Las trompetas marcan el inicio, como en un himno triunfal. A partir de entonces, cualquiera que escuche quedará pegado a la melodía, que desde la década de los ’90 arrastra a multitudes a bailar. Después, la letra, aquello de “no pares, sigue, sigue”, casi como un emblema de una época. Y, por último, la coreografía que varios improvisan cada vez que suena la canción –un cumpleaños, un casamiento, una clase de gimnasia–, las manos pegadas como en un rezo, pero sobre la cabeza, cuando se oye “se la llevó, el tiburón, el tiburón”; un dedo arriba, como señalando hacia una costa imaginaria, cada vez que la banda dice “ahí está”.
El tiburón, el hit creado por el grupo Proyecto Uno, condensa de alguna manera un sonido muy particular noventoso que luego se propagaría por toda América Latina. Hasta la prestigiosa revista Rolling Stone la llegó a elegir como una de las 25 canciones latinas más influyentes de todos los tiempos. Según le cuenta a Teleshow Nelson Zapata, artífice y fundador del grupo, fue la fusión del merengue de su tierra natal, República Dominicana, con la música que sonaba cuando su familia decidió mudarse en la década del ’80 a Nueva York, en los Estados Unidos.
Hoy instalado con su familia en Miami, Zapata recuerda aquellos años de búsqueda musical con cariño, mientras revela que mantiene una cuarentena estricta por la pandemia.
“Aquí se han disparado bastante los números, entonces uno tiene que hacer todo bien medido. Todos tenemos ganas de retomar nuestras vidas como eran, pero hay que tener mucha conciencia. Tengo padres mayores y una niña pequeñita, entonces uno trata de cuidar a ambos extremos”, explica a Teleshow el hombre que, a fuerza de una mezcla bien particular de ritmos y de hits imbatibles, hace mover hasta al más tímido.
Fui a la discoteca a ver si me conseguía una fresca
“Nací en Santo Domingo, República Dominicana. A mis quince años emigramos a los Estados Unidos, a la ciudad de Nueva York. Fue en 1980 con mi padre, mi madre y dos hermanos menores que yo. Tengo dos hermanas más de parte de mi papá, pero se quedaron en República Dominicana”, detalla Zapata.
–¿Cómo fue para usted ese cambio de irse a vivir a la gran ciudad?
–Fue un contraste grandísimo. Había ido de vacaciones a Nueva York en el año anterior y me encantó. Además vi la escena musical que era tremenda en ese momento, en 1979. Yo era coleccionista de vinilos, así que estaba encantado. Pero, ¿qué pasa? Cuando me dicen “vamos a mudarnos” todo fue muy diferente porque implicaba alejarme de parte de la familia, de mis mejores amigos, de la escuela, de esa forma de vida. Fue un contraste muy grande y yo me sentía horrible. Fue muy fuerte toda la adaptación. Con el idioma más o menos me manejaba: como yo coleccionaba mucha música en inglés y escuchaba las letras que venían en los discos de vinilo, o me compraba revistas que traían las letras de las canciones de moda, yo pues sabía buena parte de inglés.
–¿Cómo nace su vínculo con la música?
–Desde pequeño colecciono música. Tengo de todo: la colección la vengo llevando conmigo desde que nos fuimos de Santo Domingo. Primero vino un poco por mis padres: mi mamá era fanática de los Beatles y coleccionaba mucha banda sonora de películas. Entonces tenía la banda sonora de La novicia rebelde o El golpe, El violinista en el tejado, Rocky. Eso escuchaba de pequeño.
–¿Recuerda cuál fue el primer disco que compró?
–Sí, fue la versión dance de la película La guerra de las galaxias. Era como la versión disco de Star Wars (risas). En esa época también escuchaba mucho Barry White, Electric Light Orchestra, Donna Summers. Todo eso era lo mío. En ese momento no me compraba nada en español. Pero sí escuchaba, de chiquito, el grupo La Pandilla. Y mi padre sí escuchaba mucho Camilo Sesto, José José, Nino Bravo, (Joan Manuel) Serrat, cosas así que se me quedaron en la cabeza y para mí era “la música de mi mamá y de mi papá”. Pero cuando fui madurando esa música para mí pasó a tener un valor incalculable.
