El programa de El Trece Bienvenidos a bordo cuenta todos los días con la presencia de diferentes actores y también de taxistas, que participan de los juegos para llevarse dinero en efectivo y algunos premios menores. Llevándolo a una jerga futbolística, serían los jugadores de un equipo que acompañan a la gran estrella del ciclo: su conductor, Guido Kaczka.
Él es el “creador” del juego, el enganche que puede jugar bien en cualquier equipo. Ese que sabe hacer jugar a sus compañeros. Por su carisma y profesionalidad, hasta el más mínimo detalle puede convertirse en una gran historia. En esta oportunidad, fue protagonista de una historia que lo hizo sentir un tanto avergonzado.
El chofer Juan José Colazo hizo su ingreso al estudio para sacar el lingote y llevarse el premio en efecto, pero primero se dirigió directamente al conductor y le dijo: “A vos te conozco. Soy de Mataderos pero nací en Cossio y Larrazábal. Soy del barrio. Te quiero un montón… Y tengo una anécdota”.
En un primer instante Guido abrió grandes los ojos, demostrando interés en lo que tenía para contar aquel vecino. Pero luego los entrecerró, como sospechando si realmente le convenía que el hombre revelara su historia.
—Participante: Resulta que mi suegra era profesora de natación, ahora es jubilada. De la Escuela Número 8, ¿te suena? Tu hermana menor iba a ese colegio
—Guido Kaczka: Sí, Solcito.
—Participante: Un día se quebró el brazo y mi suegra la asistió. Llamaron a un familiar y viniste vos, llorisqueando porque tenías miedo por tu hermana.
—Guido: (Escondiéndose detrás de una caja de caramelos) En la familia nos ponemos mal nosotros… Somos un montón y lloramos todos juntos. Nadie puede ayudar bien porque estamos todos empañados…
—Participante: Fue hace un montón de años. ¡Mi suegra terminó consolándote a vos!
—Guido: Pero la p…
—Participante: El problema era que tu hermana estaba herida pero mi suegra te terminó hablando a vos y diciéndote “no tengas miedo”. Y, bueno, iban los dos llorando. ¿Te acordás?
—Guido: Sí, me acuerdo… Tendría cinco o seis años más o menos.
—Participante: No pasó nada, es una linda anécdota. A tu hermana le pusieron una escuadra en el brazo para que no le doliera.
—Guido: ¡No me cuentes más que me vas a hacer llorar!
Rápidamente, esquivando el protagonismo que le acababan de dar, cambió de tema y propuso que el participante se enfrentara a los lingotes. Lamentablemente perdió, pero se dio el gusto de recordar una vieja historia con su vecino.
La semana pasada un taxista adivinó cuántas golosinas tenía el copón que está instalado en el programa de Guido Kazcka. Primero pensó durante unos segundos y luego arriesgó: 3803 dulces. Tras un silencio generalizado en el lugar, el conductor fue en busca del sobre que contenía la respuesta correcta, firmada por un escribano.
“¿Cuánto dijiste?”, le preguntó. El participante volvió a decir la cifra. “¿Tu familia cómo es?”, siguió el conductor con el cuestionario, sembrando el misterio. “Lorena, mi mujer, y Valentina, mi hija de nueve años, que quieren todos los chocolates. Es lo que más le gusta a la nena”, respondió el taxista.
Finalmente Guido exclamó que había acertado con su respuesta. El participante, llamado Pablo, con un festejo alocado que incluyó saltos, bailes y gritos, no lo podía creer.
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