Alvear (2005), grabado en vivo en el teatro que lleva ese nombre; Primicia (2009), realizado en Italia, Francia y Estados Unidos; y A todas partes (2013), que se trata de un homenaje a las antiguas orquestas de jazz que escuchaban sus padres; son los tres discos que Fernando Samalea había grabado en condición de solista y que acaba de reeditar en CD y están disponibles en Spotify.
En diálogo con Infobae, el baterista y bandoneonista de larga trayectoria en el rock nacional, contó sus sensaciones, cómo surgió la idea de la reedición y detalles de cada una de las grabaciones, que contaron con invitados de lujo, como Charly García, Gustavo Cerati, Fernando Kabusacki, Alejandro Terán y Javier Malosetti, entre otros.
- ¿Qué sentís que se hayan reeditado Alvear, Primicia y A todas partes, tres discos que grabaste como solista? ¿Cómo surgió la idea?
- Me encantó reencontrarme con esas melodías casi olvidadas, como abriendo botellas al mar. Sin duda fueron horas y meses de dedicación allí, a pura pasión, además de haber recibido la ayuda de tantos músicos amigos a la hora de grabar. Ameritaba intentar que no quedasen en el olvido, así que pautamos con RGS relanzarlas para quienes quieran conocerlas ahora. Por el momento, solo en CD y Spotify, aunque a futuro espero también en vinilo. Sería lo lógico: ¡Venimos de la época en la cual todavía no existían las bandas tributo!
- Alvear lo grabaste en vivo y en uno de tus libros contaste que Charly García hizo un solo de guitarra en el cual confesó haberse sentido “invadido por el espíritu de Pappo”, fallecido poco tiempo antes. ¿Qué es lo primero que te viene a la mente cuando recordás ese show?
- La bata roja con el dragón dorado en la espalda que usé, apelando al “componente mágico”. Fue mi chance de actuar en un teatro precioso, milagrosamente lleno gracias a entradas económicas, para un público joven, estudiantes, etcétera. Imaginate mi emoción.
Contamos con un piano de cola sobre el escenario, la marimba mexicana, los gongs, roto-toms y octobans, más la parafernalia que trajeron Juan Pablo Jacinto, Ana Cámera, Fernando Nalé, Fernando Kabusacki, Tito Losavio, Lucía Costa, Antonio Russo, María Ezquiaga y el Zorrito Quintiero.
Se armó un ambiente genial y ameno, con la contemporaneidad de entonces. Los camarines fueron un llamativo zoológico y me sentí acompañado, entre chistes y buena onda. Siempre les agradeceré el apoyo a ese delirio dadaísta que monté con el bandoneón.
Dentro del repertorio, entre otras cosas, fusionamos “Camino real” de la Lizarazu con mi tema “Morisco”. Luego mezclamos cada música con el ingeniero Daniel Ovie, agregamos dos bonus tracks de estudio -”Película dorada” y “Lapsus”- y varios samples de películas que me gustan, en plan fantasía.
No faltaron Godard, Jodorowsky, Vincent Gallo, Lynch ni por supuesto Kubrick. García había llegado al teatro hecho una tromba, divertidísimo, luciendo polera negra y fumando una pipa. En un momento del show, tomó la guitarra eléctrica e hizo un solo de esos iluminados. El concierto tuvo trance e intensidad del principio al fin, y puedo sentirme orgulloso. Más tarde, por los pasillos, un periodista le preguntó al Artista su opinión sobre el tango electrónico. Respondió fiel a su ingenio: “Es un tanguero en una silla eléctrica…”.
- ¿Cómo sentiste esa situación atípica de que fuese Charly el que tocara con vos y no al revés?
- Tratándose de él, esa situación atípica también fue atípica. Ya había grabado sintetizadores en Fan, y esa noche quiso sumarse en varios de mis instrumentales. Pero es obvio que el plato fuerte sucedió al recrear cosas suyas en el final. Por algo se ha proclamado Emperador del Universo. Quedaron en el disco versiones de “No soy un extraño” y “Anhedonia” junto a Hilda y el Zorrito, donde pasé del bandoneón a la batería… ¡que estaba armada al revés, ya que Juan Pablo es zurdo!
- ¿Cómo pensaste Primicia? ¿Cómo fue el proceso de grabación en tres países? ¿Por qué el nombre?
