Sin antecedentes artísticos en la familia, con una personalidad introvertida y serias dificultades para entonar, las posibilidades de que el joven Fernando Samartin se convirtiera en el imitador más exitoso de Sandro, reconocido no solo en la Argentina sino en toda Latinoamérica, eran ciertamente escasas. Por no decir nulas. Pero había algo en esos viejos shows que miraba en VHS que despertó un talento oculto y cambió su vida por completo.
Cantante, artista plástico e ilustrador, hace 16 años que Fernando se pone en la piel de Sandro. Viajó con su show por todo el país -incluyendo presentaciones en el Gran Rex, el Teatro Ópera y el Luna Park- y varias ciudades de Latinoamérica. Sobre el escenario lleva la magia del “Gitano” acompañado por los mismos músicos que tocaban junto a él. Ha cantado con figuras de la talla de Palito Ortega, Patricia Sosa, Jairo y César Banana Pueyrredón. Recientemente, interpretó una versión del tema “Hay mucha agitación” para la exitosa serie de Amazon Prime Video El Presidente.
“De chico era una especie de nerd, me resultaba fácil la escuela. En la secundaria, además, era bastante introvertido. Creo que el dibujo me dio un acercamiento a mis compañeros que me salvó un poco del bullying. Mi sueño era trabajar haciendo animaciones para Disney. Me gustaba entretener a la gente pero no se me cruzaba por la cabeza hacerlo cantando: era muy desafinado”, recuerda en diálogo con Teleshow Fernando, hoy de 34 años, sobre su infancia en Avellaneda.
—Sandro llegó a mi vida a los 14 años por un especial por su cumpleaños en el canal Volver. Me acuerdo que estaba en la cocina de casa y vi Operación Rosa Rosa, que tenía una parte en la que él cantaba: es la única película en la que canta de verdad y simula estar haciendo un concierto. En las otras películas lo que se ve son videoclips. Cuando lo vi dije “wow, quiero hacer eso”.
—¿Cómo comenzó ese proceso de “parecerse” a Sandro?
—Me fui a Parque Rivadavia y compré algunos CD y VHS suyos. El primero que compré fue uno que se editó en el ’88, con un show en el Luna Park por sus 25 años de carrera. No lo podía creer. Pero nunca fui su fan: fue a partir de querer interpretarlo que empecé a ser su admirador. La palabra “fan” me da un poco de rechazo, es como que te gusta todo, en cambio admirador es el que va entendiendo las cosas de a poquito. Sentí el deseo de querer hacer lo que hacía él. Me miraba frente al espejo y me ponía a imitar a Sandro con un grabadorcito en mi habitación.
—¿Qué pensaba tu familia por aquel entonces?
—Decían “es un berretín, ya se le va a pasar”. Estaba terminando la secundaria y quería empezar a estudiar Bellas Artes, entonces pensaban que era como un hobby. Ahora estoy pasando la cuarentena en la casa de mis viejos y estoy en la habitación en la que empecé a imitar a Sandro y a soñar a lo grande… Recién cuando me contrataron para mi primer show me puse a practicar canto.
—¿Cómo surgió esa posibilidad?
—Una noche fui a un cantobar muy tradicional que ya no existe más, Sinema, en Callao y Santa Fe. Canté dos temas de Sandro y vino alguien y me dijo “el dueño quiere hablar con vos”. Como si fuese una serie de Netflix. “¿Vos trabajás de esto”, me preguntó. Yo le dije que sí… un caradura. “Bueno, en 15 días tenés dos shows”, me dijo. Ahí fue que empecé a tomar clases, comprar algo de ropa, ¡aunque sea una camisa! Imaginate con la economía de los 18 años, no tenía nada, ni el material para verlo… Había que recurrir al imaginario popular. Hoy en día no me pongo nada que Sandro no haya usado: me ha hecho cosas su sastre, tengo réplicas y todo su vestuario.
—¿Cómo te fue en esos shows?
—El primero fue un viernes, vinieron todos mis amigos, fue excelente. Al día siguiente, un desastre: no vino nadie. Sinema era un lugar de previa, la gente iba a chupar un poco y se iba. De repente apareció un pendejo totalmente amateur para cantar unos temas de Sandro. Fue espantoso. Me dieron una fecha más y después ya no me llamaron. Me deprimí bastante… Pero mi profe de canto me dijo “vení al mismo lugar donde canto yo, Por vos Buenos Aires, en San Telmo, le hablé al gerente y te quiere conocer”. Fui, quedé y nunca más dejé de laburar. Cantaba seis o siete temas mientras la gente cenaba. Se re copaban. Después el lugar se convertía en un boliche para mayores de 30 años.
