“Gimnasio, casa y restaurante, porque se cocina bastante”. Así describe Luis Rubio su hogar durante la cuarenta. El humorista comparte el aislamiento social, preventivo y obligatorio junto a su mujer y sus dos hijas menores. En cambio, su hijo mayor atraviesa la pandemia en España, uno de los países más comprometidos por el virus. “En un comienzo fue una preocupación muy grande. Pero está en Galicia, que no es la zona más problemática”, dice su papá, más aliviado.
El actor y guionista no se queja de las circunstancias en las que le toca pasar esta crisis mundial. “La llevo bien, soy un privilegiado que tiene una casa para quedarse adentro y algo para comer”, reconoce. Además, canaliza este momento mediante el humor: “Reírnos de esto es una forma de sobrellevar la incertidumbre”, le dice Rubio a Teleshow.
—Los shows fueron de lo primero en parar, y serán de lo último en volver. ¿Te preocupa lo laboral?
—Mis últimos años han sido de mucho trabajo presencial: shows, giras, e incluso también en los medios. La mayoría de esos trabajos se han discontinuado. Trato de mantener los que sobrevivieron, como la radio. Y sigo escribiendo. Además, ahora estoy incursionando en algunos shows virtuales en los que ya participé esta semana.
—¿Cómo son esos shows virtuales?
—Venía charlando con un par de organizadores de eventos, que también son de un rubro que la está pasando muy mal, y por medio de un amigo periodista que tiene una empresa en La Plata hicimos una especie de entrevista desde Éber (Ludueña, su clásico personaje) para empleados en planta y otros en home office. Fue una participación en salas de reuniones, con televisores; se charló, y puse una de mis rutinas de humor... No es lo mismo, pero sirve para aprender de todo esto, que va a durar un tiempo.
—Éber Ludueña se está arremangando en la cuarentena, y sale a hacer lo que haya que hacer. Vi también contenidos en las redes.
—Éber está ahí, lo tenemos. Empecé a hacer contenidos con muy bajos recursos. Amigos que ayudan: uno edita, el otro musicaliza; también actores. Entre todos hicimos una ficción comunitaria que es El 4 en cuarentena. Salió un capítulo con Silvia Peyrou, (Ernesto) Cherquis Bialo, (Vicente) El Tano Pernía. Dentro de las posibilidades, es divertido para la gente, y a mí me ayuda a poner la cabeza en algo. Soy bastante proactivo y no podría estar mirando por la ventana sin hacer nada, en mi casa.
—¿Estás haciendo terapia virtual?
—No, pero el encierro da para el análisis de ciertas conductas. En la convivencia, por ahí, uno es intenso, movedizo, y hay otros en la familia que son más relajados. Es momento de reconocer las diferencias, aislarse un poquito y decir: “Bueno, pará, me voy”. A veces me siento con la compu en la cocina y me doy cuenta que molesto (risas).
—¿Te lo hacen saber sutilmente?
—Sí. A veces no tanto, pero uno va aprendiendo y se va adaptando.
—¿Hace cuánto que no salís a la calle?
—Hoy tuve que ir al banco, pero salí muy poco: cuatro o cinco veces en un mes. Salí a hacer trámites que no podía evitar, y a comprar.
—Y cuando volvés a tu casa, ¿tenés alguna rutina?
—Rutina de desinfección: se dejan las cosas afuera, en el palier, cambiamos de calzado, hay alcohol para rociar, lavamos todo lo que traemos. Es todo un operativo familiar, y nos vamos turnando para que no salga de la casa siempre el mismo.
—¿Cuáles son las tareas domésticas que te tocan?
—Estoy cocinando bastante porque me gusta, y lavo los platos, no me molesta. Si hay que hacer compras, hago. Y en un momento te trapeaba la cocina con un poquito de lavandina hasta que me criticaron porque estaba medio intenso con el tema... Entonces, aflojé. Y dije: “Bueno, que alguien regule cuál es el momento y la frecuencia para hacerlo”.
—Cuando te echan de la cocina, ¿cuál es tu lugar en el mundo, dentro de tu casa?
—Tengo un pequeño estudio, muy chiquito, en el que tengo mis cosas, pero no es buena la señal de Internet. Tampoco tengo tele ahí. Entonces, escucho radio o escribo, y visito mi archivo, reviso cosas. El living también. Y cuando hacía calor, el balcón.
—Hacés radio con Facundo Pastor. ¿Desde dónde salís al aire?
—Desde mi oficinita, con los dientes (de plástico) de Éber para que suene ese seseo eberiano característico. Tengo mi guión, mi compu, y hago mi columna de humor.
—¿Cómo anda Éber?
