La propuesta era directa desde el nombre: “Esta chica ama a esa chica”. Fue el acrónimo de “Eta dievushka lyubit tu dievushku” en ruso, t.A.T.u., la marca que Iván Shapovalov eligió para su gran invento. Así, con mayúsculas y minúsculas intercaladas de manera caprichosa, este psicólogo infantil devenido en director de publicidad y productor musical, consiguió que dos cantantes que no habían cumplido los 15 años, se transformasen en el grupo más exitoso de Rusia. Después de realizar una audición en la que se presentaron cerca de 500 jóvenes, Shapovalov dio con Lena Katina y Julia Volkova, quienes se iban a convertir en la pareja de chicas más famosa del mundo.
Lena y Julia tenían que mostrarse siempre cerca, dándose besos, tocándose, aunque en realidad no eran lesbianas y ni siquiera eran tan amigas. Que dos jóvenes se hicieran ver así ayudó a muchos adolescentes a liberarse, la sexualidad dejaba de ser un tabú… pero ellas eran menores. Shapovalov tenía claro que mientras ayudaba indirectamente a miles de chicas y chicos a salir del closet, también despertaba la fantasía de todos esos hombres maduros y heterosexuales que se hacían la cabeza con las nenas rusas. Por este motivo, las críticas más duras lo denominaron “pop pedófilo”. El mentor del dúo no era inocente y sabía qué tenía que hacer para facturar.
“All The Things She Said”, así en inglés, fue el gran hit con el que ganaron el premio a la Mejor Canción en Rusia y también se llevaron el MTV Europe Music Awards. Además, se alzaron con el galardón al Mejor Disco en Italia por 200 km/h in the Wrong Lane y con el de Artista Nuevo en Japón. La música rusa no había tenido tanta fama desde Chaikovski, aunque aquello fuese clásico y esto puro pop de laboratorio. La guerrilla marketinera tenía terreno fértil: pocas veces un referente abiertamente homosexual había logrado captar la atención de todos y t.A.T.u. lo consiguió. Sus canciones sonaban en todos lados, giraban por escenarios de un continente a otro y sus videoclips rotaban de manera incansable durante los años dorados de MTV.
Aunque la homofobia sigue existiendo, muchos en Sudamérica suelen destacar la apertura argentina. Es el caso de Javiera Mena, la música chilena y activista por los derechos LGBTI+, que entrevistada por el sitio web Revista Soy Rock, comentó que sus referentes lesbianas fueron Sandra Mihanovich y Celeste Carballo, no había otras en la región: “Cantaban ‘Mujer contra mujer’ y ‘Puerto Pollensa’. Eso ya era algo muy heavy. ‘Soy lo que soy’ era muy evidente. (…) La reivindicación es muy necesaria aún. Es importante que haya referentes culturales, más allá de las leyes, que haya gente que lo diga y que lo normalice un poco. Yo soy una de ellas”.
Lena y Julia hicieron mucho por un colectivo que no era el suyo en un país donde aún era todo más complicado. “La homosexualidad dejó de estar penada por ley en Rusia en 1993, aunque hasta 1999 fue considerada un ‘trastorno mental’”, explica la periodista y directora de Cultura de Infobae Hinde Pomeraniec en su libro “Rusos de Putin” (Editorial Ariel). Allí profundiza sobre los años del mandatario en el poder y en esta crónica puntual, sobre la difícil situación de ser homosexual en ese país. Así describe cómo se endureció la postura del Estado: “Desde 2013 existe una legislación, conocida como la Ley de Propaganda Homosexual que, con el supuesto propósito de preservar a los niños, limita toda expresión de diversidad sexual en público”. De modo que los besos de las t.A.T.u., no solo en público, sino en pantalla gigante, fueron una transgresión como difícilmente se pueda volver a ver en Rusia. Al menos por ahora.
La mente detrás de cualquier acción arriesgada fue siempre la de Ivan Shapovalov que tenía 33 años cuando comenzó con este proyecto. El camino fue de rosas y fue de espinas, como cuando en mayo de 2003 fue acusado de perturbar la paz en la Plaza Roja de Moscú, después de juntar a 200 chicas para un evento. La idea era filmar un videoclip para mostrar durante el concurso de Eurovisión mientras les pedía a las jóvenes que harían de extras, que retozaran y se besaran frente a la tumba de Lenin y en la puerta de la iglesia de San Basilio. No solo fue un escándalo porque las chicas se mataban por acercarse a Julia y a Lena que estaban en el mismo lugar, sino porque, además, a Shapovalov ya le habían denegado dos veces el permiso para tomar imágenes allí.
En marzo de 2009 y a través de un comunicado de prensa el grupo se disolvió, los roces entre ellas y hacia su manager se hacían insostenibles. Se acabaron las giras, las canciones y la mentira, aunque después volvieron a reencontrarse algunas veces sobre el escenario, en esporádicos shows. Una de esas veces fue para la apertura de los Juegos Olímpicos de Sochi: aunque para el pensamiento rígido de las autoridades rusas habían mostrado una cara de su patria irreverente y díscola, seguían siendo sus artistas más famosas en todo el planeta Tierra. Las hijas pródigas habían vuelto.
Ya convertida en una mujer, esposa y madre, Julia emitió duras declaraciones con respecto a las libertades sexuales, durante una entrevista en su país natal: “Dios creó al hombre para la procreación, es la naturaleza. El hombre para mí es el apoyo, la fuerza... Un hombre no tiene derecho a ser marica. Dos chicas juntas no es lo mismo que dos hombres juntos. Me parece que las lesbianas se ven estéticamente mucho mejor que dos hombres tomados de la mano o besándose. No aceptaré un hijo gay”. Inmediatamente, los medios se lanzaron a preguntarle lo mismo a su antigua compañera, quien fue mucho más flexible: “Todos deberían ser libres de amar a quienes aman”.
Las dos siguen cantando y Julia está irreconocible después de varias cirugías estéticas, poco quedó de aquella jovencita etérea, de pelo corto y ojos cristalinos. Lena sigue luciendo su cabellera pelirroja, durante un tiempo perdió su capacidad vocal después de una intervención quirúrgica, pero la recuperó, también es madre y en alguna oportunidad contó que era bisexual. Shapovalov, por su lado, siguió trabajando en la industria discográfica, pero nunca pudo repetir un suceso igual.
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