Micaela Breque y el concertista británico James Rhodes se conocieron en el 2017 y desde entonces viven un amor puro y apasionado. Ella se hizo conocida luego de una relación muy mediática con Andrés Calamaro. Él no resulta tan conocido en la Argentina, sin embargo se lo considera un verdadero rockstar de la música clásica. Tanto en su país natal, como en España, su tierra por adopción, sus presentaciones son seguidas por cientos de personas. Rhodes consigue atraerlos con un estilo descontracturado y una reconocida pasión que supera a una mala técnica. En cada espectáculo, intercala observaciones sobre el repertorio, cuenta anécdotas de los compositores pero también narra su propia experiencia de vida. Una vida tan dramática como esperanzadora.
Nació el 6 de marzo de 1975 en el seno de una familia de clase alta que vivía en el norte de Londres. Al cumplir los seis años lo anotaron en un colegio privado. En ese lugar, que debía ser su segundo hogar, vivió una de las peores situaciones que puede atravesar una persona, y que para un niño resulta más horrorosa.
Una tarde, el profesor de Educación Física que solía regalarle cajas de fósforos y decirle que era un chico muy especial, lo acorraló contra un armario. “Me violó durante cinco años, hasta el punto que se me rompió la espalda y tuve que operármela. Me pusieron varas de titanio para repararla. Fue un caso prolongado de violación. Acababa con las piernas bañadas en sangre”. Así lo cuenta en la siguiente entrevista.
Lejos de terminar, el horror siguió. Después de la operación “no pasó nada, volvieron a dejarme en manos del agresor”. Una profesora lo encontró en un pasillo del colegio, temblando y con las piernas llenas de sangre. Alertó al director del colegio de lo que sucedía. La respuesta fue: “James tiene que hacerse más fuerte”.
La tortura duró desde los seis años hasta los 11. Rhodes no se animaba a contarle a nadie lo que padecía. “Te conviertes en un cómplice del perpetrador. Ellos (los violadores) fuerzan tu silencio y te dicen que no hables. Cuando estás rodeado de otra gente, tienes que hacer como si todo fuera normal”.
Se casó, tuvo un hijo; comenzó a ganar mucho dinero trabajando en la City de Londres. Pero el dolor era una garra que no lo soltaba. Fumaba 60 cigarrillos diarios. No alcanzaba. Le agregó drogas y alcohol. No era suficiente. Comenzó a autolesionarse con hojas de afeitar. “Morir era la única opción para mí. Lo intenté, pero no salió bien”. Tuvo cinco intentos de suicidio.
Lo internaron a la fuerza en un centro psiquiátrico. En ese lugar un día escuchó a Bach y lo que ni ansiolíticos ni antidepresivos podían sanar, la música empezó a curar. “Fue una prueba definitiva de que el mundo no era 100% horrible”. Está convencido de que la música le salvó la vida. “Es una droga milagrosa que siempre funciona”.
Retomó su contacto con el piano. No era un novato. De niño y adolescente había tomado clases, pero su formación era la de un autodidacta.
Volvió a enamorarse de las teclas y las partituras. En un local de café, mientras hablaba de Bach conoció a Denis Blais, que se convirtió en su representante. Sir David Tang, un empresario millonario, lo apoyó con dinero cuando se animó a dejar la City y transformarse en concertista.
Una psicóloga de Londres, especializada en víctimas de violación, le dijo que la única manera de curar era hablar de lo sufrido. “James, ambos sabemos que tenés unas probabilidades de 50/50 de seguir aquí dentro de un año. La mayoría de la gente que pasa por esto, no siempre lo consigue. Pero a ver si podemos aumentarlas un poco...”, le lanzó sin anestesia en el primer encuentro.
James escribió su autobiografía, Instrumental: memorias de música, medicina y locura, donde cuenta, hace catarsis, testifica y alerta sobre lo padecido. Su escritura es tan vivida como lo vivido. “Abuso. Qué palabra. Violación es mejor. Abuso es cuando le dices a un guardia de tráfico que se vaya al infierno. No es abuso cuando un hombre de 40 años te viola y te convierte en su juguete”.
Como publicó Infobae, lejos de ser un libro sobre abuso infantil, la autobiografía de Rhodes viene a contarnos con mucho humor e ironía que se puede salir parado de los lugares de dolor. Habla de la infancia del artista pero también de su paternidad, de sus enfermedades mentales, de su matrimonio fallido, de su camino como músico, del rol de los agentes musicales y de cómo intenta, desde su lugar, quitarle el polvo presuntuoso al mundo de la música clásica.
La publicación y difusión de la obra no fue sencilla. La ex esposa del pianista inició demandas judiciales para prohibir su publicación porque, según ella, podía afectar la vida privada del hijo de ambos.
