Parece imposible. Pero ocurrió. Un sábado como hoy, hace 22 años, en un mismo salón montado especialmente en el Hipódromo de Palermo se cruzaron Susana Giménez, Diego Maradona, Bernardo Neustadt, Araceli González, Adrián Suar, Guillermo Vilas, Franco Macri, Flavia Palmiero, Daniel Scioli, además de las modelos y los empresarios más importantes de la Argentina. Se celebraba la boda de Valeria Mazza –que por entonces brillaba en las pasarelas del mundo al lado de Naomi Campbell, Claudia Schiffer y Eva Herzigova– con Alejandro Gravier y nadie quiso quedarse afuera. O casi.
Después de cinco años de noviazgo, Mazza y Gravier, una pareja joven que por aquellos días ocupaba las tapas de las revistas más importantes, decidieron dar el “sí” y lo hicieron con todo.
Tal como ocurrió con otros casamientos emblemáticos de personalidades famosas del mundo del espectáculo (de Palito Ortega y Evangelina Salazar, a Diego Maradona y Claudia Villafañe) la unión de la modelo y el empresario se pudo ver por televisión y cautivó a miles de espectadores que no querían perderse ni un detalle de los atuendos de los novios y de los invitados.
La boda, con todos los elementos de una década que se caracterizó por los festejos fastuosos y las noches agitadas, había comenzado poco antes con una ceremonia civil íntima, a la que concurrieron apenas 80 invitados cercanos a la pareja. Para esa ocasión alquilaron en el Golf Club de la localidad bonaerense de Bella Vista.
La entrada produjo impacto entre quienes se congregaron allí: Mazza y Gravier llegaron en helicóptero y caminaron por una alfombra que se desplegaba hasta el casco principal del predio.
Luego de la ceremonia ante el juez, comieron asado entre los más cercanos, familia y amigos. La novia usó un vestido rosado, diseño exclusivo de Donatella Versace y el novio un traje elegante. Ambos había estado poco antes en Milán, Italia, organizando los preparativos.
Entre otras cosas, fue allí que surgió la idea de que Gravier tuviera a mano la comentada galera que utilizó más adelante para salir de la iglesia luego de dar el “sí”.
Entre tanto glamour, no faltaron algunas escenas cómicas. Tal como contó la conductora Maju Lozano, testigo de la ceremonia, su llegada al predio, ubicado en el gran Buenos Aires, fue accidentada.
“¡No me querían dejar pasar!”, dijo entre risas invitada el año pasado al programa de Mirtha Legrand. “Fue en una época mía de mucha malaria, todo prestado”, contó.
“Trabajaba de camarera en un club y en un boliche a la noche. La verdad que lo que yo había podido conseguir para ir al casamiento era un remise, un 504 marrón destrozado”, recordó. Según su relato, el personal de seguridad que estaba trabajando para el casamiento de Mazza pensó que era “una testigo de casamiento trucha” y que se quería colar en el evento exclusivo sin invitación.
“No tenía guita y Valeria se casó re lejos, en una cosa de golf… Ella llegó en helicóptero y yo en un 504. Había mucha diferencia económica. Y bueno, no me dejaban entrar porque llegué en ese auto y fue como: ‘Uy, la testigo trucha’”, contó la conductora, con su característico sentido del humor.
De todas formas, la situación fue resuelta y Maju pudo ingresar a la fiesta: “Yo les decía ‘¡soy la testigo, acá está mi documento!’ Hasta que le hablé a la Rusa -así le decimos nosotras-, y al final entré”.
LA EMOCIÓN Y UNA GALERA PARA EL RECUERDO
Poco después llegó la otra parte de los festejos. La jornada del 9 de mayo de 1998 comenzó en la Iglesia del Santísimo Sacramento del barrio porteño de Retiro. Con transmisión televisiva exclusiva de Telefe, cientos de personas se acercaron hasta el lugar para ver de cerca el evento. Había cámaras, fotógrafos y cronistas dispuestos a cubrir una de las bodas de la década.
Pasadas las 20.30 llegó la novia en un auto antiguo acompañada por su padre. El vestido era deslumbrante: un modelo que los diseñadores de la época describieron como “de doble escote” y breteles finos, con piedras bordadas, creación de Giorgio Armani.
Tal como contó Valeria tiempo después, habían elegido para las ceremonias diseñadores con los que ella había trabajado porque le inspiraban confianza.
Luego del ritual, que fue televisado y contó con la participación de Fernando Bravo, y la emoción de todos, llegó uno de los momentos más comentados de aquella boda: la salida de la pareja de la iglesia.
Es que el novio, que llevaba un traje muy elegante, impactó al público cuando desplegó una galera que hasta hoy es recordada. Para algunos aquel elemento le sirvió a Gravier, algunos centímetros más bajo que la modelo, para quedar a la altura de la novia.
Sin embargo, la propia Mazza contó el año pasado en una entrevista para el programa Corte y confección cómo nació la idea de que el empresario tuviera a mano ese accesorio.
