La canción “Por ahí” fue grabada con cada uno de los músicos desde su casa. Y Coti Sorokin se siente feliz del resultado. El tiempo de la cuarentena lo usó para componer, pensar y pasar tiempo con su familia, que por las giras constantes, resulta difícil hacerlo. Su vida cambio muchísimo desde que decretaron el aislamiento obligatorio: no canta, no viaja y no ve a sus músicos.
—¿Como hiciste para grabar “Por ahí” en cuarentena?
—La canción efectivamente la grabamos enteramente en cuarentena. El baterista tocó en La Plata; grabó su parte. El guitarrista grabó en Entre Ríos la guitarra y el bajo. Yo grabé todas las voces; en ese momento estaba en Uruguay. El tecladista grabó todas sus partes aquí, en Buenos Aires. Y luego pasamos todo eso. Yo dirigí todas las sesiones desde Uruguay, y todo ese material lo reuní, lo acomodé, lo fui coordinando uno con otro en sonido, en la armonía, en la forma, etcétera, y lo envié todo para mezclar a Madrid. Ah, y parte de la percusión se grabó en Miami, lo cual fue así como internacional, y absolutamente todo en cuarentena, con estudios que cada uno de los músicos tiene en sus casas.
—¿Cómo es un día tuyo en cuarentena?
—En este contexto, es hacer música y tocar. Hice muchos intervenciones y conciertos, hice muchas entrevistas y muchas charlas en vivo. También estuve con conciertos en Instagram Live. Pero básicamente es eso: estar encerrado. Para el músico, o por lo menos para mí, hay gran parte del trabajo que es en soledad, encerrado en estudio, con los instrumentos. Entonces toda esa parte se vio muy favorecida en esta época. Aproveché para adelantar muchos trabajos de la grabación del disco, que lo tenía previsto para más adelante, la grabación de todas las canciones, no solamente de “Por ahí”. Lo que más se extraña es tocar en vivo: soy un músico que se sube al escenario de una ciudad cada tres días.
—¿Te asusta el futuro?
—Estoy preocupado. No solo por el futuro, sino por el presente. Ya hay muchísima gente sin empleo. Hay que hacer el cálculo que por cada artista hay 200, 300 personas que trabajan en cada evento, en cada concierto. No es solamente que yo deje de tocar: estamos hablando de una pirámide enorme que se va delegando hacia abajo y empieza con el propio staff del músico, que pueden ser de 20 personas, y después sigue con las ticketeras, con las empresas de publicidad, con la radio, con la publicidad misma, con los transportes, los caterings, con la gente del staff técnico de cada sala, con la gente de cada sala, etcétera. Pasó un mes sin haber cobrado absolutamente un centavo, y se viene otro mes. Entonces, mucha gente no va a tener cómo pagar el alquiler, ahora, muy pronto. Entonces, no es algo a futuro, sino que es ahora, a presente, diría yo.
—¿Estás de acuerdo con la manera en la que actuó el Gobierno ante esta situación?
—Sí. Evidentemente la vida siempre está primero que la economía; después, hay otras discusiones. Estoy muy contento con el camino que se tomó en nuestro país, de una decisión humanitaria, más allá de que estamos en una situación muy difícil y muchas familias han perdido mucha gente. Lamentablemente muchos padecieron la enfermedad y fallecieron, o están enfermos, y eso es muy terrible y muy grave. Detrás de cada uno, hay una familia. Pero así y todo, se evitaron y se siguen evitando muchísimas historias trágicas. Me parece que en ese sentido estoy, no diría contento, porque no es la palabra, pero sí satisfecho: se priorizó la salud antes que la economía. Cuando en otros países han priorizado la economía, han matado un montón de gente. Y encima, están teniendo problemas económicos también. Caso Estados Unidos, caso Brasil.
—¿Qué reflexión hacés de lo que esta pasando?
—Quizás sea el primer desafío global de la humanidad. Habrá que cuidar más de todos, sobre todo de nosotros mismos, pero también de la naturaleza. Cuidarnos más, en todo sentido. Y sobre todo, lo más importante: la importancia de la salud pública, porque al final lo que salva al público, lo que salva al pueblo, es la salud pública.Hay muchos países muy ricos que la han pasado muy mal, teniendo muchos recursos económicos pero con una salud pública mal organizada. Es el caso de España, que la conozco perfectamente. La salud pública es bastante fuerte, pero no estaba del todo organizada, y las impresiones podrían haber sido infinitamente mayores con el poder económico que tienen los países europeos.
—¿Qué cambios tuviste que hacer en tu vida?
—Yo siempre viajé mucho y ya tenía determinadas cosas, protocolos sanitarios propios y muy sui géneris: siempre andaba con mi alcohol en gel y tenía barbijos, para los viajes, para los aviones. Obviamente pre-cuarentena y pre-pandemia parecía Michael Jackson, pero muchas veces sí lo usaba. Sin embargo, ahora eso es la normalidad total.
—¿Esta pandemia cambió tu manera de pensar?
—No. Reafirmó muchas cosas que yo sí sentía. Sentía que nunca se puede elegir la economía por encima de la salud pública. Sentía justamente que las estructuras de salud pública, así como la educación pública y como el transporte público, tienen que estar al alcance de todos. No creo que el mercado sea un buen detector de este tipo de problemas, ni que puedan contenerse este tipo de situaciones en manos del mercado, porque el mercado siempre deja mucha gente desprotegida. Entonces me parece que, al contrario, reafirmé muchas cosas que ya pensaba y que, lamentablemente, esta situación deja al desnudo. Lo importante es que aprendamos de esta situación y de las cosas que nos están pasando, que tengamos memoria y que sepamos valorar a la gente que trabajó bien, y a la gente que trabajó mal. Que quede al desnudo, de alguna manera, sobre todo en los diferentes países.
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