Luego de contar que desde el inicio de la cuarentena -que ya superó los 130 días- salió a la calle en apenas tres ocasiones, Oscar González Oro confesó estar “harto” de quedarse en su casa. La primera vez lo hizo para concurrir como invitado al programa de Mirtha Legrand que conduce Juana Viale. Luego estuvo en el estudio de PH, para el ciclo de Andy Kusnetzoff. La última: debió acercarse al Sanatorio de La Trinidad, en San Isidro, tras intoxicarse por comer una lata de atún vencido.
“Y de verdad: no salí más”, explicó el Negro en diálogo con Catalina Dlugi para Agarrate Catalina, en La Once Diez. “Ya no sé qué inventar”, comentó resignado, para entonces anunciar: “El día que pueda me cruzo el Charco y me voy a Uruguay. De eso no tengo dudas. Es distinto el paisaje, es distinto todo; así que me iré el día que se pueda. Y me quedaré allá hasta que pase todo. Obviamente, volveré. Tengo que volver por cuestiones personales”.
En ese caso, conduciría desde allá su programa en las tardes de Radio Rivadavia. “Si es lo mismo”, dice, ya que aquí sale al aire desde su casa, y a los efectos técnicos no habría mayores diferencias. Pero, ¿recién regresaría cuando se encuentre la vacuna contra el COVID-19? “No sé... -duda González Oro-, (me quedaré) por lo menos hasta que se abran las fronteras, puedas entrar y salir cuando se (te) dé la gana. Yo necesito libertad. Extraño la libertad”.
González Oro cuenta que en su discusión con el Presidente, le dijo: ‘Esta conversación, Alberto, no me está haciendo bien; prefiero dejarlo acá‘
Quedarse en Uruguay le representaría otra ventaja. “Mis hijos están en Europa, y desde Montevideo puedo viajar para verlos. Desde acá no puedo. Todo está complicado; todo te lo complican, todos son permisos, todos son trámites gigantescos. No tengo ganas. El día que se abran las fronteras me subo al auto y me voy. Así de simple”.
El Negro es muy crítico de la gestión del Gobierno sobre la pandemia. “Se priorizó la cuarentena olvidándose que la gente tiene que comer, trabajar, desarrollarse, crecer, estudiar, porque eso también es parte de la vida. El Presidente está preocupado por la vida de los argentinos, pero la vida de los argentinos no pasa por si hay o no reforma judicial. La gente en la radio me plantea problemas concretos: que no le pagan el IFE, que no cobra el banco, que la jubilación no aumentó... Hay problemas concretos que no están resolviendo”. Y fue más allá: “Dudo que nos estén diciendo la verdad en cuanto a los contagiados. ¿Le tengo que creer al Estado? Si siempre me mintió...”.
González Oro es amigo personal de Alberto Fernández, y hablan “de vez en cuando”, aunque la última comunicación concluyó en un entredicho. “Medio que se enojó porque dije que me sentía defraudado porque no estaban haciendo lo que se dijo que iba a hacer. Tuvimos una larga discusión una noche, por teléfono. ‘La verdad que esta conversación, Alberto, no me está haciendo bien (le dije); prefiero dejarlo acá’”.
Sin embargo, el periodista asegura que cuando “hay cosas que hace bien”, como el proyecto de ley sobre fibrosis quística (“Fue una campaña en la que intervine”, confía) le hace llegar un mensaje por WhatsApp para “felicitarlo”, aunque sin “invadir demasiado”: un emoji y no mucho más.
“Cuando él asume (la Presidencia), que no fui aunque estaba invitado, le mandé un mensaje largo cuando iba a la radio -recordó el locutor-. Le dije: ‘Es probable que pierda un amigo pero gane un buen presidente; lamento no poder ir’. Y se cumplió lo que dije: perdí un amigo y no tengo un gran presidente. Ojalá aparezca. Le deseo éxito porque soy argentino hasta la médula. Pero no lo veo. Están peleando por espacios de poder muy chiquitos, partidarios. No me gusta nada”.
En el plano personal, el Negro contó que está “en paz”, aun cuando se encuentra “solo”. “¡Por suerte! -se sincera-, porque convivir estos días con alguien sin poder salir... yo me muero, me mato”. Recibió el llamado de una ex pareja, pero las intenciones no prosperaron. “Tampoco es tan trascendente que llegue el amor; también hay otras cosas en la vida”, dijo el periodista, quien está embarcado en un gran proyecto: la publicación de una novela que escribe todas las noches. Y que ya cuenta con nombre: Fecha de vencimiento. “Uno también la tiene -deslizó-. Y la sabemos. Pero no queremos darnos cuenta”.
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