Madre e hija conectadas por un par de ventanas. Para verse, para sentirse cerca. En un mismo edificio de Playa del Carmen, cada una en su departamento pero con las habitaciones enfrentadas. Así lo buscaron especialmente. Para cuidarse. Por las noches Meneka -como todos la conocen desde sus años de bailarina con la prestigiosa familia Pericet, en Sevilla-, de 80 años, se iba a dormir tranquila sabiendo que al otro lado, allí cerquita, estaba su hija, la cantante Natacha Durán.
Hacia ese destino soñado de la Riviera Maya llegaron las dos, seis años atrás. La salud de Meneka se hacía endeble, y el clima cálido del Caribe la ayudaría. El espíritu libre de artista nómade que una heredó de la otra facilitó el cambio. Dos almas gitanas que ya habían vivido en España (adonde nació Natacha), Argentina y Estados Unidos; México era casi otra escala. Y cuando Natacha consiguió trabajo en el departamento de cultura del municipio local, todo se encaminó. Así estaban las dos, madre e hija: conectadas por dos ventanas, viéndose, sintiéndose cerca, sabiéndose cuidadas. Y felices.
Hasta que en la madrugada de este lunes 18 de mayo Mekena notó que la luz de la habitación de Natacha permanecía encendida más tiempo del habitual. La llamó; no hubo respuesta. Insistió; no tuvo suerte. Ante nuevos intentos frustrados tomó la decisión de ingresar a su departamento. Enseguida la encontró sin vida, en el piso del baño.
Quien narra la historia es Shiva, un actor drag queen muy cercano a Natacha desde hace 13 años. "Eramos de esos amigos de llamarnos, de ver cómo estábamos”, dice. O lamenta. La última comunicación que tuvo con ella fue en la noche del domingo: muy creyente, la cantante solía comunicarse con sus amigos para rezar juntos, cada uno desde su casa. Una costumbre que venía desde hacía tiempo, pero que incrementó la pandemia. El coronavirus fomentó esa práctica, sí, pero también le arruinó otros planes: por estos días Natacha debería haber estado en Buenos Aires; el cierre de las fronteras se lo impidió.
Este lunes Shiva supo que algo malo había sucedido con su amiga por contactos en común en las redes sociales. “Me desesperé, no entendía nada -recuerda-. Al estar tan lejos, y que trascienda una noticia así, de alguien a quien querés mucho... Ahora estoy más tranqui, después de haber podido hablar con la familia", explica, prestándose al diálogo con Teleshow, aunque antes pidió tomarse unos minutos. El desgaste emocional de recordar a quien hasta ayer estaba allí, al otro lado de un mensaje de texto, tiene sus consecuencias emocionales.
“Natacha venía de trabajar en televisión y teatro con los grandes: (Gerardo) Sofovich, (Enrique) Pinti. Y sin embargo era muy sencilla: me ayudó tanto como artista... Me dio todo sin pedir nada a cambio. Ella era parte del arte”. Actriz (“Explotó en Rompeportones”, recuerda Shiva sobre el programa de Emilio Disi y Miguel Del Sel), cantante (“Siempre interpretaba ‘Aprende a volar’, de Patricia Sosa; ¡le encantaba!”) y conductora (brilló en El Garage TV), Natacha era “una busca”, según la define su amigo. "Nos identificábamos por algo que decía mi papá: un artista nunca se muere de hambre en ninguna parte del mundo. Aunque sea va al semáforo, para hacer malabares y conseguir plata para comer. Ella era así. Iba a los tablaos, cantaba y bailaba. Trataba de explorar el mundo artístico en todas sus facetas”.
Natacha conocía a muchas figuras del medio, aunque contaba con pocos amigos. De los fieles, de los buenos. Nunca se había casado, pero sí tuvo novios famosos. ¿El último? Un viejo conocido de los niños: Vicente Viloni, de quien se enamoró en 100% Lucha. Él era el protagonista carismático; ella, una de las secretarias del conductor, Leo Montero.
Ahora en México, lejos de las luces de los estudios televisivos, como aquellos que la alumbraron en La Peluquería de Don Mateo, con Miguel Ángel Rodríguez, cantaba en shows privados y distintos eventos organizados por el Instituto Municipal de la Cultura y las Artes de Solidaridad de Playa del Carmen. “Y era feliz”, según cuenta Shiva de esta mujer permanentemente alegre y llena de vida, empática y generosa.
En estas horas un medio local trazó una hipótesis -sin demasiado fundamento- sobre la muerte de Natacha: COVID-19. Y la asoció a otras tres víctimas del coronavirus a quienes, siempre según este medio, se las habría obligado a ir a trabajar aun cuando presentaban síntomas. Si bien habla de “una pequeña arritmia" que la cantante controlaba con medicación, Shiva desmiente categóricamente esta versión: “No, no, nada de eso. Si yo hablé con su mamá. Ella la encontró...”.
Natacha tenía una costumbre: agobiada por el calor del Caribe, después de mirar televisión y rezar, se daba un baño antes de irse a dormir. Y allí, tendida en el piso, fue donde la encontró su madre. Resbaló al ingresar a la bañera, y un golpe en la cabeza provocó su muerte, tan absurda como dolorosa.
“Cuando hablé con Meneka -revela Shiva, procurando escapar del estremecimiento que experimentó en esa charla-, me contó que Natacha siempre le decía que iba a morir joven. No le explicaba nada más. Solo le decía que tenía esa intuición”.
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