El zumbido de unos bichos en la noche se entrelaza a las cuerdas de guitarras que empiezan a sonar tímidamente y conducen a la fiesta mariachi que revienta cuando suenan las trompetas: Los Cojolites, banda mexicana, están en la casa y entonan los versos del son tradicional “El Bajalú”. Hasta que hacen un alto para presentarla a ella: “Sonidos de tu sandalias cuando caminas, bonita, mi amada y dulce Natalia / Les presento a una muchacha que a su vez enciende luz / cara linda, lindos ojos y viene de Veracruz. Con su voz y su guitarra siempre trae felicidades… recibamos con aplausos a Natalia Lafourcade”.
Así comienza el track 1 de “Un canto por México, volumen 1”, de la misma manera en que también arrancó el show con el mismo nombre que la cantante montó en noviembre del año pasado, en el Auditorio Nacional de la Ciudad de México. La idea inicial fue hacerlo para juntar fondos y colaborar con la reconstrucción del Centro de Documentación de Son Jarocho -fundado por Los Cojolites con el afán de conservar las raíces musicales mexicanas-, afectado por los terremotos de 2017.
“Pero cuando estábamos haciendo todos los preparativos para este gran concierto, que esperábamos que pasara una sola vez, dijimos: ‘No podemos no registrar esto y no compartirlo’. Entonces el disco empieza tal cual como empezó ese concierto, con la presentación con esta copla y este verso tan bonito que me hicieron Los Cojolites. Así aparecí en el escenario. Me da mucha risa que me presenten. Siempre que escucho esa parte suelto la carcajada (se ríe)”, le contó Natalia Lafourcade a Infobae.
La cantante atendió la llamada desde Veracruz, donde reside y pasa su confinamiento, que no impidió este lanzamiento que tendrá su secuela: “Esperamos poder editar el ‘Volumen 2’ en lo que queda de este año, si la situación nos lo permite”. Además de su voz, en el “Volumen 1” también brillan invitados, como los ya mencionados Cojolites (“Son los invitados favoritos en este proyecto porque construyeron este espacio para preservar la música, para recordarla, para que se mantenga vivo el son jarocho”), pero también otros ilustres de la canción latinoamericana, como Los Auténticos Decadentes, Jorge Drexler, Meme del Real (Café Tacvba), Panteón Rococó, entre otros.
-Si bien “Un canto por México” tiene su concepción puntual y un fin específico, venís hace bastante buceando en las raíces musicales mexicanas.
-Pues sí. Creo que este disco es la culminación de varios proyectos que he venido haciendo, desde que hice el disco de Agustín Lara (2012), después “Hasta la raíz” (2015), luego “Musas” (2017). Este disco tiene temas que forman parte de estos otros discos, pero también nos permitió meter nuevos temas que nunca había interpretado, como “El Balajú”, “Serenata Huasteca”... Se convierte en un híbrido pero sigue siendo, como dices, en un proyecto que rinde homenaje y que va muy de la mano con mis inquietudes de acercarme al folclore, de seguir explorándolo y conociendo e integrándolo a mi manera de hacer música.
-Musicalmente se siente como un viaje por México. ¿El show y el álbum fueron concebidos así?
-¡Sí! Hicimos un disco de bolero, de polca ranchera, de son jalisciense, de son jarrocho… diferentes géneros de música muy tradicional mexicana, mezclados con mi estilo musical y con mis canciones. Yo siento que los arreglos te llevan hacia nuestras playas, hacia nuestras montañas, hacia nuestros bosques, hacia nuestras selvas. La mezcla de los instrumentos es algo muy interesante: saber escuchar una jarana, un requinto, una quijada de burro, toda la gama de percusiones, la tarima, la leona... después, los instrumentos del mariachi: la vihuela, el guitarrón, el arpa... Me emociona escucharme entre todos estos instrumentos. Es un disco que está lleno de paisajes, de estímulos visuales y sonoros. Es muy sensorial: por eso, en el arte del disco quise utilizar texturas como la del maíz. De repente también me hicieron arreglos de rábanos en la cabeza, aretes de zacate. Realmente lo que queríamos era que se viera y se sintiera este México tradicional, contemporáneo y moderno.
