Valeria Lynch: “Perdí a mi madrina y no pude despedirla por la cuarentena, no hay forma de que el corazón no te duela tanto”

"La música sana, gratifica, alivia, llega al alma, al espíritu y al corazón", dice la popular artista agradecida de lo sanador que puede resultar el arte. Además en esta charla con Teleshow adelanta su nuevo show, habla de sus nietos y se muestra muy enamorada de su nueva pareja

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“Esto que nos toca vivir es como ciencia ficción”, dice Valeria Lynch desde su casa, donde en forma virtual recibe a Teleshow con el buen humor y el optimismo que la caracteriza en cualquier circunstancia.

La cantante pasa la cuarentena muy enamorada, en compañía del músico Mariano Martínez: “El amor tiene que ver con el respeto y la admiración”, reflexiona Valeria, y por momentos mira hacia el costado, cómplice, por la presencia fuera de cámara de su pareja.

Con ellos vive Tais, la hija de Cau Bornes, la ex pareja de Lynch. Recientemente, las dos grabaron un tema juntas. “Es una nena divina, es bárbara y vamos a cantar juntas el primero de agosto”, cuenta la artista, que a lo largo de su carrera no dio entrevistas desde la intimidad de su hogar: “Abrir la casa es abrir el corazón, el momento lo amerita”, dice.

En sintonía con la época, Vale prepara un espectáculo puertas adentro, vía streaming: Te espero en casa. “¡Podés verlo hasta en pantuflas!”, ríe, invitando a su público a compartir la experiencia, el 1 de agosto.

—¿Cómo estás en esta cuarentena?

—Estoy muy bien, soy una persona positiva. Aún en los momentos más difíciles veo una lucecita al final del camino. Esto que estamos atravesando no es solamente para estar en casa, limpiar; tiene que ver más con una introspección, pensar por qué estamos siempre en el vértigo de correr atrás de algo. ¿Atrás de qué corremos? Está bueno una toma de conciencia y un parate obligado que te pone a pensar: revalorar las cosas de todos los días, lo cotidiano, los afectos más cercanos. En eso estoy.

—¿Y cómo te llevaste con esa Valeria introspectiva?

—Bien. No necesito de una situación límite como esta para mirarme en el espejo. En esta ocasión, me miro y veo a la persona que quiero o, por lo menos, a la que estoy reinventando. Esta época se trata de la resiliencia y de darse cuenta de que lo ínfimo, lo simple, es lo que de verdad vale.

—Todos estamos aprendiendo algo durante este proceso. ¿Cuál es tu aprendizaje?

Resistir, más que nada, con los afectos. Tengo dos nietos prácticamente recién nacidos. Benicio tiene 7 meses, nació a fines de noviembre, es un gordito divino. Y Julia nació en la cuarentena, el 1 de mayo. Pedí un permiso y la fui a ver porque me moría. Me estoy perdiendo muchas cosas de ellos. Verlos crecer, evolucionar. Eso lo estoy aprendiendo a la fuerza: el hecho de no tenerlos y no disfrutarlos como me gustaría. Igual los vuelvo locos a mis hijos, y también a mis nueras, diciéndoles que todos los días me manden información, videos, fotos. Los extraño horrores. Es lo más duro. Después, hábitos que cambiaron; por ejemplo, la alimentación.

—Sos de las pocas personas que adelgazaron en cuarentena.

—Adelgacé siete kilos. No es que me lo propuse; estaba cómoda. Lo que hice fue ordenarme con las comidas, comer más saludable. Estoy todo el día acá y me encanta cocinar. Trato de hacer comidas sanas que tengan que ver con mantener bien el sistema inmunológico. Si estás bien, fortalecida, es mucho más difícil que entre un virus, y si llega a entrar, entrará de una manera mucho más leve.

—¿El amor no tuvo que ver?

