Algunas series nacen angeladas por el éxito. Las audiencias las siguen, sus actores son aplaudidos, y sus autores, reconocidos. Pero con el tiempo, lo que empezó bien empieza a ser atravesado por tragedias y las transforma en productos malditos. Ocurrió con Blanco y negro, la serie furor de los 80, cuyos protagonistas son recordados por sus abusos, escándalos y muertes trágicas más que por sus talentos. Ese mismo destino parece atrapar a Glee, la serie que revolucionó el género juvenil con su mirada irónica y sus hits reversionados, y hoy, con la noticia de la muerte de Naya Rivera, parece acorralada por la fatalidad.
En 2009 se estrenaba Glee, la ficción creada por Ryan Murphy que pateaba el tablero de ese formato tan conocido pero a la vez tan complejo que es la comedia juvenil. La serie planteaba un escenario conocido: la escuela secundaria y los eternos conflictos de la adolescencia. Lo que hizo que pronto se convirtiera en fenómeno es que sus protagonistas, lejos del estereotipo de hermosos niños ricos con tristeza estilo Beverly Hills 90210, eran un grupo de inadaptados.
En Glee había un gay orgulloso de serlo, un paralítico, una chica obesa, una latina y una adolescente judía adoptada por dos homosexuales. La estrella de fútbol del colegio amaba cantar pero no podía hacerlo. Esta mirada nueva pronto atrapó al público y se convirtió en un suceso. Sus protagonistas, además de romper estereotipos, eran brillantes. Cantaban, bailaban y reversionaban canciones con un profesionalismo y un carisma tan enormes que hasta megaestrellas como Madonna cedían sus temas y otros, como Ricky Martin o Gwyneth Paltrow bajaban sus cachets, con tal de aparecer en el programa.
Glee recibió dos Globos de Oro y sus canciones se transformaron en discos que encabezaban las ventas. Más de diez millones de adolescentes, identificados con sus personajes, los vieron en sus conciertos. Once años después, la serie dejó de ser un éxito que revolucionó su época para transformarse en un producto maldito en el que la muerte ya se llevó a tres de sus protagonistas: Cory Monteith, Mark Salling y Naya Rivera.
La primera muerte que hizo estallar el universo Glee fue la de Cory Monteith. Para los seguidores fue tan atroz la noticia como inesperada. En la serie, Monteith era Finn, el adolescente sensible capaz de bailar un vals con su hermanastro y destrozar todas las barreras de la sexualidad, el deportista triunfador que sin embargo quería ser músico, el que noviaba con la más bonita pero se enamoraba de la más talentosa.
Pero el actor cargaba con un pasado complejo. Sus padres protagonizaron un conflictivo divorcio cuando él tenía siete años, Cory faltaba constantemente a la escuela, y a los 13 comenzó a consumir drogas.
“Estaba fuera de control”, contó. Lo atraparon robando dinero a un pariente, y sus familiares lo amenazaron: cambiaba o lo denunciaban. Comenzó un tratamiento de rehabilitación. Cuando salió, en su Canadá natal probó distintos trabajos –desde conducir un micro escolar hasta ser repositor en un supermercado- pero descubrió que le gustaba actuar. Le fue bien, participó en varios proyectos en su país hasta que le llegó la gran oportunidad: Glee.
Su personaje querible, sumado a su atractivo, pronto convirtió a Finn/Cory en uno de los favoritos del público. En la pantalla se enamoraba de Rachel Berry y en la vida real, de quien la interpretaba, Lea Michele. Pero si la actriz, como trascendió, se distinguía por el destrato a sus compañeros y por ciertos aires de diva, Cory era lo opuesto. Pese a las diferencias, el romance se consolidaba tanto que luego de dos años de relación, Lea afirmaba: “Él me hace sentir que puedo hacer cualquier cosa. Me siento la chica más afortunada del mundo”.
Aunque la fama y el amor rodeaban a Cory, los demonios seguían agazapados. En abril de 2013, el actor volvió a pasar por un centro de rehabilitación. Parecía recuperado. El viernes 12 de julio se reunió con varios amigos y regresó solo al hotel de Vancouver. A la mañana siguiente debía abandonar la habitación, pero no lo hizo. Cuando las personas encargadas de limpiar entraron a su habitación lo encontraron muerto. No había signos de violencia, la autopsia demostró que falleció a consecuencia de una sobredosis de heroína y alcohol. Tenía 31 años.
Glee grabó un capítulo homenaje a su protagonista. El episodio titulado The Quarterback, de la quinta temporada, logró un récord de audiencia.
