Una personalidad auténtica, talento en la cocina y tolerancia para reírse de sí mismo. Los ingredientes de Marcos Perrén para llegar al corazón del público que lo acompañó durante su participación en Bake Off Argentina (domingos a las 22.30, por Telefe). Y lo sigue haciendo aún hoy, a pesar de que el joven de solo 19 años ya fue eliminado: todos los domingos, cuando se acerca la hora del comienzo del programa, su nombre se ubica entre los temas más mencionados de Twitter.
Sin antecedentes pasteleros en su familia, comenzó a despuntar el vicio cuando tenía 16 años. Entre la tarea del Instituto La Salle Florida, salidas con amigos y partidos de fútbol, le daba vida a sus primeras creaciones. Hasta que un día su madre le dio el empujón que necesitaba para inscribirse en un curso de repostería. Después de esa experiencia no tuvo más dudas: era eso lo que quería para su futuro.
“Siempre me gustó comer bien y rico, entonces cuando tenía hambre me hacía algo dulce: unos brownies o una chocotorta. Era un hobby nada más. Pero cuando hice ese curso me agarró una adicción a la pastelería, ¡quería cocinar todos los días! Hacía postres todo el tiempo para amigos o conocidos”, cuenta Marcos a Teleshow desde su casa en Vicente López, donde cumple la cuarentena junto a sus padres y su hermano.
“Estuve unos meses haciendo eso hasta que una noche necesitaba plata porque había arreglado para salir con una chica y la quería invitar. Pero mis viejos no me quisieron dar porque ya les había pedido toda la semana. Entonces me encapriché y dije ‘nunca más les voy a pedir plata, no voy a depender más de mis viejos’. Me encerré en el cuarto, enojado, y abrí mi página en Facebook. Ahí nació mi emprendimiento, Repostería Perrén -que actualmente no está funcionando por la cuarentena-, y empecé a vender tortas”, recuerda el ex participante del programa conducido por Paula Chaves y producido por Turner.
Su primer cliente fue su abuela. Después el negocio siguió expandiéndose por el boca a boca y las redes sociales. Aún cursando el secundario ya vendía unas 20 tortas al mes. Una vez finalizado el colegio se inscribió en el profesorado de educación física, pero duró solo dos días. “Dos días literal”, aclara. La repostería era su futuro y qué mejor manera de demostrarlo que inscribiéndose en la primera edición de Bake Off Argentina, en 2018.
“En ese momento yo era menor y sabía que no podía entrar, pero por intriga, para saber si me elegirían, me anoté igual. Solo que en lugar de poner que nací en el 2000, puse que nací en el ‘99. Una mentirita piadosa… La cuestión es que quedé seleccionado y cuando me llamaron para el casting les dije la verdad y no pude quedar. Fue un bajón. Pero cuando llegó la segunda temporada me anoté: lo estaba esperando, ahí ya era mayor. Y fui pasando por las etapas del casting hasta quedar en el programa”, recuerda.
Marcos fue el octavo eliminado del certamen, pero luego participó del repechaje junto a sus compañeros que también habían quedado afuera, y volvió a ingresar. La felicidad duró poco: a la semana siguiente hizo una torta en homenaje a Boca, el club de sus amores, que no salió como esperaba. Fue despedido nuevamente del reality y su fallida creación se convirtió en el centro de las burlas en las redes sociales. “Nunca me imaginé que iba a ser tendencia número uno a nivel mundial en Twitter. Encima se juntó todo: la torta de Boca y me fui del programa, entonces todo el mundo estaba hablando de mí”, reconoce.
—¿Cómo definirías tu experiencia en el programa?
—Una locura. Era muy loco estar en esa carpa y saber que iba a ser un antes y un después en mi vida. La mayoría de la gente ahora me conoce porque me vio en el programa. Tuve momentos y momentos: lo disfruté un montón pero a veces la pasé mal. Tenía mucho cansancio por grabar todos los días desde temprano hasta tarde y los nervios también producen un cansancio físico y emocional muy grande, entonces era difícil pasarla bien. El día que mejor la pasé fue el del repechaje, porque como ya me había quedado afuera antes era como algo extra, yo ya estaba contento con lo que había vivido, así que me pude relajar.
