“Me siento el Ave Fénix resurgiendo de las cenizas”.
Pasaron 19 años desde que Magaly Rodríguez saltó a la fama por su participación en la casa más famosa del país. Por aquel entonces, una joven de 21 años soñaba con vivir una experiencia nueva. Con ese objetivo, se anotó en un casting para ingresar a Gran Hermano 2001. De los nueve mil marplatenses que se anotaron, ella fue seleccionada, armó su valija -con sus pertenencias, pero también con nervios- y viajó a Buenos Aires.
“Fui tocada con una varita mágica. Cuando quedé, no podía creerlo porque, la verdad es que no me lucí en el casting. No hice nada extravagante. Tuve mucha suerte. Me suelen pasar ese tipo de cosas. Siento una luz que me guía”, dice en una entrevista exclusiva con Teleshow.
Allí conoció a Silvina Luna, Ximena Capristo, Alejandra Martínez y Gustavo Conti -entre otros participantes-, con quienes hasta el día de hoy sigue en contacto a través de un grupo de WhatsApp. “Todos los días alguno manda algo y se arma un debate. Se generó una linda amistad y todavía nos emociona pensar que seguimos en contacto después de tantos años”.
Su paso por Gran Hermano y el punto final a su carrera mediática. “La experiencia fue hermosa. Ni bien salí de la casa hice varias cosas, me encantaba recorrer los programas en los que nos hacían participar. Todavía conservo fotos y videos”, recuerda.
Tras su salida del reality también fue convocada para hacer teatro, circo, y temporadas en Villa Carlos Paz y su Mar del Plata natal. “Recorrí muchas ciudades de la Argentina trabajando”, sostiene quien también encabezó campañas publicitarias.
Su participación en el reality terminó en diciembre de 2001 y en enero del 2002 ya estaba haciendo temporada en Villa Carlos Paz con Adelante mis valientes, obra teatral dirigida por el Chino Volpato. Luego, comenzó el raid en los programas: hizo un especial de VideoMatch, iba invitada al programa de Maru Botana, al de Susana Giménez. “Y así todo un año”.
En ese tiempo, su vida mediática estuvo en pleno auge: vivía en un hotel que la producción de Gran Hermano le había puesto a disposición a pocas cuadras del Obelisco. Allí pasó sus días, entre los distintos trabajos que realizaba, y cuando extraña a sus seres queridos, se tomaba un vuelo para visitarlos en Mar del Plata, y luego regresar a cumplir con sus compromisos.
Hasta que decidió poner un freno a su carrera que seguía en ascenso. Empezó a rechazar propuestas laborales, le planteó a su productor que quería volver a vivir a Mar del Plata y rescindió el contrato que había firmado cuando salió del reality. “Me vuelvo a mardel, quizás me arrepienta. O no”, le explicó.
“Cuando quieras volver, tenés las puertas abiertas”, le respondió el productor. “La verdad es que no era el momento de estar en en Buenos Aires. Vivir en un hotel sola me atosigó”, asegura hoy, a 19 años del auge. “La gente tenía una locura muy especial por nosotros. Pensá que entrás a la casa siendo nadie y cuando salís es tipo la película The Truman Show. ‘¿Qué onda? No te conozco', pensaba. Igual, siempre tuvieron la mejor onda. Y con mucha paciencia. Me encantaba firmar autógrafos”.
“Así como tuve que entrar en su momento a Gran Hermano y lo disfruté, también lo fue venirme a Mar del Plata porque tengo dos hijos hermosos. Quizás, si me hubiese quedado en Buenos Aires, no los hubiera tenido. En la vida todo pasa por algo, algunas personas se van, otros aparecen. Sucede lo que tiene que suceder, y yo estoy abierta a eso, y soy agradecida siempre”, reflexiona y destaca el tatuaje con la frase Gratitud que se hizo luego de habérselo visto al cantante Abel Pintos.
“Nunca me arrepentí porque, como dije antes, siento que las cosas están guiadas. Viví lo que tenía que vivir, disfruté a morir y me fui con la cabeza alta. Tengo la mejor relación con los productores y tampoco es que cerré la puerta”, continua Magaly, que hoy trabaja en la parte de comunicación de una empresa privada.
En 2004, hizo temporada en Mar del Plata con Paolo el Rockero. Después le siguieron algunas publicidades y su participación en el circo. Hasta que, de a poquito, se fue alejando de los medios.
En 2006 conoció a su ex pareja, y padre de sus hijos, quien se desempeñaba como tatuador. “Durante los 13 años que estuvimos juntos, manejé algunos de los locales que tuvimos”, destaca quien es mamá de dos varones de 11 y 6 años.
Debido a la pandemia del coronavirus, está trabajando desde su casa, en donde vive con sus hijos -que el fin de semana se van a la casa de su padre. “Mientras trabajo, o mismo mientras doy esta nota, vuela un botín, una zapatilla. Están en una edad terrible, pero me tienen loca de amor”.
Además de la empresa en la que trabaja, Magaly disfruta del mar -”desde que empezó la cuarentena, está más azul”, sostiene- y cuenta que la música es su cable a tierra. “También me gusta leer, me relaja”, agrega.
“Siempre está la posibilidad de que si me llaman para hacer algo, por ahí me prendo. Quizás ese no era el momento, y ahora sí me anime. Soy perfil bajo, todavía me siguen reconociendo en la calle y yo me mato de risa porque no lo puedo creer”, concluye Magaly Rodríguez.
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