Vicentico: “Los artistas somos patéticos siempre”

A propósito del lanzamiento de “No tengo”, traducción libre de una canción popularizada por Nina Simone, el cantante habló con Infobae: reflexiones sobre el audio actual, los vicios del rock, la importancia de la bicicleta y el recuerdo de sus grabaciones con Pappo, Mercedes Sosa y Duki

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A propósito del lanzamiento de “No tengo”, traducción libre de una canción popularizada por Nina Simone, el cantante habló con Infobae: reflexiones sobre el audio actual, los vicios del rock, la importancia de la bicicleta y el recuerdo de sus grabaciones con Pappo, Mercedes Sosa y Duki

¿Cómo una canción popularizada a finales de los sesenta por un icónico musical de Broadway y por Nina Simone puede convertirse en un hit argentino en 2020? Más o menos así: “Estábamos trabajando en un estudio en Nueva York y en la mitad de la grabación, se pusieron a pasar una cinta. Yo estaba aburrido, así que me puse a mirar cosas viejas en la compu y encontré el tema ese de Nina Simone. Al rato vinieron unos músicos y yo lo tenía sonando fuerte. Nos empezamos a dar manija y la grabamos”. Quien reseña los hechos se llama Gabriel Fernández Capello, pero es más conocido por su nombre artístico: Vicentico.

“No tengo” es la traducción libre de “Ain’t Got No, I Got Life” y es el segundo adelanto del próximo disco como solista del también cantante de Los Fabulosos Cadillacs. Sobre un mid-tempo atrapante, su voz distintiva y única, casi en un lamento, le da una nueva vida a los versos y toman otro sentido, especialmente en esta época de cuarentena: “No tengo agua, no tengo avión / No tengo porro, no tengo sol / No tengo nada”.

“El disco lo grabé durante todo el año pasado y lo terminé justo antes de que arrancara la cuarentena. Hice una traducción a mi modo, que respeta el espíritu original del tema a fondo. Lo que dice la letra, sí, pareciera que tiene que ver con lo de ahora, pero no, es más una declaración de principios. Obviamente que yo no tengo avión, pero es un modo de decir, es un modo de contar. Y habla más sobre lo que sobra, que sobre lo que uno tiene o no tiene. Sobre lo que está de más. La verdad es que me representa bastante”, le contó Vicentico a Infobae.

Desde su hogar, yendo del living al patio a fumar un cigarrillo, otro, va con el celular muy cerca de su cara para atender la videollamada y dice que lo que más extraña de la vida anterior al confinamiento es “andar en bicicleta e ir a jugar al fútbol: tengo un grupo de amigos con los que jugamos dos veces por semana, fijo, hace muchos años y eso es medio desesperante. Los días de invierno con sol son hermosos para salir en la bici. Pero bueno, salgo a hacer las compras y es un re placer, quiero que falten cosas para salir a comprar”.

El disco sucesor de “Último acto” (2014) ya está listo en cuanto a sus contenidos musicales, pero debido al contexto actual “decidimos pararlo porque era un plomo sacarlo ahora. Es una pena que, después de tanto trabajo, no podamos dedicarle shows y el tiempo que requiere”.

En octubre pasado ya había adelantado el álbum con “Freak”, especie de boogaloo eléctrico y barroco, que también sonó a declaración de principios y que tuvo una concepción tan orgánica -con banda de rock, brasses, fuerza natural- como digital. “Creo que la computadora es un instrumento más. En muchos artistas es un instrumento usado genialmente y representa perfecto esta época que vivimos. Por ponerte un ejemplo del summum del audio digital copado, Travis Scott: me vuelvo loco de lo que me gusta cómo suenan las baterías y los hi-hats. Ahora se llegó a un punto interesante de audio. Me gusta lo que pasa con la música y la computadora, me gusta la idea de que un robot empiece a emitir sentimientos. Es inquietante y a la vez tiene algo de psicodelia antigua (se ríe), que a través de un robotito transmitamos unas emociones. ¿Viste “The Midnight Gospel”, la serie que está en Netflix? Si podés, mirala. Tiene que ver con esto que digo, es una serie de dibujos animados bastante enfermita, pero muy interesante”, dice.

-¿Cómo trabajás tu voz? ¿Cómo te pensás como cantante?

