“Cambió la vida totalmente. A esta altura, tal vez, yo estaría en otro lugar. Y bueno, hay que adaptarse”, dice Juan Sebastián Gutiérrez, más conocido por su personaje rocker, Juanse. Para él, esta “nueva normalidad”, no solo significa estar lejos de los escenarios y las multitudes, sea con Ratones Paranoicos o como solista: también tuvo que modificar algunos de sus ritos religiosos.
Con los templos cerrados, los fieles tuvieron que buscarle la vuelta a su conexión con Dios. Así se lo cuenta Juanse a Infobae: “Tengo que agradecerle a Dios que pude estar en contacto (se ríe). Como tengo amigos que son sacerdotes, pude comulgar acá en la puerta de casa. Inclusive hay lugares que, con todas las distancias y las medidas del caso, vos vas, sale el sacerdote totalmente protegido y comulgás. Además, nosotros tenemos una comunión espiritual, que es una oración en la que comulgás espiritualmente y exponés que no te es posible comulgar debido al contexto, pero podés expresar que te unís espiritualmente al acto de la comunión”.
-¿Te preocupa lo que ves en las noticias sobre los daños colaterales de la pandemia?
-La preocupación más grande es el sector que no puede adaptarse. Que ni aunque hubiéramos tenido 10 años de previsión, hubiéramos podido enfrentar esto. Nuestra ventaja es, más que nada, tener más tiempo para estar más preparados. Hay algo a tener en cuenta, que evidentemente es tradicional en Argentina, el hecho que ante un accidente o complicación de salud, siempre tenemos un hospital público cerca. Está bien, en distintos niveles de aptitud, pero está. Yo creo que a partir de ahora se va a empezar a valorar mucho más. Vi por televisión que en otros países hay lugares en los que le dicen a la gente que no puede entrar porque no tiene conexión con el hospital. O sea, te están diciendo que no te aceptan porque no estás asociado. Eso es fatal, es letal. Eso estuvo a punto de desaparecer acá. Y creo que esto, de alguna manera, nos sirve para volver a pensar seriamente en darle mucha importancia.
Juanse tiene entre manos un disco que se va a llamar “2.22 Biograma”, sucesor de “Stéreoma” (2018). Pero por ahora, lo único que se conoce es su primer corte, “Muchacho Corazón”: un rocanrolito pegadizo y breve, que trae a este 2020 apocalíptico los ecos de una época valvular, analógica, tal vez idealizada.
“Cuando se te complica elegir el corte es porque realmente tenés que estar conforme con el resultado. Aunque todavía queda mucho por recorrer”, adelanta sobre el disco, producido por Andrew Loog Oldham, toda una institución del rock por haber sido el primer manager de los Rolling Stones. Entre los 90s y 2000s, también produjo varios discos de Ratones Paranoicos, como “Fieras lunáticas” (1991), “Hecho en Memphis” (1993) y “Ese oscuro objeto del deseo” (2009), entre otros.
“Andrew volvió a trabajar conmigo, estuvo acá en Buenos Aires, pudo quedarse la cantidad de días que antes nos exigía a nosotros estar en otro país. Yo digo que es una superproducción porque sí, es un disco de rocanrol, pero está muy bien producido. Artísticamente, no te tengo que decir el por qué”, planta Juanse.
-¿Quién es el “Muchacho Corazón”?
-No tengo la menor idea (se ríe). Se me apareció un personaje, un pibe que iba en el 85, el colectivo. La imagen que tengo es esa. Me acuerdo que yo iba al colegio a la madrugada a Flores, a Caballito, y miraba… y no me sentía parte de la sociedad. No desde el aspecto, ni la clase social, ni nada. Pero los veía a todos muy desorientados. En realidad estaban dormidos, igual que yo, no es que eran malos (se ríe).
-Eran las 7 de la mañana para todos.
-Claro, estaban todos así. Y ahí es donde pude haber visto, en esa situación, a este personaje. Un tipo que es un postadolescente, pero que quisiera vestirse mejor. Y también expresar eso que él siente, que tiene corazón. Yo también tengo corazón; todos tenemos corazón en las dos acepciones: hay una espiritual y hay una cardíaca. Y ahí es donde me gustó... Creo que no tengo la letra, porque la canté mientras la grababa.
-¿No la escribiste?
-Sí, no la escribí. Y eso a Andrew le encanta. Y a mí también porque la escucho sin ese sentido de pertenencia de decir “ah, bueno, mirá qué letra”. No, a mí esa escuela nunca me atrajo. Nosotros somos más abstractos, con un surrealismo abstracto.
-Muchas de tus letras parecen frases recortadas de una gran imagen. Y eso te arma un cuadro totalmente distinto.
-Claro, y vos lo podés interpretar como quieras. El dueño del contenido sos vos. Vos sos el que lo pones donde quieras. Yo creo mucho en el talento de la audiencia y cuando la audiencia se identifica, es porque realmente vos llegaste. Entonces no importa la forma. Hay que llegar en paz. Bueno, por ahí las letras no son tan pacíficas: el “Muchacho Corazón” puede estar a punto de inmolarse. No sabemos qué tipo de proceso va pasando por adentro de él.
-¿Cómo ves hoy al rock & roll?
-El rock & roll siempre fue acusado eternamente de ser reiterativo, desde su estructura hasta de lo que quieras. Pero nosotros seguimos: hay un montón de estilos que estaban de moda en los 70s, 80s, 90s, 60s inclusive, que ya no están más. Y los pocos que todavía hacemos rock & roll, gracias a Dios, estamos. Dentro de esa dinámica, volver al single, a mí me parece mucho más interesante. Porque vos podés mostrar un mundo a través de una canción. De hecho, cuando trasciende una canción, es esa canción. Sin embargo, yo no abandono el concepto del disco.
-Una de las cosas más divertidas que vimos en la cuarentena fue tu diálogo con Andrés Ciro, en el que contaste algunas anécdotas vividas con Charly García y Pappo. ¿Cómo fue ser amigo tanto de ellos dos como de Luis Alberto Spinetta?
-Yo creo que las cosas ocurren. A mí no me importa si es Keith Richards o Spinetta. Es una vibración, una energía que va de acuerdo a nuestra formación. Eso te junta, te va pegando, te acerca mucho más a los que están en una dinámica de coincidencias. Vos pensá que a ellos tres los fui a ver de chiquito, cuando tenía 10 años. Nunca me preocupé por decir: “Algún día voy a ser amigo…”. No, no, para mí era algo que era natural, porque tarde o temprano la música te va acomodando. En el recreo del colegio, supongo, se juntan todos los maestros (se ríe). Lo digo con mucha humildad, eh. Los tres son desopilantes y siempre tuvieron mucho respeto hacia mí: nunca ninguno de los tres me dijo nada sobre el otro, porque sabían que yo era amigo del tercero en discordia. Y eso me lo llevo en el corazón. Creo que es una premiación de esas que vos no buscás.
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