“Siento que lo que está pasando es una gran oportunidad”, dice Diego Reinhold, que considera que la pandemia puede ser el punto de quiebre para que “se resetee todo”. Con una mirada crítica del sistema actual, en esta entrevista con Teleshow el actor y director confiesa que espera que la crisis genere un cambio. “Estábamos yendo al colapso. Era un mundo lleno de pánico, psicosis y violencia. La gente laburando un montón y empobrecida”.
El humorista lleva la cuarentena con la preocupación por el Hogar Mariposa, en el que colabora desde hace ya cinco años, que alberga bebés y niños judicializados, y enfrenta complicaciones económicas. “Toda la gente que trabaja a diario tiene que llegar sin usar el transporte público, y eso genera un gasto descomunal de 28.000 pesos más por semana”, se lamenta Reinhold, que hoy a las 22 horas estrena su show por Platealive. “Estoy re nervioso”, cuenta. Será su primera presentación vía streaming, en esta nueva modalidad de hacer teatro, sin el feedback del público en vivo. “Tengo fuego adentro, voy a darlo todo”, dice, entusiasmado.
—¿Cómo te llevás con la cuarentena?
—Hay muchas cosas espantosas. No puedo ver a mi familia, y mis padres están aburridísimos en su departamento. Tenemos un problema enorme con el tema del hogar y los chicos, no solo por el tema financiero, sino que es muy difícil para los pibes adaptarse a esto. Las vinculaciones tienen que hacerse por Zoom y las cuestiones institucionales se resuelven también por computadora. Para ellos estar adentro del hogar ya es complicado, y encima, ahora con todo esto.
—En lo personal, ¿cómo estás? ¿Te angustia el encierro?
—Necesitaba que pase algo así, que se resetee todo. Quiero que colapse, no quiero el mundo de antes. Es muy probable que lo que venga sea peor, porque parece que estamos al borde de un desastre financiero. Mucha gente se va a quedar sin trabajo, está el calentamiento global a la vuelta de la esquina... Antes íbamos derecho a eso, sin frenar. Era un mundo lleno de pánico, psicosis, violencia, mentiras. La gente laburando un montón, empobrecida, tipos ganando muchísimo dinero porque lo tienen y ganan más por tenerlo. Realmente pornográfico.
—¿Creés que de esto vamos a salir mejores?
—Siempre hemos salido un poquito mejores. Un poquito es muy poquito, y hay muchos retrocesos en esos avances, entonces la ilusión es que siempre estamos igual, pero no. Hace 50.000 años estábamos en las cavernas. Es muy probable que de esto salgamos inestables, volátiles, sin religión; se nos terminó. Antes era: trabajás, ganás plata y con eso comés; era el objetivo que unía a la sociedad. Eso se fisuró. Ya no funciona. Se vienen momentos de agite. Cuando pasó lo de Chile en octubre, me pareció lógico. Entonces, dije: “Ojalá esto pase en Estados Unidos”. Y ahora lo estoy viendo pasar, por otros motivos, pero todo está mezclado.
—Hay que ver hacia dónde va esta nueva normalidad que estamos aprendiendo, y si los sistemas, como los conocemos, seguirán funcionando.
—Siempre puse sobre la mesa el debate de la asignación universal como un instrumento posible para contrarrestar el asunto de la acumulación y la saturación del sistema del trabajo. Me decían que estaba loco por pensar así, y ahora se está hablando en todos lados. Sería una muy buena salida que se reparta un poco todo, que nos toque un pedazo. Venimos al mundo y somos una parte de él. Nos corresponde una porción del mundo físico, no es que lo tenemos que conseguir a través del esfuerzo o de una herencia. Si logramos eso vamos a entrar en una era de muchísimo crecimiento económico porque la gente va a tener plata en el bolsillo, se va a calentar la economía y va a haber consumo, que es lo que le encanta a esta sociedad moderna, y también va a haber una explosión a nivel científico, artístico, cultural. Todo el mundo va a hacer lo que tenga ganas porque nadie va a tener que trabajar para pagar un alquiler para en algún momento poder dedicarse a lo que le gusta. Alguien tiene que ceder. Es necesaria una distribución más justa de la riqueza, de los derechos y de los privilegios. Sino, la libertad es proporcional a la cantidad de plata que tenés. La libertad y la igualdad no pueden existir juntas. O sea, son relativas, la igualdad le quita libertad a la gente, pero le da libertad al conjunto. Entonces, la libertad tiene que ser de todos, no puede ser individual. Ese es el gran problema.
—¿Creés que la pandemia es una lección del medioambiente?
—Mayo fue el mes más caluroso desde que se tiene registro, a nivel global. La temporada de huracanes ya empezó, más temprano que nunca. Ojalá no pase nada. Hay muchos detractores del calentamiento global, pero no es solamente el clima, sino la contaminación y la filosofía en la que estamos metidos. Es un problema religioso y me gusta hablar de religión porque estoy harto de que la gente no se dé cuenta que está siendo totalmente dominada mentalmente. Si vos te comprás una Coca-Cola, el envase es un problema de la marca, no tuyo, porque gana plata. Ponele que esté bien que gane plata porque hace esa gaseosa, (pero) se tiene que hacer cargo del envase de plástico. Es una ridiculez cómo nos hacen vivir.