—Bien, le sirvió este parate para pensar y generar otro contenido, hacer algunas cosas que estaban pendientes por la vorágine del día a día. Estoy desempolvando algunas ideas. Lo mismo con Evaristo (Hurtado), que volvió a las canchas. En ese sentido, me siento más libre, sin ningún tipo de condicionamiento. Se puede hacer humor con todo, pero de una manera responsable y entendiendo el dolor del otro. En este caso con una enfermedad y la incertidumbre que hay, con ciertas rutinas, comportamientos humanos, el tema del encierro. Reírse ayuda a sobrellevarlo. Como dice el amigo (Pedro) Saborido, “este oficio es el de poder reírse de lo que no se puede modificar”.
—En tu vida, ¿el humor te ha salvado mucho?
—En mi juventud, para acercarme al sexo opuesto (risas). Después, empecé a estudiar teatro para ser actor. En mis comienzos no había estudiado comicidad, pero mi propia característica me fue llevando hacia el humor. También era un poco guionista y me fui construyendo en esta cosa medio guionista que actúa, o actor que escribe. No sabemos bien, pero siempre fui bastante autogestivo.
—Ser autogestivo tiene sus pros y sus contras: no dependés de otro, te sabés generar cosas, pero a la vez también está buenísimo que te traigan el proyecto y no tener que ser el que la rema.
—Sí, mi temperamento es de no estar quieto y no espero a que me llamen. Siempre estoy con dos o tres cosas en la cabeza, empujándolas, sumando voluntades. Trato de laburar con amigos y en buen clima, y cuando me llaman con algo totalmente cocinado, me acuerdo lo lindo que es el motorhome: “Este es el texto, ¿necesitás algo?”. Y decís: “Uy, he remado el Titanic con dos vainillas...”. Pero funciono en los dos formatos.
—Te vi haciendo algunos vivos en Instagram con Éber.
—Me invitan algunos amigos de los canales de deportes, colegas. Tengo en la fila unos cuantos esperando. Me extraña que (el video) no quede en ningún lado, solo un día registrado y después se borra. Lo veo desprolijo, pisado con mensajes, mal enfocado, una boca que habla, una frente que contesta (risas). Tengo una matriz más televisiva. Esto lo veo medio caótico, pero entiendo que funciona así. Evaristo Hurtado hace referencia al tema del Skype, que se entrecorta y modifica su discurso. Jugamos con eso. Es la nueva tele. No me siento un renegado; estoy en Instagram, Twitter, Facebook, pero entiendo también que las redes, esto lo explicaba mucho Pergolini también, generan que mucha gente trabaje gratis por estar persiguiendo la zanahoria de algunos pocos que facturan con ese negocio. Soy más de este formato televisivo que es: “¿Querés que haga la gracia? Pagame” (risas). Soy más de esa época.
—Es un mix de todo, porque por un lado mucha gente trabaja gratis, como vos decís, y también hay gente que tal vez nunca llegaría, pero puede mostrar su contenido.
—También, sí, sí, también tiene eso. Es un mix de todo.
—¿Cómo te llevás con el ego?
—Los actores tenemos una necesidad de mostrarnos, y el reconocimiento es un motor. Uno debe evitar que ese combustible te impida ver o registrar lo que les pasa a los otros. Ese es un límite que no hay que pasar.
—¿Qué le preguntarían Éber o Evaristo al Presidente hoy?
—Éber le preguntaría a Alberto qué bicho le preocupa más, si el virus o El Bicho, Argentinos Juniors; podría ir por ese lado. Evaristo, algo sensato pero con la línea entrecortada. Seguramente habría alguna confusión con si Ginés (González García) está en el sanitario o muy atado a un plan sanitario, habría que pensarlo por ese lado. Sería de forma simpática y tratando de aportar. Hay una responsabilidad respecto al mensaje, porque somos gente pública. Uno puede decir cualquier cosa en su intimidad, pero cuando le habla a un micrófono, hay que escuchar a los que saben.
—Es un momento de mucha corrección política, ¿te cuidás con lo que decís?
—Uno está atento. Estamos en una época de la literalidad, y está bastante complicado en ese sentido. Hacer humor es difícil. Siempre laburé con cosas que me divierten a mí, pero últimamente consulto con otra gente. Una de esas personas, por ejemplo, es más joven y tiene más el clima de época que los que somos mayores. Tengo 50 y pico de años y me ayuda, es una forma de chequearlo. Estaría más complicado para improvisar porque te podés meter en un par de quilombos grandes (risas).
—¿Cómo va a seguir El 4 en cuarentena?
—Hicimos el capítulo del cumpleaños y ahora viene uno con colegas futbolistas cantando una canción. Un Supón eberiano, que es algo que podemos hacer a distancia. La gente está esperando, hago cosas dentro de mis posibilidades que son cortas, que duran tres o cinco minutos, pero cuando uno está enganchado, más allá del tiempo que estás consumiendo el material, hay una espera. Es una forma de acompañarse.
—¿Qué es lo primero que vas a hacer cuando se levante la cuarentena?
—Ir a la peluquería porque me corté el pelo yo mismo y me hice un agujero. Van a colapsar las peluquerías cuando esto pase.
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