–¿Cómo pasa de ser un melómano a trabajar en el mundo de la música y crear su propia banda con sus canciones?
–Fue sin querer, ¡pura casualidad! (risas). Yo era muy tímido, no era de los que la gente dice “este va a ser cantante porque canta desde pequeñito”. A mí no me escuchaba cantando nadie, yo quizá cantaba en el baño, lo tenía bien herméticamente secreto. Pero cuando ya estaba en la escuela, en Nueva York, hacen un show de talentos para representar cada uno a sus países latinoamericanos. Mis compañeros dominicanos me persuaden para que fuera parte de una banda para representar a nuestro país. Pero era para presentar un tema instrumental, folclórico del país. Me dijeron que tocara la güira. Nos va bien en esa presentación y los chicos entonces dicen: “Podemos hacer un grupo de merengue para tocar en restaurantes”. Entonces me convencen a mí de pasarme de la güira a ser el cantante.
–¿Y aceptó así nomás?
–Yo les digo: “Bueno, hago el intento, nunca lo he hecho”. Y así fue, de esa forma. Con la banda fui adquiriendo experiencia. Yo entonces no escribía canciones, lo que escribía era mucha poesía desde pequeño. En la escuela, cuando nos ponían la tarea de crear una poesía, yo a veces terminaba escribiendo tres o cuatro poesías a los compañeritos míos además de la mía. Luego aprendí también eso de ponerle melodía a una letra. Me puse a escuchar muchas cosas y así así aprendí. No lo estudié, fue así.
Pensé que tú sabías...
Las inquietudes musicales de Zapata y sus amigos no se detenían. Mientras tanto, él estudiaba Administración de empresas y trabajaba para los célebres laboratorios de origen alemán Pfizer –hoy en boca de todos por su proyecto de posible vacuna contra el coronavirus– en un desarrollo que para el propio músico era secreto.
“Como yo era de confianza, ellos me enviaban unos documentos sellados y me mandaban en un avión a Washington desde Nueva York. Me decían: ‘Esto se tiene que entregar a tal persona, no se puede mandar ni por correo, ni FedEx, ni nada’. Yo iba sin saber lo que tenía en la mano. Lo entregaba y luego regresaba. Con el tiempo descubrí que se trataba del desarrollo del Viagra, en ese momento estaban terminando las investigaciones, ¡y yo no lo sabía!”, relata.
–¿Cómo nace Proyecto Uno?
–Después del grupo de merengue pasé a dos agrupaciones más. Pero, como el dueño era siempre otra persona, al final siempre se interponía el interés de ellos sobre lo que yo tenía. Entonces era frustrante. Con una agrupación incluso había llegado a grabar casi un álbum entero y me bajaron las voces. Entonces me desencanté y dije: “No quiero más música”. Pero me persuadieron unos amigos, que me dijeron: “Tú tienes muchas ideas, esta vez lo que tenemos es que hacer nosotros lo nuestro”. Y así, en 1989, apuntando cosas sobre lo que podíamos hacer, es que escribo “Proyecto Uno” entre los nombres. Y fue el que más reflejó lo que queríamos hacer, que era nuestro proyecto musical.
–¿Cómo llegan a pensar en el sonido que los caracterizó, mezcla de merengue, hip hop, house?
