque hasta ese momento para las revistas se convocaba una sola vedete y él llamó a dos. “Para evitar problemas de cartel diseñó una marquesina con dos aspas que se cruzaban y se encendían de modo intermitente entonces se podía leer Zulma Lobato y Nélida Faiad”.
Omar rememora que Lobato, reconocida por su perfeccionismo, el día anterior al estreno y luego de miles de horas de ensayo, se plantó y dijo que no haría la función porque no salía todo impecable. Romay intentó convencerla, pero no hubo caso.
Al día siguiente, un cartel en la boletería advertía que la vedete no estaría y que, al que lo deseaba, le devolvían el dinero. “Comienza la función y en un momento que Faiad está en el escenario alguien grita ‘traigan a la Lobato’. Gritos, insultos. Mi papá manda prender las luces y ubica a todo el elenco en el escenario, a los técnicos, vestuaristas, a todos. Serían 50 personas y él adelante mirando al público. Siguen los gritos. Él aguanta hasta que en un momento habla con un tramoyista, un hombre de brazos fornidos de subir y bajar el telón. El hombre va hasta una platea y agarra a un tipo que gritaba como loco y lo saca del teatro. Se hace un silencio que dura unos segundos y vuelven los gritos. Mi viejo habla con el tramoyista que saca a otro espectador. Así cinco veces”. ¿Cómo termina el cuento? A la quinta vez, la gente cambia los gritos por los aplausos de reconocimiento y la obra sigue y termina en paz. Conclusión. Al día siguiente la Lobato dijo que estaba en condiciones de hacer la obra. Nunca se pudo comprobar si los gritones habían sido amigos comedidos de la vedete, pero jamás hubo otro disturbio”.
Así como Romay era amable en el trato podía enojarse y mucho. Son legendarios sus gritos que se escuchaban por todo el canal. Omar cuenta que más de una vez llegó hasta su oficina preocupado y que su padre lo tranquilizaba pícaro “No quiero verlo nunca más… hasta que lo necesite”. Transitaba “odios temporales” pero luego recuperaba la relación.
Con Susana Giménez tuvo una pelea enorme cuando la diva dejo Canal 9 para irse a Telefe. Romay contó su verdad sobre el pase en una entrevista para una revista. “Los dueños de Telefe querían que fuera al canal y comenzaron una campaña muy dura. Se hizo una tapa tapa doble con ‘Xuxa todo bien, Susana todo mal’. Estaba todo el periodismo hablando mal de ella. Yo siempre le mandaba el contrato con una rosa, el último año ella me mandó un mensaje: ‘Por favor, déjame salir de este tormento'. Para firmar en Telefe le aconsejé que exigiera no menos de 25 tapas anules, avisos y ella tomaba nota de todo y lo pedía”.
Con Bernardo Neustadt también protagonizó una gran pelea. “Neustadt tenía un programa en el canal y en una emisión empezó a hablar en favor de un golpe al presidente Illia. Mi papá decide despedirlo y Neustadt denuncia censura. Mi viejo sale al aire y lo acusa de ser un camaleón que se vendía al mejor postor. Conclusión, el periodista le hizo un juicio por calumnias”.
La última anécdota tiene mucho de lección de vida. En pleno éxito de La extraña dama, Omar viviá -como se dice en la jerga- “apagando incendios”. Desde el comienzo del proyecto la cosa pintaba compleja con una protagonista que a último momento decidió no ser protagonista. Todos los días el productor debía solucionar problemas de libreto, pedidos de los actores, reclamos de los técnicos. Pero además era 1989, tiempos convulsionados para la Argentina con cortes de luz programados, hiperinflación y crisis política y social.
“Mi papá veía mi tarea pero también mi estado. Un día se acerca: ‘Si vos no disfrutás tu trabajo no lo podés hacer’. Me preguntó si veía los capítulos terminados y respondí que no”. Romay le aconsejó que todos los días invitara a un amigo a verlo mientras comían algo rico. “Así vas a poder notar si el libro está bien escrito, qué se puede mejorar, qué salió bien”. El hijo obedeció. A partir de ese día, cada tarde se reunía con Raúl Rossi a mirar el capítulo. Pedían un té. Rossi lo acompañaba con galletitas y él con una porción de queso fresco y dulce de batata. “Aprendí que aunque el día sea frustrante hay que buscar el momento para terminarlo con satisfacción”.
Alberto Ure escribió que “Romay es nostalgia reivindicada con alegría”, pero su hijo asegura que es “nostalgia reivindicada con esperanza”. “Todo lo que hacía mi papá era para lograr que ese tipo que llegaba cansado, roto después de un día frustrante tuviera un momento de satisfacción. No era el pum para arriba sino la certeza que los buenos al final siempre tienen una oportunidad, que la vida les da revancha”. Y sí, Romay es sinónimo de un tiempo lejano donde los empleados eran personas y no recursos humanos, donde la pasión era más importante que el marketing y los sueños le ganaban al Excel.
El 25 de junio de 2015 Romay se despidió y con él una época de gloria para la televisión. La vida siguió, pero los que lo conocieron coinciden que no es igual de buena.
Bonnus track
Como empresario teatral llegó a dirigir nueve teatros por los que desfilaron más de 100 obras, entre ellas, Hair, Escándalos, Cabaret, Equus.
Alguna de las figuras que “descubrió”: Raúl Taibo, Guillermo Andino, Pablo Echarri, Germán Kraus, Horacio Ranieri, Cristina Pérez, Carolina Papaleo, Sofía Gala y Natalia Oreiro.
En 1963 asumió la dirección general de Canal 9 que mantuvo hasta su expropiación en 1974. En su pantalla llegó a tener 84,5% de producción nacional. Recuperó el canal en 1984 y se retiró en 1997.
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