—Habiendo tantos imitadores de Sandro, ¿qué tenía de especial lo que hacías vos?
—Hoy hago una presentación profesional, pero en ese momento… Había algo en mi propuesta: una libertad absoluta de pelear por lo que quería hacer y eso gustaba y contagiaba. La diferencia con los demás es que quizás me lo tomaba demasiado en serio -no digo que los demás no lo hicieran-. Pero a mí la plata no me importaba: ganaba 50 pesos y con eso compraba pizza y ropa.
—Te lookeabas como Sandro y ya sentías que estabas jugando el Mundial…
—Exacto, y no lo podía creer. De repente empecé a conocer más la noche, en el buen sentido, por el laburo. Yo tenía cero barrio, mis amigos eran los de la escuela, y pasé de la habitación de mi casa a estar metido un fin de semana entero en un boliche. Por suerte me cuidaron mucho, era como la mascotita del lugar. Obviamente vi pasar de todo… Pero tuve buenos valores inculcados y eso hizo que no me metiera en ninguna.
Luego comenzó la etapa de cantar en bingos y casinos, que le permitió expandir y diversificar su público. El momento bisagra en su carrera fue una gira por la Costa en 2007, que comenzó de la peor manera: junto a su mánager tenía programada la temporada para hacer shows en vivo pero ni bien se instalaron en Villa Gesell les cancelaron todas las presentaciones: el empresario que debía pagarles “desapareció” y dejó a la deriva no solo a Fernando sino también a todos sus empleados. El cantante estaba desesperado, a punto de volver derrotado a su casa en el momento del despegue de su carrera, cuando otro golpe de suerte -y una cuota de la llamada “viveza criolla”- cambiaron los planes por completo.
“Mi mánager tuvo una estrategia increíble -recuerda Samartin-. Le dijo al dueño de un local: ‘Vamos a hacer dos o tres temas gratis, si no te gusta nos hacés una seña y nos vamos’. Terminamos trabajando todos los días hasta marzo, algunos con doble función. Hice shows cuatro años en Villa Gesell, algunas cosas en Mar del Plata y ahí vino el salto al teatro con el productor Juanjo Taboada, quien me contactó con uno de los pianistas de Sandro, Sebastián Giunta. Así empezamos a crecer tímidamente hasta que me llegó la propuesta de hacer Por amor a Sandro y ahí explotó todo”.
En esta nota y en YouTube hay videos de aquel homenaje al Gitano: no solo imita esa voz tan característica, acompañada por sus quiebres de cadera frenéticos, sino que logra un viaje en el tiempo para revivir la esencia del mito. Un trabajo que va desde las botas, idénticas a las de Sandro, hasta el movimiento de los dedos del artista fallecido el 4 de enero de 2010.
“Mi objetivo es que la gente salga de mi show y empiece a buscar cosas de Sandro. Que sea la puerta de entrada para que lo conozcan y lo quieran más a él. Yo soy un intermediario entre la gente y Sandro, no me puedo adueñar de nada suyo, tomo prestadas sus canciones, las represento y busco que con eso lo quieran a él. Siempre trato de dar lo mejor en el escenario. Además, soy un estudioso de Sandro: el año pasado hice una gira conmemorando los 50 años de “Rosa Rosa”, algo que nadie había recordado. Este año quería hacer los 50 años de la película Muchacho. Tenía todo pensado: íbamos a arrancar la gira en El Tigre, donde se estrenó la película. Pero, bueno, se tuvo que postergar”, relata.
Samartin cuenta que nunca tuvo inconvenientes legales con su trabajo: el diez por ciento de lo recaudado por sus espectáculo, como corresponde, se descuenta en concepto de derechos de autor, en beneficio de las familias de Sandro y de Oscar Anderle, representante del Gitano y autor de muchas de sus letras. “Tengo buena relación con la hija de Anderle y, si bien tengo muchos haters, cuando vienen a verme me dicen ‘perdón, no es lo que pensaba’. La verdad que eso es una satisfacción”, asegura.
—¿Y las famosas “nenas” de Sandro qué te dicen?
—Las cosas que me gritan en los shows no te las puedo decir… Y yo entro en el juego: les contesto como lo hacía él. Es muy divertido. Lo que pasa en el escenario es muy fuerte, señoras de 60 años gritándome unas guarangadas… Yo se las dejo pasar y las retruco. ¡Y las cago a pedos también! “¡Cállense la boca!”, les grito. Y ellas se callan. Y lo de la ropa interior sigue pasando, me tiran de todo.