La segunda vez que la muerte visitó al elenco de Glee fue para llevarse a Mark Salling. Sin embargo, esta vez no hubo homenajes ni reconocimientos públicos. El actor había sido arrestado por poseer pornografía infantil.
El texano encarnaba a Puck Puckerman, el mejor amigo de Finn, un muchacho arrogante pero simpático que se dedicaba a limpiar piscinas mientras mantenía relaciones con sus dueñas. Salling, como todos los integrantes del elenco, era muy talentoso. Producía su propia música, tocaba piano, guitarra, bajo y batería.
Antes de comenzar la serie había tenido un romance con Naya Rivera, pero ya como compañeros de elenco la relación no sobrevivió. Según reveló la actriz en su autobiografía, se había enterado de que su novio le era infiel. “Para mí siempre fue un alma oscura”, se explayó en septiembre de 2016.
En 2015, el universo Glee recibió un trompazo cuando se supo que Salling había sido arrestado por guardar cerca de 50.000 imágenes y videos de pornografía infantil. Fue entonces que salió a la luz que no era la primera vez que lo acusaban por un delito sexual. En 2011, su ex novia, Roxanne Gorzela, lo había denunciado por “ponerla en peligro” al negarse a usar preservativo y por obligarla a mantener relaciones sexuales.
En diciembre de 2017, ante las contundentes pruebas de pornografía encontradas en su computadora, Salling confesó su culpabilidad. El actor intentó negociar una condena de 4 a 7 años, pero el juez le comunicó que se planteaba la pena máxima, 20 años. La sentencia definitiva se conocería en marzo de 2018. No llegó a saberse. El 30 de enero el actor se suicidó.
Ante su decisión, las opiniones de sus compañeros fueron dispares. El entrenador vocal de la serie, Tim Davis, expresó: “Déjenme ser claro. Tener compasión por #MarkSalling de ninguna manera minimiza sus crímenes, ni minimiza el dolor y la devastación de las víctimas de esos crímenes. Solo estoy diciendo que dejen de aumentar el dolor de su familia. Este era su hijo. Si no tiene pecado, siéntase libre de tirar piedras”. Jane Lynch, la profesora de gimnasia Sue Sylvester en el programa, declaró: “Lo recordaré como el tipo que hizo ese video realmente dulce al comienzo de Glee, cuando estaba tan feliz por ser parte de este grupo. Es una tragedia y tengo el corazón quebrado”, y el actor Finneas O’Connell fue contundente: “Ha sido algo horrible en los últimos dos años enterarse de los crímenes que ha cometido. No siento pena por él. Lo siento por sus fanáticos”.
La tercera muerte que golpea al universo Glee es la de Naya Rivera. En la serie encarnaba a Santana López. Aguerrida, sensual, tuvo que lidiar con su “salida del armario” para poder vivir el amor con su gran amiga Brittany, lo que la convirtió en ícono de la comunidad LGBT. Mientras grababa la serie afrontó desórdenes alimenticios, y decidida a dedicarse a su profesión al saber que estaba embarazada, decidió abortar. Experiencias que contó en su autobiografía.
Lejos de esos tiempos, el miércoles pasado Naya salió a navegar por el lago Piru, con su hijo Josey, de cuatro años. Lo que parecía un lindo y tranquilo paseo se transformó en un drama inexplicable. El nene fue encontrado dormido en el bote, cuando le preguntaron qué había pasado, respondió: “Mamá se tiró al agua a nadar y nunca más volvió”.
La imagen del idílico momento -que una hora y media antes había mandado a un familiar- se transformó en un elemento clave para guiar la búsqueda. Varios miembros de la familia de Rivera se unieron a los equipos de rescate, hasta Ryan Dorsey, ex marido de la actriz y padre de su hijo Josey, estuvo en el lugar y fue fotografiado llorando desconsoladamente. Lejano quedaba aquel suceso de noviembre de 2017, cuando Naya fue detenida por agredir a puñetazos en la cabeza y labios a su entonces esposo, en presencia del pequeño Josey, cuando paseaban por una calle en Virginia occidental. El caso fue clasificado por un juez como violencia de género, y Naya debió pagar una fianza de 1.000 dólares. Posteriormente vendría el divorcio.
Pero en los últimos tiempos todo se había calmado. Un día antes de su desaparición, Rivera publicó en sus redes sociales una fotografía en la que aparecía con su pequeño hijo, junto con el mensaje: “Solo nosotros dos”.
El mismo día que se cumplen siete años de la muerte de Corey Monteith, el cuerpo de Naya fue encontrado por los equipos de búsqueda. Glee intentó mostrar un mundo inclusivo, diverso y esperanzador. Un fenómeno cultural que hoy lucha para que sus canciones prevalezcan sobre sus tragedias.
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