- Quería rescatar los significados originales de la palabra primicia: “Principio de las cosas” u “ofrenda dada por los pueblos primitivos a las divinidades”. Había soñado un álbum multicolor, medio hedonista y mitológico, para registrar vagando por Europa, por qué no. Poquitos años antes, yo había vivido un lustro a los saltos entre España, Francia e Italia, y ésta era mi segunda vuelta al Viejo Continente, más canchera, con resto, ya afincado otra vez en Buenos Aires y en medio de las giras de Ahí vamos (el disco de Gustavo Cerati).
Iba embelesado por Milano, observándolo todo, por la Vía Torino, la Galería Vittorio Emanuele II o de visita en el Mondial Sound donde Ástor Piazzolla registró “Libertango” y el dueto con Gerry Mulligan. Terminé grabando bandoneones en un estudio histórico cercano a la Porta de Génova, los cuales completé semanas más tarde en París. Traía la base del disco desde Buenos Aires, con teclados de Matías Mango y mis baterías.
Alejandro Terán y Tallarita dejaron su sello, así como Cerati con sus guitarras. Al regreso, metí timbales sinfónicos, campanas tubulares, vibráfono y el órgano de tubos de la Iglesia de los Misioneros Pasionistas, hasta que Tony Levin grabó en Nueva York su contrabajo eléctrico Ned Steinberger y el Music Man que usaba en King Crimson. Al terminar el disco, tuve que pellizcarme…
- Leí que escribiste de un tirón los pentagramas básicos del álbum. Estabas inspiradísimo…
- Salió tipo catarata. Cobrando valor, largué todo lo que tenía para decir, sin pensarlo mucho. Como leía bastante mitología griega y romana, me animé a pedirle a Renata Schussheim que se encargase de la portada. Nadie mejor que ella para elevar un concepto visual. Es la número uno.
- ¿Cómo fue el contacto con Gustavo Cerati para invitarlo a participar? ¿Era la época en la que estaban grabando o por grabar Fuerza Natural no?
- Claro, nos veíamos todo el tiempo, no solo por ensayos o grabaciones. Salíamos mucho con amigos y amigas en común por la noche porteña. Tampoco se trató de una invitación formal. “Pero si querés algo jazzero, no me va a salir, eh”, contestó un poco en broma y otro en serio cuando le pedí de participar.
Ya en su estudio Unísono, sacó del estuche la Paul Reed Smith, otra Fender vintage, una guitarra acústica, y se explayó sobre medio disco a lo largo de varias horas. Fue una dicha. Días después, Kabusacki sumó otras guitarras, y Paul Dourge su fretless electroacústico.
- A todas partes lo presentás como un homenaje a las antiguas orquestas de jazz que escuchaban tus padres. ¿Por qué el nombre y qué fue lo que más disfrutaste de hacerlo?
- El título es el remate de la frase atribuida a Jack Kerouac: “No había a dónde ir, excepto a todas partes”. ¡Toda una declaración beatnik! Siempre fui de viajar, propenso a la aventura y lo inesperado, ya sea en motocicleta, caminando, sobre un tren, auto o lo que fuese, así que era algo cercano.
Disfruté de contar con una orquesta real e instrumentos acústicos. Bolsa González me prestó su batería Premier de 1968, la afinamos en concordancia al género, y luego Javier Malosetti descolló con su contrabajo. Alejandro Terán y Herman Ringer me ayudaron un montón, tocando cuerdas y transcribiendo arreglos para el resto. Al límite de Tim Burton, agregamos corales de Rosario Ortega, trompetas de Tallarita, flautas de Ángeles Eusebi, fagot de Eduardo Rodríguez y oboe de Iride Mockert. Con semejante despliegue, Nelson Pombal lo mezcló en su estudio Nosfer, hasta que armamos el arte con collages de Pati Curi y fotografías de Marcello Capotosti.
- En todos los discos contaste con invitados muy queridos por vos, como Charly García, Gustavo Cerati, Fernando Kabusacki, Matías Mango, Tony Levin, Alejandro Terán y Javier Malosetti, entre tantos otros. ¿Qué sentís que le aportó cada uno a los tres trabajos?
- Si lo pienso mucho, no me lo creo. Diría que cumplí un gran anhelo: sumaron lo que ya se conoce de ellos popularmente, su energía y lo misterioso que hace la diferencia. Dentro del contexto de un bandoneón “cosmopolita” como voz principal, para colmo.
- ¿Tenés en mente grabar un nuevo disco solista?
- Culminada la escritura de la trilogía de libros, estaría volviéndome ese deseo. Hay un concepto musical revoloteando, a desarrollar pronto. Así tengo algo para relanzar en las próximas décadas, ¿no?… ¡A mi a artista incomprendido no me van a ganar!
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