—¿Te fuiste decepcionado con vos mismo cuando volviste a quedar eliminado?
—De la primera prueba de ese programa puedo decir que no fui el único al que le fue mal. Respecto a la segunda prueba, la torta de Boca, definitivamente no estoy contento para nada con lo que entregué porque no era lo que tenía pensado. Pero también pienso que no soy un decorador, nunca había decorado una torta ni había hecho una torta tan alta. Lo que pasó es que me decían que yo estaba siendo muy repetitivo con los sabores y las decoraciones, y es verdad. Entonces, por querer cambiar, me mandé la cagada que se me mezclaron los colores azul y amarillo y me quedó verde… Si hubiera hecho lo que sé hacer, que es trabajar con manga, hubiera hecho picos azules y amarillos y hubiera salido mejor. Pero no lo hice y quedé como un hijo de puta y me convertí en meme.
—¿Imaginabas que tu participación tendría repercusión?
—Sabía que el programa iba a tener mucho éxito porque a la primera temporada le fue muy bien, pero nunca me esperé tanto. Antes del programa hablaba con mis amigos y yo decía que con llegar a 20 mil seguidores en Instagram me conformaba, y ya tengo 60 mil. Tuve mucha afinidad con el público y quizás por eso me empezaron a seguir, la cuarentena también ayudó a que tanto los otros participantes como yo hagamos un trabajo de redes casi impecable. Pero más allá de todo yo no dejé de ser un showman. Hay un 50 por ciento de gente que me quiere y un 50 por ciento de gente que me odia y no le caí bien. Creo que si el día de mañana me junto a tomar unos mates con ellos creo que no les podría caer mal, soy una persona común y corriente que mostró su personalidad hiperactiva de querer aparecer en cámara. Igual los entiendo, ahora veo algunas actitudes mías en el programa y digo “sos un boludo”, pero no les hago caso a los haters.
—O sea que lo que vemos en la tele no es un personaje, te mostraste tal cual sos…
—Sí, el tema es que yo soy un showman, mi personalidad es así. Mis amigos te lo pueden decir. Si hubo un programa en el que estuve demasiado intenso fue porque quizás me levanté intenso ese día. Pero así soy yo, creo que tengo personalidad para un programa de televisión, y estoy muy contento de que el programa haya sido sobre lo que me gusta. No hubiese ido a Gran Hermano, por ejemplo, y lo digo con respeto a los que fueron a Gran Hermano. Creo que más allá de la pastelería tengo una personalidad fuerte y la cámara me enfocaba muchas veces y lo que decía tiene repercusiones en las redes: para bien y para mal. Capaz Agus (otra participante del reality) siempre cae bien con lo que dice. Yo digo algo y a la mitad le gusta y a la otra mitad no.
—Si bien estamos en una situación muy particular por la pandemia, ¿seguís formándote como pastelero?
—Mi idea es seguir formándome, por eso estoy cocinando, practicando y mostrando mis recetas en YouTube. Es a lo que más tiempo le estoy dedicando. En el reality halagaron mucho mis sabores y sé que mis recetas funcionan, entonces me gusta compartirlas. Hay muchos a los que estéticamente les puede quedar mejor que a mí la decoración: soy consciente de que tengo mucho por mejorar, principalmente el tema de la prolijidad.
—¿Cuál es tu objetivo con las redes sociales?
—Quiero seguir dándome a conocer como persona y en un futuro capaz poder enfocar mi vida más a la parte de redes, siempre de la mano de la pastelería. Todo lo que haga quiero que tenga que ver con la pastelería, sea como sea. Además, si bien ahora mismo no lo puedo hacer por la cuarentena, mi idea es salir a viajar por el mundo, más o menos en noviembre. Viajar de mochilero es una de mis grandes pasiones. Tuve dos viajes que me cambiaron la vida, ambos al norte del país, pero con diferentes recorridos. Cuando termine todo esto quiero armar mi kit de fotografía y edición y conocer el mundo mostrándome tal como soy.
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