—Sí, claro que sí: también tiene mucho que ver. De todos modos, lo que más cambié fueron esos hábitos. ¡Hasta tengo una huerta! Planté mis propias verduritas, lechugas, especias. Igual, tengo los horarios trastocados, como le debe pasar a todo el mundo. Me estoy levantando tarde, me acuesto re tarde. Soy bastante noctámbula, cuatro y media de la mañana digo: “Me tengo que dormir”. Me obligo.

—Mariano tuvo mucho que ver con este show que se viene.

—Mariano tiene mucho que ver porque se la pasa laburando. ¡No sabés todas las cosas que está haciendo! Íbamos a hacer un show con la banda de rock nueva, La Pende de un hilo, cuando sugería que todo iba a ser mucho más flexible, pero cuando volvimos a fase 1 me propuso hacer este tipo de show. Él es un gran violero, pero además toca todos los instrumentos. Está haciendo unas medias pistas y va a tocar en vivo, va a ser invitado. Si él no hubiera estado, no hubiera podido hacerlo sola porque, musicalmente hablando, no hubiera tenido la capacidad. Tenemos en el haber 20 temas para cantar.

—¡Es que son tantos los infaltables!

—¡Claro! ¡¿Cómo voy a dejar de hacer “Mentira”, “Piensa en mí”, “Cada día más”, “Qué ganas de no verte nunca más”, “Señor amante”, “Fuera de mi vida”?! Son todas canciones que se han quedado en el corazón de la gente y cada uno tiene una historia. Como este show lo puede ver alguien que está en África, en Francia o en Estados Unidos, tengo que acordarme de cómo pegó cada tema en cada lugar. En la década del 80, del 90, viajaba muchísimo. La vida de los artistas era tracción a sangre. En Puerto Rico, me matan si no hago “La loba”.

—En tu casa, por afuera de los ensayos, ¿sos de andar cantando?

—Nada, nunca (risas). Mariano es coleccionista de discos de vinilo y acaba de comprar una bandeja y escuchamos música bastante seguido, cosa que me gratifica mucho. Yo ni siquiera escucho música, muy de vez en cuando. Ahora estoy entrando en una onda…

—Qué lindas costumbres que te está haciendo incorporar.

—Sí, muy buenas. Que todo sea más musical, más armónico.

—Se te nota una admiración cuando hablás de Mariano.

El amor tiene que ver con el respeto y la admiración. Después viene todo lo demás, pero esta relación empezó de esa manera. La música une, gratifica, aunque seamos de diferentes palos. Encontramos muchos puntos de conexión y eso es importantísimo. Lo admiro, es un musicazo, un gran compositor, un muy buen cantante. Me encanta poder compartir. No sé qué hubiera pasado si no en esta cuarentena. Hubiera sido muy duro. Es duro para él porque todavía no se puede ir a Córdoba. En estos días, después del show, seguramente se va a ir. Es duro para alguien no estar en su casa. Hace cuatro meses que está conmigo y es como si fuera su casa, pero no es lo mismo.

—Están de luna de miel.

—No, no, no, porque no fue una cosa programada. Realmente nos agarró esta cuarentena y lo estamos viviendo y pasando lo mejor posible. Siempre digo que si pasamos esto, es una prueba de fuego: o se fortifica el vínculo, o nos vamos al diablo (risas).

—En algún momento predicaste las bondades de dormitorios y baños separados. ¿Te quedaste en ese equipo?

—No (risas), me desdigo. Baños separados sí, pero cuartos ya no. ¡Qué panqueque que soy! Tiene que ver con un montón de cosas que a lo mejor uno cree que es lo que hay que vivir, y después te das cuenta de que no.

—¿Lo quisiste echar durante la cuarentena en algún momento?

—(Risas) No. Me mira... (dice en referencia a Mariano, que asoma la mano pero no aparece en cámara) No, no, no. No, no, para nada.

—Y él a vos tampoco.

—Y... estoy en mi casa, no le pregunté.