-Yo tengo un problema y es que todo me gusta. Me acostumbré a probar distintos efectos en la voz y a escuchar cosas muy lo-fi. A lo mejor, para laburar, le mando cosas a amigos y son un desastre, pero para mí están perfectas. Voy buscando las tonalidades que me quedan bien o que me quedan incómodas. Me gusta probar muchos personajes diferentes como cantante, tengo varios (se ríe): uno que canta más grave y más suelto, otro que canta más gritón. Y depende de la canción, también, lo que le corresponda.

-¿Hay algún hecho artístico del que te arrepientas?

-No hay nada tan importante como para arrepentirse. Hay cosas horribles, cero onda, pero por algo las hicimos en ese momento. Fue lo que nos ayudó. Para nosotros, era un modo de pasar el tiempo, de entretenernos, de hacer algo. Yo tengo mucha suerte de que todavía me llamen para grabar discos. Me pasé toda la vida haciendo esto y sigo copado. Cuando yo digo que no es nada importante, no lo digo de humilde, “ay, que humilde que soy”, porque no soy eso. Me doy cuenta de que es tan simple como que es mi oficio, lo aprendí a hacer bien y tengo el ojete de que mi oficio me dé laburo.

-Es suerte pero también hay mucho trabajo detrás.

-Obvio, obvio. Es mucho trabajo y mucho amor puesto ahí. Pero no amor en el sentido de “ay, cuanto amor que le pongo”: de verdad que es con cariño. Porque uno dedica mucho tiempo a grabar canciones, les pone mucha onda como si fuera lo último que estás haciendo y te lo tomás re en serio. Es verdad que es mucho trabajo, pero es un trabajo tan amable, tan consciente, que te lleva a lugares increíbles, que me permitió viajar por el mundo, conocer gente, conocer estudios, ver que en otras partes del mundo hay gente tan linda y tan buena que le gusta tanto la música como acá. La música nos iguala a todos. Eso es lo lindo que tiene.

-Hace unos días hablé con Joaquín Levinton y me dijo que de vos le gusta que seas “mala onda”. ¿Cómo te llevás con ese personaje que se construyó en los medios?

-(Se ríe) Yo no soy mala onda, soy re buena onda. Los periodistas son personas igual que nosotros: algunos te caen re bien y otros te caen para el ojete. Y yo no puedo caretear mucho, porque me aburro. Puedo caretear un rato, pero si siento que la otra persona es un ganso, ya está, no me da. Eso parece mala onda, pero no lo es. Algunos periodistas son re mala onda, son unos salames que preguntan boludeces y prefiero decirlo. No es nada malo, tampoco estamos hablando de nada importante. Como le dijo una vez (Charly) García a Lanata, “es un boludo que aparece por la tele”. Y él también es otro boludo que aparece por la tele, yo también soy otro boludo que aparece en la tele. Son charlas sin ningún sentido que no le importan a nadie, pero las hacemos igual. Y no pasa nada.

-¿Qué es más difícil: evitar ser un Pomelo o serlo?

-Ehhh, evitar serlo… (duda). No sé qué es más difícil, la verdad, es una buena pregunta. Pomelo debe sufrir bastante pomeleando. A mí no me gusta pasarla mal ni tener rollos horribles o preocupaciones sobre el ego. No me gusta la onda de creerme cosas que no son. Igual, ojo, pará, yo soy re Pomelo también.

-¿Ahora?

-Sí, ahora también. Todos fuimos Pomelo. El rock es patético siempre, los artistas somos patéticos siempre. No solamente los músicos de rock, los músicos de música clásica, los actores, los pintores… Todos los artistas somos patéticos y horripilantes, tenemos ideas estúpidas sobre las cosas y nos enojamos por pelotudeces. Hay películas en donde esto se ve muy bien, ni hablar “Spinal Tap” que es graciosa, ¿no? Pero después hay algunas más serias sobre el tema, que uno las ve y se da cuenta de lo triste que es lo que somos, lo miserables que somos, cómo nos aferramos a giladas…

-Hoy en día, ¿cuál es el mayor capricho de rockstar que podés llegar a tener?