—¿Propuestas “indecentes” también?
—Sí, siempre. Ahora me cago de risa. Cuando recién empezaba, yo tendría 20, vino a verme una mina de unos 40, y se me acerca uno y me dice “che, la señora pregunta cuánto”. Me asusté. Fue muy loco porque encima la semana anterior había ido a cantar al bautismo de su hija. Me sentí cosificado por primera vez en mi vida. Ahí entendí lo que les pasa a las mujeres.
—Cuando llegás a tu casa después del show, ¿lográs desprenderte del personaje?
—Cuando me saco el maquillaje, la peluca y la ropa, ya está. Muchos me dicen “te reís igual a Sandro” o “sos igual a él”, pero yo creo que pasa más por la necesidad que tiene el otro de verlo así. Lo que puedo decir es que Sandro me ayudó a mí a ser menos tímido y tener un poco más de confianza en mí mismo. Las minas ni me miraban y cuando agarré un micrófono ya me empezaron a ver de otra manera. No voy a caer en la frase de “si no actuaba iba a morir virgen”, pero va por ese lado… Volviendo a la pregunta, te diría que cuando canto con mi voz o hago otro personaje que no es el de Sandro la gente me dice “che, qué bueno que no suena a Sandro”. Justamente esa es la gracia. Cuando no estoy vestido de Sandro y me piden que lo imite me molesta: necesito estar metido en el personaje. Es la máxima del actor: primero te la tenés que creer vos para poder hacerlo.
—¿Cuáles son los eventos para los que te suelen contratar?
—Mucho cumpleaños de 50, 60 y casamientos. No hago cumpleaños de 15: el último que hice fue para una amiga de la familia y los pendejos estaban terribles. Ellos no quieren escuchar a Sandro, quieren chupar. Cuando me llaman para un cumpleaños de 15 les pregunto “¿vos o tu hija es a la que le gusta Sandro?” Siempre es la madre, entonces no. Pero en los cumpleaños a la gente le encanta. Hasta estuve dos veces en el programa de Susana Giménez, fue muy loco.
—¿Por qué la gente quiere seguir viendo a Sandro?
—Porque es un ícono, como Freddy Mercury o Elvis Presley. Creó un arquetipo y es muy valorable. No me imagino la música popular argentina sin Sandro. Lo mismo pasa con Charly, la figura del rock se resume en él. La gente pide a Sandro porque necesita una figura como él y porque logró una construcción perfecta. Cuando termino mi show salgo del personaje para agradecerle doblemente al público: ellos van a ver a alguien que hace de alguien. Yo juego a ser Sandro y la gente juega a ver a Sandro. No hay una realidad. Es más, cuando salgo del teatro muchas veces la gente no me reconoce. Una vez una señora me dijo a la salida: “¿Sabés cómo se llama el que hizo de Sandro?” Le dije que era yo pero no me creyó...
—¿Cómo fue la propuesta de hacer la música del primer episodio de la serie “El Presidente”?
—Me contactó el director, Armando Bó, para grabar la versión del año ’71 de “Hay mucha agitación”. Me dijo: “Queremos que suene a Sandro pero que también tenga cierta picardía porque es un momento clave en el que el personaje principal se la manda, hay un cambio que provoca un giro en la serie”. Con esa directiva la grabé en su momento y después me olvidé. Unos días después del estreno me la puse a ver y cuando empieza a sonar la guitarra, justo en ese momento… Se te pone la piel de gallina. Me dio mucho orgullo poder hacer esto y que se vea justo en este momento que estamos pasando.
—Ahora, además, seguís trabajando con tus ilustraciones que se pueden ver en Instagram.
—Sí, hago muchos trabajos a pedido, más que nada caricaturas. Con esto me pasa algo parecido a la imitación: no hago la típica caricatura de exagerar los rasgos y ponerle unos dientes gigantes a alguien que tiene mucho diente. Lo mío va por otro lado. Me gusta ser un artista completo porque creo que una cosa retroalimenta a la otra. Un día Cacho Castaña -quien antes de morir me pidió que yo hiciera de él si alguna vez lanzan su serie- me dijo: “Fer, me gusta mucho lo que hacés con las manos cuando cantás”. Yo soy muy detallista en mis imitaciones con lo que hacen los artistas con las manos. En ese sentido Ariel del Mastro me explicó: “Eso es porque dibujás, tu expresión va por ese lado”. Hacer caricaturas y cantar tienen mucho que ver.
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