-Hablando del arte: en la portada estás como en un movimiento, mirando hacia el frente y también hacia un costado. ¿Para dónde van esas miradas?
-Creo que es esta mirada del presente pero del pasado también, y de cómo este constante acudir a la añoranza y al pasado me ha permitido traer este espíritu hacia mi música en el ahora, ¿no? En cómo disfruto mucho de escuchar todas estas clases de folclore, cómo todos estos compositores que me han ayudado a mejorar como artista. Uno no se queda en el mismo lugar todo el tiempo, pero al menos ahorita se ha convertido como en un recurso constante, en un algo a lo que voy para crear y hacer mi música. Y me gusta mucho: me hace sentir muy cómoda, muy honesta y muy coherente con mi momento musical.
-También lucís el mismo vestido con el que cantaste “Recuérdame” en la gala de los Oscar.
-Sí, estuvo esta intención de reciclar cosas que ya habíamos utilizado en el pasado. Ese vestido me lo diseñó un amigo que quiero mucho, Fran Cancino, para cantar en los Oscars. Todo mundo me decía: ‘No, este vestido es intocable, no lo puedes volver a usar, nadie te puede volver a ver en este vestido’. Y a la hora de hacer las fotos del disco, yo dije: ‘Voy a usar todos los vestuarios que para mí han sido vestuarios muy importantes y que han marcado momentos de mi carrera’. Y me gustó mucho tener este vestido en la portada, porque esa fue una noche que me marcó. No tanto por decir ‘estuve en el escenario de los Oscars cantando’, sino por lo que significaba, ¿sabes? Haber llegado hasta ese espacio y poder interpretar una canción para México y con mucho orgullo de ser mexicana.
-Muchos te conocimos por la canción “En el 2000”. ¿Cuánto hay de la Natalia Lafourcade de esa época en la del 2020?
-Mmmmm… pues, creo que tengo la esencia de aquella Natalia. Yo siento que los seres humanos somos como árboles, ¿no? Vamos creciendo, nuestras raíces se van haciendo más grandes y más profundas. Y también arriba nos vamos llenando de más ramas, de más frutos, de más follaje. Siento que eso es la vida: son las experiencias, es el ciclo de la vida, es nacer y morir, constantemente. Así te vas regenerando, así te vas reencontrando, vas evolucionando. Yo creo que sigo siendo esa Natalia que a los 14 años, cuando compuso “En el 2000”, que le apasionaba agarrar su guitarra y tocar en su habitación, ¿sabes? Sigo haciendo lo mismo (se ríe). Por supuesto, he vivido experiencias y he pasado por cosas que me han hecho crecer en diferentes sentidos: he pasado por cosas que duelen, cosas que dan gusto, cosas que te cambian, que te alteran. Y todo eso forma parte de mí. Todo lo que he ido recolectando de la vida.
-Es curioso que ya en esa canción hablabas de un fin de inocencia, de algo que termina y comienza en otra cosa... y tu carrera recién comenzaba.
-Sí, es que “En el 2000” es una canción muy transparente, que refleja mi sentir de esencia. Creo que en mi música y en mis canciones sigue habiendo eso: al final de cuentas siempre es esa mirada hacia como me siento o cómo estoy viendo la vida o cómo la vida pasa. Y sí, la voy fotografiando a través de mis canciones. Sigue ocurriendo en mis composiciones. La diferencia es que en aquel entonces solo me interesaba hacer mis canciones y ya. Y ahora, de alguna manera, quiero conocer el trabajo de otros compositores y empaparme de ellos para poder alimentar lo que sigo haciendo.