—Cuando hablás de religión no lo decís en el sentido tradicional de las religiones.
—No, hablo de lo que nos une, de lo que nos da sentido. Ahora es consumir, producir y ganar dinero. Nos pone en eje, nos da el mapa, la partitura. Eso es la religión. La moral, los valores. Hoy es fundamentalmente económica y productiva. Antes, si te portabas bien ibas al cielo; ahora si trabajás y generás, te volvés próspero. No importan las consecuencias. ¡Y eso se termina! Ahora, y esto es una observación un poquito aventurera, ¿viste que en Chile, en Brasil y en todos lados están cavando fosas comunes?
—Son muy impactantes las imágenes.
—Un panal de tumbas, todas con su cruz, antes de que esté el muerto ahí. Es como si esa religión de hace 1500 años se hubiera transformado, pero sigue estando. El catolicismo, el judaísmo y el islam son religiones monoteístas con un único sentido. Nosotros tenemos esa data, ese patrón. Todo lo hacemos con un solo fin: ganar dinero.
—¿Lográs salir de esa lógica? En lo personal, ¿no te importa esa ambición de ganar dinero?
—Es como vivir en un campo de concentración gigante y no tener hambre. El hambre por el dinero la tenemos todos porque nos han inculcado eso. Además, te lo van quitando y te van achicando la posibilidad de acceder a él; entonces, cada vez es más necesario.
—¿A qué te referís con “un campo de concentración”?
—Es una granja más que un campo de concentración porque eso fue terrible. Lo comparo con una granja humana. Una especie de diseño en el que todos estamos al servicio de una élite que vive los placeres máximos porque nosotros estamos produciendo totalmente domados. No podemos salir de nuestros países, tenemos que tener el pasaporte, como si fuesen corrales. Crecen los PBI, te prestan plata y te tienen dominado con la deuda. Aparecen las tarjetas de crédito y estamos todos tomados de las pelotas. Cuando dentro de mil años miremos cómo nos tratábamos entre nosotros, es vergonzoso, es un papelón. Así como lo fue que quemaran brujas hace 200 años, lo es hoy. En los campos de concentración nazis, que son los que más conozco, los dominaban con el hambre. A nosotros nos dominan con la escasez, que es como un hambre. Los estados imprimen cantidades impresionantes de dinero, pero hay instrumentos financieros, legales, remolinos, empresas, bancos, estructuras económicas que hacen que el dinero no llegue a la gente. Te lo van dando, pero ellos lo administran, y terminás trabajando por nada. Si trabajás ocho horas tenés que ser rico. No hay mucho más que discutir. Sin embargo, no.
—¿Te parece realmente comparable con los campos de concentración?
—No, no es comparable. Me metí con un tema muy… Me gusta compararlo con una granja donde se alimenta a los animales para que produzcan algo y se vuelven funcionales, pura y exclusivamente. El mundo está para ser extraído y depredado, no hay ninguna otra función de las cosas más que qué hay para mí acá.
—¿Cómo creés que es el mundo que viene?
—Muchísima gente se va a quedar sin trabajo. Cambió el casete; ahora va a ser todo digital. Muchas cosas van a quedar obsoletas. Se va a venir una nueva manera de ver el mundo donde va a haber que salir a ayudar a esa gente porque si no van a haber migraciones masivas como hubo a principio del siglo XX.
—¿Cómo imaginás que va a ser el arte? Pienso en compañeros tuyos que la están pasando muy mal en este momento.
—Es imposible que desaparezca el arte porque es una forma de comunicarnos, nuestra propia expresión. Eso no se frena jamás. Somos seres que nos comunicamos con el entorno todo el tiempo y en ese diálogo aparecen todas las artes, incluso las adivinatorias. Eso no va a desaparecer, se va a transformar.
—Me refiero al ambiente artístico relacionado a la necesidad económica para sobrevivir.
—No necesariamente van de la mano el arte y la necesidad de comer; eso se puede desvincular. Hay muchísima gente que hace teatro y no lo hace para comer, pero no creo que haya nadie que trabaje en un call center y no lo haga para comer.
—¿Cómo hace el que quiere vivir del teatro hoy?
—Lo fundamental acá, pero quedo muy egocéntrico diciéndolo yo, es fomentar la imaginación. Después de esta charla, seguramente va a haber mucha gente que me va a putear. Probablemente me estoy equivocando un montón. No lo hago de provocador. Me interpelo a mí mismo todo el tiempo para ver si lo que pienso está bien. Trato de entender y de cuestionar todo lo que veo. La gente acepta lo que entendió que es la verdad, lo que le enseñaron. Tiene que ver mucho con el miedo, también nos manejan con eso. Los mundos son todos posibles, desde el más oscuro hasta el más glorioso.
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