–En ese tiempo, en los ’80, había una onda de merengue bastante fuerte en Nueva York y yo, motivo de mi nostalgia de querer encontrarme con mi país e interactuar con mis compañeros, es que empiezo a redescubrirlo de alguna manera. Yo seguía igual con mi música en inglés y en ese momento la música house estaba repuntando bastante. Siempre digo que cuando muere, entre comillas, la música disco, nace la música house. Y nace en el mismo lugar donde entierran a la música disco, que es en Chicago. Lo irónico de la vida, ¿no? En ese momento tenía un compañero con quien nos conocemos desde los 3 años, Pavel de Jesús. Una vez nos encontramos y me dijo que estaba haciendo música house. Me mostró samplers en su computadora. Yo le decía que el merengue se hacía a veces tan difícil, que había que ir a los lugares con la güira, la tabla, los tambores. Entonces pensamos que tal vez, de repente, se podía trabajar como hacía él. Entonces me dijo: “Podemos samplear algo”. En mi colección de vinilos busqué un tema de merengue que tenía una percusión sola. Lo sampleamos, me regaló el cassette con el resultado y con eso empecé a escribir muchas canciones, miles de ideas con aquella tambora de fondo.
Desde entonces no pararon: primero fue una versión en español del tema Everybody Everybody, de Black Box y luego llegaron las canciones propias. Hacia 1993 se convirtieron en un suceso de la mano de Está pegao y El tiburón, que llevaron al grupo al éxito internacional y a realizar giras por diversos países.
Incluso estuvieron en la Argentina durante dos días. “Fue en 1996 o 1997 –apunta Zapata– y nos presentamos en los programas de Susana Giménez y Marcelo Tinelli”.
–Una vez que encontraron el sonido que los caracteriza, llegaron los hits que mucha gente baila hasta la actualidad. ¿Cómo surgió puntualmente El tiburón?
– Sale de una anécdota en realidad. Una vez estando nosotros en Quito, Ecuador, íbamos mucho a un barcito pequeño que era bien sabroso. Ponían mucho rock en español, mucha musiquita que en Nueva York no estaba todavía entrando mucho. Sonaba Maná, El último de la fila, Los Pericos y todo eso. Dentro de toda esa gozadera, empezamos a hacer una especie de relajo, como decimos nosotros, una broma. Cuando un chico estaba hablando con una muchacha y le daba la media vuelta bailando nosotros íbamos por atrás e interceptábamos la mano de la pareja. Entonces le quitábamos a la muchacha. Así empezamos a decir: “¡Caramba, es un tiburón que se la llevó!!”. Y entonces siempre hacíamos eso: “Mira, vamos a hacerle ‘el tiburón’ a aquel”. Nos quedamos con eso. Alguien nos dijo que teníamos que hacer una canción con esa temática. Poco después estábamos haciendo un álbum y justo nos faltaba una canción para terminarlo. Ahí fue que nos acordamos del tiburón (risas).
–Para muchos es una canción muy extraña, con momentos muy distintos: la parte propiamente del tiburón, después cuando empieza una especie de fiesta, la parte más suave...
–¡Es una canción con muchísimas canciones adentro! (risas) Era una mezcla de diferentes ideas. Una vez leyendo la biografía del que diría que es una de mis mayores influencias musicales, el señor Nile Rogers del grupo Chic, decía que uno de los secretos con los que él hacía canciones era que sus composiciones siempre tenían elementos escondidos que eran las influencias de esas canciones. Él ponía todas las canciones que lo habían influido y entonces salía otra completamente original. Eso fue, sin querer, lo que se hizo en El tiburón. Era mucha influencia de diferentes cosas. Había pedacitos acá, coros allá. Todo sonaba sabroso. Hoy todo se hace mucho más pensando en la industria mucho más que en tu instinto musical. Porque ahora, por ejemplo, cuando una canción pasa de tres minutos hay tensión en el estudio de grabación. ¡Todos sufren! Pero señores, hagamos la canción y luego vemos si sufren.
–Hay una parte un poco confusa también, cuando habla de chocolate y canela (risas).
–¿Qué tendrá que ver el chocolate con la canela ahí, no? (risas). Es que todo salía así en aquellos tiempos. Después yo escuchaba y decía: “¿Qué tiene que ver?”. Pero la cosa es que se sentía bien grabándolo y seguíamos.