-No, me da vergüenza, boludo… (duda) Pero, por ejemplo, necesito tener una bicicleta en el lugar al que voy. Y hay veces que no está la bici. No voy a putear a nadie, pero un poquito me puedo calentar. Puedo llegar a decir “eh, lo único que pido es una bicicleta y... ¿no está?”. Ese tipo de pelotudeces. Pero he visto cosas muy grosas y me divierte mucho eso. No hay nada más divertido que ver la decadencia del artista que se cree mil. Aparte se cree mil tanto el que toca para 50 mil personas en un estadio, como el que toca para 30 en La Tangente. Ese también tiene sus problemas, sus quilombos y sus histerias. En el fondo es todo inseguridad, todo miedo y te peleás con otro porque no te podés pelear con vos mismo.

En vivo y en acción, en el Lollapalooza Argentina 2019 (Chule Valerga)
En vivo y en acción, en el Lollapalooza Argentina 2019 (Chule Valerga)

Pappo, Mercedes Sosa y Duki, unidos por Vicentico

De los muchos duetos que Vicentico grabó a lo largo de su carrera, los más recordados suelen ser los realizados con Celia Cruz (“Vasos vacíos”, “Más solo que la noche anterior”), Debbie Harry (“Strawberry Fields Forever”), Tony Bennett (“Cold, Cold Heart”) y Willie Nelson (una reversión bilingüe de “Solo un momento”). Pero también compartió micrófono y versos con variados artistas argentinos.

En el 2000 participó del auto-homenaje “Pappo y amigos”, en el que el inolvidable guitarrista argentino convocó a distintos colegas para la misión de reversionar su dorado & vital repertorio. A Vicentico le tocaron “Desconfío” y “El sur de la ciudad”. “Fue impresionante”, recuerda hoy. “Pappo era un artista con todas las letras. Era un chabón que llevaba acá (se señala la frente) la palabra ARTISTA. Verlo tocar el piano fue hermoso. Yo lo había conocido antes porque trabajaba con mi esposa (Valeria Bertuccelli) en una novela, ‘Carola Cassini’. Entonces nos veíamos seguido, íbamos a su casa del Tigre, nos cruzaba en su bote, remando. Era un tipo increíble, divino”.

Nueve años más tarde, se encontró en un estudio con Mercedes Sosa. Juntos le dieron forma a “Parao” (de Rubén Blades), para el disco “Cantora”. “Haber cantado con Mercedes fue uno de los hitos de mi vida. Ella era una preciosura de mujer, una persona re tierna y a la vez con una potencia tremenda. Igual que Willie Nelson o Tony Bennett, son gente que son mega personas, que tienen todo a la vez: fuerza, dulzura, suavidad y potencia, todo junto”.

Una década después, vio la luz el trap-core “Entre cuatro paredes”, banda sonora de la última temporada de El Marginal. Para muchos jóvenes fue una sorpresa encontrar a su ídolo Duki cantando mano a mano, rima a rima, con Vicentico. Pero para ellos fue un cruce de lo más natural: “Me lo encontré a Duki en un par de recitales, charlamos y pegamos re onda. Después me llamó para que fuera a cantar esa canción y acepté encantado. Fui una tardecita a su estudio y la pasamos re bien. Me encanta él. Creo que es re artístico. Es super arriba. Yo soy bastante más tranquilo, me parece, no sé si porque estoy más grande (se ríe)”.

-¿Ves algo tuyo en esa escena, te ves en los pibes de ahora?

-Sí, sí. Lo que veo es que son pibes que vienen de otra escena o de un camino diferente al que están los músicos en general. En eso me siento súper identificado, porque nosotros veníamos de la no música. Nos metimos en la música solo pensando en romper todo. Ni estudiando ni nada. En ese momento me acuerdo que nos re puteaba todo el mundo y les parecíamos un desastre. Algunos con razón, porque éramos bastante desastre, era difícil que se entendiera eso como música. Pero para nosotros era todo. Y yo veo que ahora pasa algo parecido: con mucha gente que critica y no entiende qué es lo que está pasando con el trap, con el hip hop, con la compu, con el autotune y con los productores. Pero esto es tal cual lo que tiene que pasar. Es la forma de mostrar esta época, al mango. Creo que nunca fue tan clara la unión entre una época y la música. Escuchás esa música y te das cuenta de que estás en el futuro y ahora mismo: estás en el 2020, en la pandemia, encerrado en tu casa, poniéndole autotune a la voz y grabando como puedas. Me parece que eso es todo. Es re interesante y re copado.

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