Rhodes se embarcó en un proceso legal que le costó una fortuna, al punto que estuvo cerca de perder su casa. El caso llegó al Tribunal Supremo. “Allí se referían a este material como tóxico y yo me sentía culpable, como si hubiera hecho mal. No solo sufría la vergüenza por haber sido violado, sino también por ver cómo un grupo de jueces no te permitían explicarlo”. Y agregaba: “Era más que prohibir un libro. Era prohibirle a un ser humano superar su pasado. Aterrador”.
Al final de un largo camino judicial, con iniciativas mediáticas de escritores y actores famosos como Benedict Cumberbatch -el protagonista de Sherlock Holmes- y Stephen Fry, que apoyaban la publicación, más entrevistas y declaraciones públicas, en el 2015 le otorgaron el permiso para publicar su historia.
“¿Por qué necesitamos hablar de detalles específicos? Porque la sociedad tiene que abrir los ojos. Nadie quiere leer mientras desayuna lo que le pasó a un niño de siete años. Lo comprendo, pero por eso todo sigue igual”, se defiende ante los que lo acusan de la crudeza de su relato.
El británico insiste que escribió no como terapia, ni como un ejercicio de exhibicionismo, sino para ayudar a otras personas. “Habría sido más fácil para mí no describir escenas, no dar detalles de sucesos que aún hoy me destroza rememorar –explica-. Cuando voy en el metro y me parece que alguien me reconoce, pienso que esa persona probablemente sabe más cosas de mi vida privada que de la vida de algunos de sus parientes o de sus compañeros de trabajo, y eso me incomoda. Pero es un precio muy pequeño al lado de los miles de mensajes de agradecimiento que recibo, de gente que se reconoce en mi experiencia o que, gracias a la lectura del libro, entienden mejor cómo se sienten personas de su entorno que han pasado por algo similar”.
Como concertista, el presente de Rhodes no puede ser mejor. Fue el primer músico de clásica en firmar un contrato de seis álbumes con la todopoderosa multinacional Warner. Escribe columnas para los diarios más importantes del Reino Unido y suele realizar participaciones en programas de radio y televisión británicos. Actuó en teatros y festivales alrededor del mundo. Londres, París, Sidney, Hong Kong, Chicago y Viena son algunas ciudades que suelen aplaudirlo. Desacraliza la música clásica vestido con saco, remera y zapatillas, y lee las partituras en un iPad. “Es fundamental establecer un diálogo, una comunicación. A mí no me interesa ese 1% de la población al que le importa la clásica en algún grado sino el 99% restante que la rechaza porque no la entiende”, responde a los que critican el estilo “hablado” de sus conciertos.
Decidido a que ningún chico padezca lo que él vivió, trabaja con Save the Children, una ONG centrada en la promoción y defensa de los derechos de la niñez.
34 años después, el hombre que lo violó fue arrestado, acusado y murió antes del juicio. Rhodes no lo perdonó. “No soy el Dalai Lama, ¿perdonarías a alguien si fueses un niño y te violase cuando debía cuidarte? -interpela-. Lo que sí puedo hacer es utilizar cualquier micrófono para alzar la voz y pedir a la gente que abra los ojos”.
Hace tres años conoció a Micaela Breque. El primer contacto fue virtual. Ella quedó impresionada con su autobiografía y le mandó un mensaje privado a una de sus redes. “Quedé muy conmovida. Le puse un comentario en Instagram sin ningún interés. Solo para agradecerle la valentía por contar eso. Me pareció heroico. Me contestó y con el tiempo fuimos hablando más y un día fui a uno de sus conciertos. Y así empezamos”, contaba hace un tiempo la modelo argentina.
Él dejó su casa de Londres para instalarse con ella en un departamento en Madrid. Micaela no estaba muy convencida pero James argumentó que, si hasta ese momento compartía la vivienda con tres desconocidos, no podía salir muy mal vivir con él. El músico ya conocía a Piazzolla pero su novia le hizo amar a Charly García y aprender palabras tan argentas como milanesa y asado.
Ahora, se preparan para dar el gran paso. Según anunciaron los protagonistas, cada uno en sus redes sociales, pronto se unirán legalmente. Será el tercer sí del pianista luego de su matrimonio con la madre de su hijo, que hoy tiene 17 años y con Hattie Chamberlin.
No hay una fecha, pero aventuraron con que pasarán por el altar apenas la pandemia les dé un respiro. “Cuando uno está enamorado pasan cosas maravillosas que te cambian. Yo me siento increíblemente afortunado de haber encontrado un ser humano tan perfecto, hermoso y bueno como Miqui”, escribió Rhodes, el hombre que logró por fin ser razonablemente feliz.
SEGUÍ LEYENDO