—Eso no quiere decir que por momentos no te puedas poner un poco insoportable, Valeria...

—Soy insoportable (Risas). Sí, sí, sí, soy insoportable. En algún momento sí, soy insoportable. Y sí, yo lo admito. Pero también soy buena gente. Es un equilibrio: hay que poner en la balanza qué pesa más estos momentos.

—¿Cómo es la abuela de Julia y Benicio?

—Soy re permisiva. Les digo a mis hijos: “Ustedes son los que van a poner los límites, yo ya puse”. Ahora me toca darles todo lo que pueda a los nietos. Son hermosos, son una cosita que no se puede creer. Tengo muchas ganas de encontrarme, de abrazarlos. Siempre les dije a mis hijos que quería nietos. Hay mujeres a las que no les importa; a mí, sí. Me importaba esta prolongación, esta continuidad de uno. Siempre quise ser una abuela joven, disfrutarlos teniendo plena facultad de mi forma de ser. Poder pensar en ellos y amarlos, apachurrarlos, besuquearlos. Y ahí están y no los puedo tener... ¡Imaginate qué loco! La vida te pone a prueba constantemente.

—Hablás de disfrutar a los nietos, y hay algo de ese disfrute por la vida en vos que considero parte del amor que el público te tiene.

—Todo lo que hago no es solamente mi profesión: es mi vida. No me imagino haciendo otra cosa. El conectarme con la gente es mediante la música. Esto que voy a hacer es diferente, y me tiene un poquito ansiosa para que todo salga diez puntos porque ni la gente está acostumbrada (a los shows por streaming), ni los artistas. Es una forma que se va a instalar, por lo menos por un tiempo largo. Los músicos vamos a ser los últimos en estar habilitados para volver a lo presencial. Entonces, lo quiero disfrutar de la misma manera que lo hago en un show en vivo. El hecho de conectarme, aunque sea en la soledad, sin el feedback que te da el público en vivo, va a cobrar mucha importancia.

—Cuando arrancó la cuarentena parecía que los argentinos nos amigábamos, que estábamos de acuerdo. De a poco eso vuelve a quebrarse. ¿Sentís que volvemos a la grieta?

—Siempre fue Boca-River. Los argentinos somos así. Le ponemos tanta pasión a las cosas que la grieta está en todo, no solo políticamente hablando. También la gente está un poco cansada de pensar: “¿Qué hago?”. La economía se está devastando. Es muy difícil de sostener todo esto anímica y económicamente. Tengo 14 escuelas en todo el país y en el exterior, con unos directivos que son un lujo. Los profes se engancharon con las clases online porque es el único recurso que tenemos para mantenerlas, pero está muy difícil, se ha ido mucha gente. Además, hay mucha incertidumbre: no se sabe qué es lo que va a pasar y cómo va a seguir todo. Tenemos para rato, ¡y qué sé yo qué es lo mejor! Lo mejor es la libertad, sin dudas.

—Hay gente que la está pasando muy mal.

—La gente que está en situación de calle... Es muy duro. Así como tantos niños, algunas provincias. Está bravo todo. Perdí una amiga íntima en la cuarentena, una tía. Amén de los que ya conocemos: Sergio Denis, Horacio Fontova, todos conocidos míos; (Marcos) Mundstock… A mi tía no la pude despedir, era la única que me quedaba. Mi madrina, mi amiga de la infancia... Ojalá realmente no pasen más cosas que tengan que ver con la desdicha porque no se recuperan más. No despedí a mi amiga. No hay una vuelta atrás. No hay una forma de que el corazón no te duela tanto.

—Ojalá esto pase lo antes posible. Y mientras tanto, este rato de música es una alegría y un mimo al alma que hace mucha falta.

—La música es esencial para comunicarte pero, además, para sanar. La música sana, gratifica, alivia, llega al alma, al espíritu, al corazón. Y te muestra otro camino. Me agarro mucho de eso. Por suerte, tengo la música.

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