–Luego del éxito de los 90, ¿qué pasó con el grupo? Porque tuvieron una pelea legal hace unos años.
–Sí, hace 10 años. En 2010 el nombre Proyecto Uno tenía que ser renovado, el registro de la marca en realidad. Yo siempre me desconecté de esas cosas, lo mío siempre era cantar y escribir y de lo otro que se encargue otro. Hasta que un primo mío, que también fue manager nuestro, me dijo: “Nelson, recuerda que hay que renovar el nombre”. En un momento, hablando, yo sentí que la química entre los del grupo estaba un poco diferente. Había un frío, una cosa indescriptible. Para esa época éramos tres personas al frente (N. de la R: la banda en los comienzos tuvo tres integrantes, entre los que se contaban Zapata, De Jesús y el músico Ricky Echeverría, luego sumaron bailarinas y con el tiempo fueron cambiando las formaciones). La cosa fue que me metí en Google a buscar lo del nombre y me decía que había sido todo cancelado, que había otra persona que tenía el registro a su nombre, la persona que hasta ese momento había sido mi manager. Pero los otros compañeros del grupo sabían de todo esto y nunca me lo comunicaron. Entonces yo no sabía qué hacer, mi primer instinto fue enojarme y mandar a todo el mundo a un lugar bien lejos (risas).
–¿Allí inició una demanda?
–Me vi forzado a actuar. Busqué un abogado, busqué un publicista y me puse en acción. Ellos en ese momento me mandaron a cerrar el Facebook y el Twitter del grupo. Pusieron una foto mía y dijeron: “A Nelson le deseamos lo mejor en su carrera solista ya que él decidió irse”. Era toda una confabulación. En Miami convoqué a una audición y trato de recomponer el grupo. Ahí también puse una contrademanda por lo del nombre. Pero era un proceso largo, ellos le decían a la gente que eran Proyecto Uno pero la gente se identificaba más conmigo. Entonces ellos no tenían credibilidad en lo que hacían. Gracias a Dios el público me apoyó bastante y el grupo tuvo una especie de repunte. Eso nos ayudó a que las cosas salieran mejor. Presenté las pruebas y gané el caso. Eso en total pasó dos veces y la justicia me dio la razón. He podido comprobar que desde el principio estuve con la agrupación trabajando fuertemente.
–¿Cómo son sus días hoy?
–Estoy en Miami con mi esposa y con mi niña que va a cumplir 7 años y le encanta la música. Y contento. Aquí es mejor porque es un puerto más internacional y a la vez más cercano a los mercados nuestros. Cuando vivía en Nueva York tenía que parar en Miami y luego seguir el viaje.
–¿Compone? ¿Escribe?
–De todo un poco. Es difícil, ahora estamos todos en la casa. Sí encuentro momentos para componer. He sido invitado a participar de varios proyectos musicales desde la casa, en video, que han salido muy hermosos. Terminando material para un álbum que lleva tres años en proceso, un álbum aniversario con todos los éxitos de Proyecto Uno, pero recreados con otros ritmos y a la vez fieles al merengue y el hip hop. Y también, sin querer, haciendo material para otro álbum nuevo. Trabajando desde la casa. Esto nos toca hasta que pasemos a otra etapa de normalidad.
– ¿Cree que hay una fórmula para hacer un hit y que todo el mundo lo baile y lo recuerde?
– Yo no sabría decir, porque nada ha salido planeado. Sí puedo decir que he hecho las cosas que sentía que me gustaban. No necesariamente eran las cosas que estaba haciendo la mayoría de la gente en lo musical, sino que le inyectamos nuestra propia personalidad y así abrimos un espacio. Nos colamos en un espacio donde aparentemente no había lugar para un grupo más. Entonces yo creo que lo más importante es ser auténtico. Porque hay mucho talento por todos lados. Por eso no hay que hacer las cosas para complacer a la gente. ¡Que te guste a ti primero!
Seguí leyendo