“Armani nos vistió a los dos. Cuando estábamos en Milán en las últimas pruebas justo se casa su sobrina en Londres y aparece Giorgio en la prensa con galera. Cuando Alejandro va a una de las últimas pruebas le dice: ‘Giorgio, yo también quiero la galera’. ‘No, eso es muy inglés. No, galera no’, dice Giorgio”, contó la modelo.
Ante la insistencia del argentino, el diseñador tuvo una idea: “Giorgio le dice: ‘Ok, yo te hago la galera pero no te la ponés, la llevás en la mano, ¡no te ponés la galera!’. Alejandro tenía a una persona que estaba en la puerta de la iglesia, que tenía los guantes y la galera. Nosotros fuimos caminando hacia afuera, que es donde estaban todos los periodistas muy bien organizados, porque habíamos vallado todo y cortado la calle, y cuando sale, agarra todo y posa. Pero no pudo con su tentación ¡y se calzó la galera!”, recordó la modelo y agregó: “Y ahí empezaron a decir que era porque era bajo, por esto y aquello. Pero no hay más explicación que esa”.
Minutos después, luego de que los novios hicieran una sesión de fotos en una casona antigua, llegaría una nueva etapa del festejo que terminaría de sellar la unión.
Otra vez, una entrada de gran impacto: Mazza y Gravier llegaron al Hipódromo de Palermo en un carruaje antiguo, tirado por cuatro caballos. El novio continuaba con la galera puesta mientras que ella lucía una tiara en oro blanco y diamantes.
Al llegar fueron recibidos por los invitados, una gran lista de personalidades, que incluía a modelos, actores, políticos y empresarios. Una de las que más se destacó en ese momento fue Araceli González que estaba embarazada (su hijo Tomás nació poco después).
Varios comentaron un par de “faltazos”. Por un lado, el de Julio Bocca, que había “entrenado” a la pareja para que se luciera en la pista de baile. Además, pese a que estaba invitado con mucha anticipación, no se hizo presente Carlos Menem, entonces presidente de la nación.
Los organizadores de la boda habían llegado a pensar que el mandatario, por su investidura, debía abrir el momento del vals junto a Valeria. Sin embargo a último momento decidió no participar y envió un fax desde su tierra natal, Anillaco, en la provincia de La Rioja, excusándose por la falta.
Según detalló entonces la revista Noticias, el cambio de planes presidencial se debió a que por aquellos días el Litoral argentino estaba afectado por inundaciones que provocaron una decena de muertos y miles de evacuados. En medio de aquella tragedia, los asesores presidenciales habrían aconsejado a Menem no participar del evento.
Quienes sí estuvieron y se destacaron en la pista de baile, fueron Susana Giménez, acompañada por su pareja de entonces y Diego Maradona, uno de los últimos invitados en irse, bien entrada la madrugada. También se vio al empresario Franco Macri, con Flavia Palmiero, al tenista Guillermo Vilas y al dirigente político Daniel Scioli.
UN “JEQUE” MUY ESPECIAL
Dada la importancia del casamiento y la gran repercusión de la carrera de Valeria en distintos países, en las semanas previas al evento se comentaba que llegarían hasta Buenos Aires distintas personalidades internacionales para participar de la fiesta. Tal vez por esos comentarios, a un amigo del novio se le ocurrió una humorada.
Según consignó la revista Gente en su edición del 14 de mayo de 1998, el hombre tuvo una increíble ocurrencia: llegó al hipódromo vestido con un turbante en la cabeza y una túnica simulando ser un jeque árabe. Bien entrada la noche reveló su verdadera identidad y provocó las risas de los presentes.
El menú que se sirvió en las distintas carpas dispuestas para la ocasión en el predio incluyó, platos bien representativos de lo que se servía en las fiestas de entonces. Entre otras cosas, hubo una entrada de canapés de salmón y ostras y patas de ternero fileteadas.
El plato principal estuvo compuesto por una canasta de masa con lomo y pollo a la crema, además de tarteletas de caviar, paté de champignones y endibias con kanikama. De postre se sirvió una marquise de chocolate con helado de crema, frutos del bosque y gajos de naranja.
La torta de boda siguió la consigna del evento. Suntuosa, tenía 8 pisos y las infaltables cintas, dispuestas para que las mujeres solteras participaran del tradicional ritual. Quien se llevó el anillo, que era de oro, fue la modelo Dolores Moreno.
No faltaron momentos musicales bien diversos a lo largo del festejo. Hubo un show de tango, una emotiva presentación a cargo de la Filarmónica Nacional con más de 60 músicos y una murga que irrumpió en la pista de baile cerca de las 4 de la mañana.
Nadie quería irse, el festejo siguió hasta entrada la mañana del domingo. De hecho, los novios dejaron el lugar cuando ya era de día. Horas después partirían rumbo a Ezeiza para dar comienzo a la luna de miel.
Desde entonces apostaron a una vida familiar juntos –con el tiempo llegarían Balthazar, Tiziano, Benicio y Taína, sus hijos– que los mantiene unidos hasta la actualidad.
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